Jimin es un Omega marcado por un pasado perverso y traumático, solo conoce la soledad y el sufrimiento. Yoongi es un Alfa líder de fuerte carácter y nobles sentimientos, que busca proteger a su manada.
La Diosa Luna los ha destinado, pero ¿será este...
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Hoseok manejaba su auto en silencio, mientras Rosé observaba por la ventanilla con expresión melancólica; extrañaría todo esto cuando se fuera. Había aceptado ir a la cena de fin de año en la mansión Min por una cuestión de cortesía, pero sentía que ya no quedaba nada que salvar de su relación con el Alfa de cabellos rojizos. Al igual que la vez anterior, todo parecía ser más importante que ellos dos.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que el mayor había detenido el auto. Solo escuchó la puerta del conductor abrirse para luego cerrarse de nuevo una vez que Hoseok se había bajado. En pocos segundos, su puerta también se abrió. ¿De qué iba todo aquello? Porque definitivamente no estaban en casa de la Omega.
El Alfa le tendió la mano con una débil sonrisa y la ayudó a salir del auto. Luego se alejó caminando en silencio. Rosé no dijo nada, solo lo siguió; supuso que la llevaría a un hotel a algo así para despedirse de ella de manera romántica. Al menos eso habían hecho aquella vez antes de que ella se marchara a América. Eso era lo que más le dolía; ellos se amaban, mas su relación estaba estancada.
Hoseok abrió una puerta, luego otra, y caminaron por un largo pasillo en penumbras. La chica iba cabizbaja, observando sus pies avanzar con lentitud y escuchando el eco de sus tacones en el crudo silencio que les rodeaba. Unas tenues luces se dibujaron en el piso, pero ella no les prestó atención. Cuando al fin se detuvieron y la Omega decidió alzar la vista, quedó atónita por lo que tenía delante. Era una pecera gigantesca y cristalina, que se extendía por toda la pared y el techo.
La chica avanzó un poco más, dejando al Alfa detrás y observando ensimismada la belleza del lugar. No era la primera vez que venía, sin embargo, habían pasado años y esa área la habían renovado y agrandado; era magnífico.
—Oppa… —murmuró ella sin voltearse y con una mano puesta en el frío cristal por donde pequeñitos peces danzaban—. Este lugar…
—Sí —dijo el Alfa—. Aquí fue nuestra primera cita. Sé que parece que no presto mucha atención pero sí lo hago —añadió con una pizca de amargura en la voz.
La Omega se giró para decir algo y de inmediato sus ojos se abrieron de par en par al ver al de cabellos rojizos con una rodilla apoyada en el suelo y una cajita de terciopelo negro en sus manos.
»Rosé… tal vez te parezca demasiado inesperado, pero lo he pensado mucho —dijo mientras la miraba a los ojos—. Eres lo que más amo en esta vida y no quiero perderte. Ya cometí ese error y nunca me lo perdonaría si te dejo ir otra vez. Quiero que seas mi Omega, que me dejes ser el Alfa que cuide de ti, que te dé una familia, que te adore por el resto de nuestras vidas.
La rubia lo observó pasmada y con cierto brillo en los ojos; nunca esperó que esa fuera la intención del Alfa al traerla aquí.
Hoseok aguardó un minuto, todavía de rodillas, el suave movimiento del agua dibujando figuras azul eléctrico en su camisa blanca.