Jimin es un Omega marcado por un pasado perverso y traumático, solo conoce la soledad y el sufrimiento. Yoongi es un Alfa líder de fuerte carácter y nobles sentimientos, que busca proteger a su manada.
La Diosa Luna los ha destinado, pero ¿será este...
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—Mark… —murmuró el líder con incredulidad reflejada en su tono.
Mark Tuan, uno de los hombres de confianza de la manada y también parte de su escolta personal, sostenía un cuchillo contra el cuello de Jimin y con la otra mano le tapaba la boca.
—Te advierto, ni siquiera pienses en utilizar tu voz de mando. Me tomaría solo un segundo… —dijo el Alfa de cabellos rojos y mirada oscura, acercando más el arma.
Yoongi torció el gesto pero se mantuvo imperturbable, no podía demostrar sus emociones.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó calmado.
—Lo que quiero, lo tengo justo aquí —contestó Mark al tiempo que daba un paso hacia atrás arrastrando al Omega consigo.
—¿Jimin? Él no tiene nada que ver con esto, déjalo ir. —Yoongi se inquietó.
—Te equivocas, Min. Él no pertenece aquí… sino con Jooheon…
El pelinegro tragó en seco y pudo sentir el miedo de Jimin extenderse por su lazo ante la sola mención de su hermano.
—Jimin es mi Omega. —Trató de razonar con el contrario—. No puedes alejarlo de mí.
—Ay, por favor, ni siquiera le has marcado —replicó el Alfa de menor rango—. Y no me creo ese cuento de las almas gemelas. Lo que pasó aquel día fue una coincidencia, nada más.
Obviamente se refería a la transformación de Yoongi y Jimin en lobos, clara señal de que eran una pareja destinada.
»Aunque fuera cierto, no tengo otra opción, Min… —confesó el pelirrojo.
—¿A qué te refieres?
—Jooheon… él… ya no está contento con que solo le pase información y lo ayude a escapar y ocultarse… —continuó Mark—. Tiene a mi familia… y a cambio del Omega, la devolverá sana y salva.
—¿Por qué no viniste a mí por ayuda, Mark? ¿Por qué traicionarme así?
—Ya no eres ni la mitad del líder que fuiste alguna vez. ¡Y desde que este niño llegó, no has hecho más que descuidar tus obligaciones! —se quejó—. Era más peligroso pedirte ayuda que sabotear tus planes.
El líder apretó los dientes y respiró profundo, tratando de controlar su enojo.
—Todavía estás a tiempo. —Intentó convencerle—. Te ayudaré a recuperar a tu esposa y tus hijas, no les pasará nada.
—Es demasiado tarde —negó—, solo tengo un par de horas…
El pelinegro ya estaba perdiendo la paciencia y los buenos modales.
—No vas a llevarte a mi Omega. —Su tono rozando la voz de mando, mas no atreviéndose porque sabía cuán diestro era el otro con los cuchillos.
