Emma se despidió de su madre, o más bien intentó hacerlo.
-Mamá, me iré de intercambio a Pennsylvania, como te había comentado.
-Puedes hacer lo que te plazca.-dijo esta, dándole un largo trago a la botella de vino que tenía en mano.
El labio inferior de Emma comenzó a temblar, ¿así o más directa? Ella sabía que no le importaba a su madre, pero... ¿Siquiera un adiós? Detuvo el temblor como pudo, y logró articular palabra.
-Espero no regresar nunca, o al menos no viva.
Su madre la vio a los ojos, estos estaban rojos de no dormir y de tanto tomar, Emma solo volteó la cara, y se limitó a jalar su maleta afuera de la casa. Una casa que jamás volvería a pisar.
Se dirigió al aeropuerto en taxi, y cuando llegó se sintió como la persona más desdichada del mundo. Nadie estaría allí para despedirla. Nadie le diría adiós. Nadie le mencionaría un: Vuelve pronto. O un: Te extrañaré.
Al tener ya su pasaje, se dirigió a la sala de espera, se sentó en una silla, y al instante pudo sentir un par de dedos tocando su hombro.
Emma se sobresaltó, pues al darse la vuelta, divisó a Annabeth Kendrick, aquella compañera de clase. Estaba justo frente a ella, y estaba viéndola con una mirada con un tanto de lástima y a la vez piedad.
Al sorprenderse, Emma se levantó bruscamente y derrumbando su maleta. Anna se sobresaltó y ambas tiraron sus documentaciones. Annabeth se disculpó y Emma asintió recogiendo su pasaje y su maleta.
-¿Tu eres Emma Woods, cierto?
Emma asintió, invadida por la pena y vergüenza. ¿De qué? Ni ella lo sabía, se había acostumbrado a sentirse así, siempre con pena, de que alguien descubriera quién, qué, era ella. Y de alguna forma, se había vuelto costumbre.
-Yo soy Annabeth, y estoy aquí para viajar de intercambio también.
Emma se levantó del suelo, y acomodó un mechón que sobresalía de su flequillo detrás de su oreja, lo que provocó que su manga se bajara al son de su mano.
Las heridas quedaron al descubierto, y Anna pegó un pequeño brinco en su mente, Emma se dio cuenta del torpe error que acababa de cometer y salió de allí, excusándose con su salida. Dio un tropiezo, pero no hizo más que ignorarlo, necesitaba salir de allí y no entablar conversación con nadie.
Se dirigió a su vuelo, el cual había sido anunciado hace apenas unos segundos, y se dirigió a la señorita vestida elegantemente con su uniforme azul, entregándole su pasaje de avión.
-En Pennsylvania todo mejorará.-susurró Emma para sus adentros.
Mientras que la señorita de cabello moreno, se preguntaba que demonios le sucedía a la chica.
***
Emma tardó en subir al vuelo, ya que la maleta se quedó atascada varias veces, y ella tropezó unas cuantas más.
Caminó con la cabeza abajo, y subió su maleta en el área deslizante que sirve para transportarlas.
Cuando por fin estaba subiendo las pequeñas escaleras del avión, su estómago dio un vuelco completo y la comida -no había comido nada por lo que resultaba extraño- que no había introducido a su estómago se aproximo a la garganta pasando directamente a la boca, se habría paso entre la bulla y sacó todo lo que saldría tarde o temprano. El vómito quedó en el suelo, y Emma sé cohibió y se inclinó más, provocando que su flequillo cubriera por completo su rostro. Murmullos le tenían lástima, otros estaban llenos de burlas y unos cuantos lograban reconocerla como la chica invisible del instituto.
Llevó su mano a la boca, y se la limpió con la manga de su blusa. Ya en el avión, se sentó hasta el fondo, y un señor, de los que se habían burlado, se sentó un momento, la reconoció, y lanzó un bufido.
Emma iba en la orilla hacia la ventana, por lo que decidió ir al baño antes de emprender el vuelo. Se abrió paso entre el señor y el asiento de este y se encaminó al baño.
Ahí sacó una corta navaja, subió su manga y su brazo con infinitas marcas quedó al descubierto. Dejo que una lágrima escapara de sus ojos y luego la removió con furia, lo haría. Se mataría ahí, en ese instante. Se cortaría las venas, una a una, lentamente, luego todos lanzarían una fiesta porque la pesada chica ya no respiraría, y tal vez su madre asistiría por el alcohol.
Acercó la navaja a su brazo. Lentamente, fue introduciéndola en este, cuando alguien tocó la puerta. Emma enseguida soltó la navaja y esta cayó al suelo con un sonido sordo. La recogió, se bajó la manga, lo que fue una mala idea, ya que la sangre se marcó, y salió del baño.
-Señorita, tomé asiento, es hora de despegar.
Emma caminó a su asiento, y se encontró con que el señor se había movido de asiento, hacia en frente, este la veía con asco y Emma le dedicó su mirada fría y penetrante.
-Maldita loca.-dijo el señor, Emma levantó su brazo para recogerse un mechón de cabello. Y se arrepintió al instante.-¿Es eso sangre? Oh, ¡y también se corta! ¡Si tenemos a una niñita chiflada!
Emma entrecerró los ojos. Un nudo inmenso se había creado en su garganta, y Emma se esforzó y sé lo tragó.
Se sentó en su asiento y se colocó sus audífonos dispuesta a disfrutar, de algún modo u otro, el viaje. Recargó su cabeza en el respaldo y se sumió en un profundo sueño.
***
Una voz mecánica la despertó, anunciando el aterrizaje. Emma se levantó enseguida del asiento y abrió los ojos como platos. ¿Qué demonios...?
«Bienvenidos a Los Ángeles, disfruten su estancia»
ESTÁS LEYENDO
Eternamente destrozada
Teen FictionAnnabeth Kendrick. Una chica un tanto ordinaria, pero no pierde ese toque de suspenso. Una chica muy cálida, que puede llegar a tener su lado frío. ¿Típica? Si así lo quieres ver. Emma Woods. No es una chica ordinaria, sus secretos, son sólo suyos...