Capítulo 8: Deseos de un cambio

72 3 1
                                    

Emma se despidió de su madre, o más bien intentó hacerlo.

-Mamá, me iré de intercambio a Pennsylvania, como te había comentado.

-Puedes hacer lo que te plazca.-dijo esta, dándole un largo trago a la botella de vino que tenía en mano.

El labio inferior de Emma comenzó a temblar, ¿así o más directa? Ella sabía que no le importaba a su madre, pero... ¿Siquiera un adiós? Detuvo el temblor como pudo, y logró articular palabra.

-Espero no regresar nunca, o al menos no viva.

Su madre la vio a los ojos, estos estaban rojos de no dormir y de tanto tomar, Emma solo volteó la cara, y se limitó a jalar su maleta afuera de la casa. Una casa que jamás volvería a pisar.

Se dirigió al aeropuerto en taxi, y cuando llegó se sintió como la persona más desdichada del mundo. Nadie estaría allí para despedirla. Nadie le diría adiós. Nadie le mencionaría un: Vuelve pronto. O un: Te extrañaré.

Al tener ya su pasaje, se dirigió a la sala de espera, se sentó en una silla, y al instante pudo sentir un par de dedos tocando su hombro.

Emma se sobresaltó, pues al darse la vuelta, divisó a Annabeth Kendrick, aquella compañera de clase. Estaba justo frente a ella, y estaba viéndola con una mirada con un tanto de lástima y a la vez piedad.

Al sorprenderse, Emma se levantó bruscamente y derrumbando su maleta. Anna se sobresaltó y ambas tiraron sus documentaciones. Annabeth se disculpó y Emma asintió recogiendo su pasaje y su maleta.

-¿Tu eres Emma Woods, cierto?

Emma asintió, invadida por la pena y vergüenza. ¿De qué? Ni ella lo sabía, se había acostumbrado a sentirse así, siempre con pena, de que alguien descubriera quién, qué, era ella. Y de alguna forma, se había vuelto costumbre.

-Yo soy Annabeth, y estoy aquí para viajar de intercambio también.

Emma se levantó del suelo, y acomodó un mechón que sobresalía de su flequillo detrás de su oreja, lo que provocó que su manga se bajara al son de su mano.

Las heridas quedaron al descubierto, y Anna pegó un pequeño brinco en su mente, Emma se dio cuenta del torpe error que acababa de cometer y salió de allí, excusándose con su salida. Dio un tropiezo, pero no hizo más que ignorarlo, necesitaba salir de allí y no entablar conversación con nadie.

Se dirigió a su vuelo, el cual había sido anunciado hace apenas unos segundos, y se dirigió a la señorita vestida elegantemente con su uniforme azul, entregándole su pasaje de avión.

-En Pennsylvania todo mejorará.-susurró Emma para sus adentros.

Mientras que la señorita de cabello moreno, se preguntaba que demonios le sucedía a la chica.

***

Emma tardó en subir al vuelo, ya que la maleta se quedó atascada varias veces, y ella tropezó unas cuantas más.

Caminó con la cabeza abajo, y subió su maleta en el área deslizante que sirve para transportarlas.

Cuando por fin estaba subiendo las pequeñas escaleras del avión, su estómago dio un vuelco completo y la comida -no había comido nada por lo que resultaba extraño- que no había introducido a su estómago se aproximo a la garganta pasando directamente a la boca, se habría paso entre la bulla y sacó todo lo que saldría tarde o temprano. El vómito quedó en el suelo, y Emma sé cohibió y se inclinó más, provocando que su flequillo cubriera por completo su rostro. Murmullos le tenían lástima, otros estaban llenos de burlas y unos cuantos lograban reconocerla como la chica invisible del instituto.

Llevó su mano a la boca, y se la limpió con la manga de su blusa. Ya en el avión, se sentó hasta el fondo, y un señor, de los que se habían burlado, se sentó un momento, la reconoció, y lanzó un bufido.

Emma iba en la orilla hacia la ventana, por lo que decidió ir al baño antes de emprender el vuelo. Se abrió paso entre el señor y el asiento de este y se encaminó al baño.

Ahí sacó una corta navaja, subió su manga y su brazo con infinitas marcas quedó al descubierto. Dejo que una lágrima escapara de sus ojos y luego la removió con furia, lo haría. Se mataría ahí, en ese instante. Se cortaría las venas, una a una, lentamente, luego todos lanzarían una fiesta porque la pesada chica ya no respiraría, y tal vez su madre asistiría por el alcohol.

Acercó la navaja a su brazo. Lentamente, fue introduciéndola en este, cuando alguien tocó la puerta. Emma enseguida soltó la navaja y esta cayó al suelo con un sonido sordo. La recogió, se bajó la manga, lo que fue una mala idea, ya que la sangre se marcó, y salió del baño.

-Señorita, tomé asiento, es hora de despegar.

Emma caminó a su asiento, y se encontró con que el señor se había movido de asiento, hacia en frente, este la veía con asco y Emma le dedicó su mirada fría y penetrante.

-Maldita loca.-dijo el señor, Emma levantó su brazo para recogerse un mechón de cabello. Y se arrepintió al instante.-¿Es eso sangre? Oh, ¡y también se corta! ¡Si tenemos a una niñita chiflada!

Emma entrecerró los ojos. Un nudo inmenso se había creado en su garganta, y Emma se esforzó y sé lo tragó.

Se sentó en su asiento y se colocó sus audífonos dispuesta a disfrutar, de algún modo u otro, el viaje. Recargó su cabeza en el respaldo y se sumió en un profundo sueño.

***

Una voz mecánica la despertó, anunciando el aterrizaje. Emma se levantó enseguida del asiento y abrió los ojos como platos. ¿Qué demonios...?

«Bienvenidos a Los Ángeles, disfruten su estancia»

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 22, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Eternamente destrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora