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—¿Korra? ¿Eres tú, en verdad?—. La morena de ojos zafiro sintió su cuerpo temblar ante aquella voz que tanto había extrañado, aunque ahora padecía de tonos mucho más maduros y un poco más graves.

—Pues-—. Antes de siquiera permitirle continuar, la pelinegra se lanzó a sus brazos, dejando a Korra completamente congelada. Luego de unos segundos, sus manos se posaron lentamente sobre la espalda de la ojiverde, dando leves caricias con una leve sonrisa en su rostro.

<<Ha pasado tanto tiempo desde que me regalaron verdaderas muestras de afecto. Se siente nostálgico>>

—¿Así que has estado contactando con Bolin? No tenía idea.

—Sí, bueno... Le pedí que mantuviera nuestras conversaciones y cartas en secreto. Él fue una de las personas que menos lastimé antes de partir y supo perdonarme...—. <<Aunque yo no lo haya hecho todavía>>.

—Sabes que yo...—. Asami no pudo seguir con sus palabras.

Sí es cierto que había extrañado mucho a su gran amiga, su confidente, la persona que admiraba mucho debido a su coraje y valor, pero aún le era difícil olvidar sus acciones.

—No es necesario que intentes olvidarlo, ni siquiera perdonarme...—soltó con dificultad, encendiendo el motor—. Pero sólo te pido paz, por el momento. ¿Sí? Tenemos un viaje de días suficientes para que me eches en bronca todo lo que hice mal, e incluso golpearme si lo deseas. Sólo... intenta mantenerlo entre nosotras, ¿sí? Por favor—. Asami observó el rostro de la morena con lentitud, quedando sorprendida al notar una cicatriz en su mejilla. No demostraba muchos sentimientos con sus expresiones faciales, pero sus ojos gritaban arrepentimiento, por lo que sólo se limitó a asentir y mirar por la ventana.

Los minutos pasaron y llegaron al puerto, ambas bajando del satomóvil.

—Aprendiste a conducir, eso sí que es un avance—comentó con humor, sacando una leve risa de parte de Korra.

—Aprendí muchas cosas en estos años—confesó, observando el suelo que pisaba para no cruzar su mirada con la mujer que le revolvía el estómago. <<La mayoría, fuera de mi agrado>>.

—¡Jefa! Necesito ayuda urgente—. Haru corrió hacia la morena apenas esta se asomó al muelle—. Hay maestros fuego amenazando. Son como quince y es la última carga que debíamos de llevar.

—Trae a mis personales. Que los maestros tierra controlen el perímetro del barco y no se lleven nada. ¿A cuánto están?

—A dos calles de aquí—. Korra maldijo por lo bajo, acercándose a Asami, quién no entendía del todo lo que sucedía.

—Debo irme un segundo, espérame dentro del barco—. Se asomó a darle un beso en la mejilla por simple inercia, pero terminó por darle un suave apretón en la muñeca y un gesto de afirmación.

La curiosidad invadió tanto a la pelinegra que decidió seguirla sin que lo notara.

La velocidad de los pies de la morena era irreal, tanto que creyó que estaba utilizando tierra o aire control para aumentar su velocidad, pero no era así.

Korra corrió hasta encontrarse con el camión que le pertenecía a su empresa, frunciendo el ceño en furia.

—¡Basta! Suficiente—. Aclaró apenas llegó al encuentro. El grupo de bandidos que asaltaba a sus empleados, se giró para enfrentarla.

—¿Y quién va a detenernos, Avatar?—. Sus ojos se empañaron en furia. Ella no respondía más a ese nombre, por lo que su corazón comenzó a latir con más fuerza, si fuese posible. Antes de comenzar con la pelea, dirigió su mirada a sus dos empleados, quienes procedieron a ingresar los barriles al camión con cautela, preparando la retirada.

Sus movimientos eran impecables, veloces, ágiles; sus golpes eran certeros y fuertes, dejando anonadados a aquellos que los recibían. Sin uso alguno de sus poderes, tiró abajo a la mitad del grupo, dejando 4 maestros fuego preparados para saltar al ataque. 

El camión encendió el motor y arrancó directo hacia la embarcación. Si bien intentaron seguirlo, Korra los golpeó por la espalda dejando inconsciente a dos de ellos y a uno malherido.

Asami volvió a las corridas al barco, ingresando en éste, apenas vio que la morena decidía volver.

Su corazón se detuvo por un momento mientras observaba desde la barandilla. La cantidad de dudas que surgían en su cabeza eran imparables. ¿Por qué no utilizó sus poderes? Habría sido más sencillo.

—Hey, ¿todo en orden?—. Se sobresaltó por la repentina voz cerca suyo, girando su rostro y encontrándose con los ojos zafiro que la miraban con cierta preocupación e intriga. Sus manos se colocaban de manera muy personal para Asami, recordándole los momentos de hace varios años atrás.

—Sí, solo ansiosa—respondió, intentando convencerla. Sus nervios de ser descubierta espiándola, sumando a una de sus manos en su cintura, le invadieron la cabeza. Giró el rostro, mirando de reojo aquel gesto, a lo que Korra reaccionó y quitó su mano, rascando su nuca con un gesto vergonzoso.

—Lo siento...

—Está bien, sólo... no lo vuelvas a hacer—comentó con algo de dolor, observando su reacción. Su sonrisa se esfumó levemente, asintiendo mientras se giraba y le decía algo al muchacho ojiverde que le había hablado apenas llegaron al lugar.

—Uhm... ¿Señorita Sato?—cuestionó, acercándose a ella—. La jefa me indicó de darle un pequeño tour por el barco antes de zarpar.

—Está bien, me agrada la idea—. La pelinegra siguió al moreno a través del barco, mientras Korra se lamentaba lentamente por la idea de que las cosas no volverían a ser lo que fueron por arte de magia.

<<Debo traer mi cabeza a la realidad, algo como eso no puede suceder de nuevo. Debo respetar su espacio>>

Se mentalizó sobre eso, hasta que recordó.

<<Maldición, y yo que le pedí a Haru que comparta habitación conmigo. Maldición, maldición, ¡MALDICIÓN! ¡Estúpida Korra!>>

Se dirigió a su pequeño despacho, echando humo por los oídos. 

La mirada de la tripulación cuando quería comentarle algo, luego de cruzarse con ella, se bañaba en miedo. Era una persona intimidante cuando se encontraba exasperada o furiosa, inclusive cuando demostraba su seriedad ante algún asunto.

En aquel monstruo productor de terror se había convertido.

Simplemente ingresó al lugar y cerró con un portazo, observando con furia aquel saco colgado que utilizaba para descargarse mayor parte de las veces.

Comenzó a golpearlo. ¿Quiénes eran esos bandidos? ¿Quiénes se creían para enfrentarla a ella? ¿Dónde se encontraba la policía en ese entonces? Continuó golpeando con furia aquella bolsa, sin poder evitar algunos gritos que salían de lo más profundo de su alma.

—Y por aquí se encuentra el despacho de la jefa. Sólo los líderes o personas importantes pueden ingresar a éste debido a que es un espacio muy privado para ella.

—¿Más que su habitación?—cuestionó, sorprendida.

Haru se encontraba por responder a aquella pregunta pero un grito provocó que ambos se sobresaltaran, observando la puerta frente a la que estaban.

—¡Idiota!—Se escuchó, seguido de un golpe seco contra el suelo.

Ambos jóvenes se miraron entre sí, mientras el moreno se dignaba a abrir la puerta levemente luego de dos pequeños golpes.

—¿Jefa? ¿Todo en orden? Escuché un golpe seco y quería-

—Todo en orden, Haru. Por favor, retírate—. La mujer de ojos zafiro se encontraba con su frente pegada a la pared, junto a sus puños cerrados al lado, expresando la ira que le estaba costando mantener.

Asami, con curiosidad, asomó su cabeza al despacho, observando la misma imagen. Su ceño se frunció en preocupación al ver un pequeño hilo de sangre recorrer su muñeca, pero procedió a seguir al moreno y luego verificar aquella herida, cuando se encuentre más calmada.

Reencuentros [Korrasami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora