Capítulo 4

349 41 5
                                    

Ritsu abrió los ojos al escuchar el agudo llanto de un bebé, se quejó un poco, pero aun así se levantó. Tenía que hacerlo, uno no ignora a un bebé llorando, sobre todo cuando es tu propio hijo.

El pequeño Masari era un revoltoso, a sus tres meses de edad hacía a sus padres como quería, dándole a Ritsu una certeza que casi un año atrás se atrevió a pensar: sus vidas no serían un felices para siempre ni siquiera si decía te amo también.

Aquella tarde que volvieron en sí, tras días de amarse, él lo había dicho. Ambos eran adultos maduros, y ambos cargaban con culpas grandes, pero era más grande su necesidad del otro, Ritsu se había dado cuenta de ello en el momento en que el otro apareció de nuevo en su vida.

Eran el uno para el otro, lo había sentido cuando lo conoció, y entonces no entendió que amar requería más que pasión, que era compaginarse con el otro, comprenderlo y acompañarlo para ser acompañado y comprendido por el que amaba.

En aquel entonces, egoístamente, quizá, quería confirmar ese sentimiento tan terrorífico para el otro, y se molestó por no obtenerlo, entonces, como una especie de venganza, decidió hacerlo suyo y abandonarlo. Pero, con el transcurso de los años, y tras ganar madurez, se arrepintió como nunca antes se había arrepentido.

Por eso no fue capaz de volver antes, estaba demasiado avergonzado de la forma en que había actuado, y se sentía culpable por sus idiotas decisiones; pero, una vez que sintió que no podía más, aunque sin decidirse a buscar remediar nada, volvió dejando todo en manos del destino.

Y ahora estaban ahí, casi un año después de que el destino les diera una segunda oportunidad, siendo una familia e intentando desesperadamente sobrevivir a las implicaciones de eso.

No era para menos, un bebé cambia la vida para siempre, y ellos tenían dos. Al pequeño Masari y a su gemela, la pequeña Tsune, ambos tan igualitos a ellos que no podían hacer más que amarlos con locura, tanto como a sus parejas y ahora esposos.

Ritsu, medio dormido, pensando un poco de todo, levantó al pequeño revoltoso y no dejó que su renuencia a amamantar le robara más su sueño. Es decir, entre despertar y aguantar al niño llorando un rato, arriesgándose a que despertara a la beba mientras él preparaba una mamila, prefería cien veces tirarse en su cama con el crío en brazos.

Masari comenzó a comer, terminando en volverse a dormir y, justo cuando Ritsu creyó que podría volver a su sueño, su nena se comenzó a quejar.

—Masamune —gruñó el de ojos claros, empujando levemente al hombre dormido a su lado—, puedes pasarme a Tsune, por favor.

El mencionado no abrió los ojos, pero respondió con un gruñido y se levantó por la pequeña en la cuna, entonces Ritsu dejó al recién dormido Masari en la cama y puso una almohada para que le detuviera de caerse, pues luego del lugar, que había dejado vacío su amado, estaba el suelo.

Ritsu recibió a su beba ya no tan adormilado, por eso pudo ver como su esposo se tropezaba con la pata de la cama, dando uno saltitos y, tras sentarse en la cama, abrazó la almohada que Ritsu había colocado junto a su hijo y comenzó a mecerla al escuchar los quejidos de un bebé.

El omega sonrió acomodando a su nena y palmeando con suavidad el estómago de su hijo en la cama, logrando que volviera a dormir y permitiendo también que su esposo se durmiera profundamente, de nuevo, pues había logrado su cometido de acunar la almohada.

Habían sido algunos meses difíciles, sobre todo porque el cansancio se había acumulado, así que no podían hacer más que confiar en que su instinto protegería a sus dos pequeños, pues sus sentidos estaban algo dormidos, sobre todo a esa hora en que restaba bastante para ser de día.


**


Masamune sintió cómo la luz de la ventana le daba en toda la cara y abrió los ojos tras colocarse el antebrazo sobre ellos para protegerlos un poco, entonces giró el rostro para encontrar el de su amado despertando también.

Ambos dejaron la cama y abrazaron a sus bebés, entonces, con su nena en brazos, el azabache se acercó a la persona que debía toda su felicidad para decir algo que deseó por diez años decir y que, aunque decía día con día desde hacía casi un año, no se llenaba de hacerlo.

—Buenos días, amor. 


—FIN—


Y se terminó, deseo esta corta historia les haya gustado un montón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y se terminó, deseo esta corta historia les haya gustado un montón. Quería escribir algo bonito, y esto salió. Deseo lo disfrutaran un montón.

¡Besos hermosuras!

PARA SIEMPRE MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora