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El pelinegro salió de su casa con prisa, aún tenía que pasar por la casa de Atsumu y este nada que le contestaba los mensajes.
─ Mierda Atsumu contesta ─ habló con la mirada en el chat y al recargar la app por décima vez guardó su teléfono en el bolsillo trasero de su jean y caminó a su primera parada.
El día estaba bastante calmado, como para ser un sábado por la tarde, normalmente se podía escuchar mucho bullicio en esa parte de la ciudad, pero estaba mucho más tranquilo, aunque no se podía decir lo mismo del tránsito.
─ ¿Es aquí? ─ preguntó al aire mientras sacaba su teléfono y abría el chat, aún sin responder, de Atsumu, para revisar la ubicación con exactitud ─ Pues, supongo que si ─ prosiguió a tocar el timbre de la puerta y retroceder sin quitarle la mirada a la enorme puerta de madera.
─ ¿Quién es usted? ─ la voz suave de una mujer llamó la atención de Kiyoomi, dirigió su mirada hacia donde salía, era uno de los parlantes, así que supuso que aquella señora le estaría viendo en las cámaras.
─ Buenas tardes, soy Sakusa Kiyoomi, un amigo de Atsumu, ¿se encuentra él en casa? ─ dijo presionando un botón para que su voz llegara hasta donde se encontraba aquella mujer y le pudiera escuchar.
─ Ah, claro ─ hizo una pausa, algo larga ─ deje le aviso ─ dijo y cortó el contacto con Kiyoomi.
La casa de Atsumu era demasiado callada, si no se encontraba el novio de su madre ella solamente se dedicaba a descansar o a dormir en otras ocasiones seguramente hubiera añadido algo de alcohol a sus planes pero su salud estaba empezando, el doctor ya le había advertido sobre la situación riesgosa que corría su embarazo así que decidió ser un poco más consciente con aquella vida que traía en su vientre.
La señora llegó hasta la habitación del peliteñido y tocó la puerta ─ Atsumu ─ volvió a tocar la puerta, sin recibir respuesta ─ Atsumu, abajo hay un chico ─ dijo pero la respuesta fue un silencio total ─ ¡Atsumu Miya! ─ esta vez gritó mientras trataba de entrar pero la puerta estaba con seguro así que era imposible entrar a esa habitación.
─ Mande ─ habló un Atsumu adormilado y sin ganas de seguir una conversación.
─ Te están esperando afuera.
─ Yo no hice planes con nadie ─ vuelve a decir con el tono desganado sin dejar de enrollarse con una de sus sábanas.
─ Entonces le voy a decir a Kiyoomi que no vas a ir ─ habla sin importancia, sin esperar que su hijo tome un poco más de conciencia en si mismo y se de cuenta de que hace unas horas él mismo le había pedido el permiso para acompañar al muchacho pelinegro.
─ ¡No espera! ─ sale apresuradamente de su cuarto al darse cuenta del tema de conversación que trataban ─ Dile que ya salgo ─ habla agitado y se saca la baba que tenía cerca de los labios con el dorso de su mano, su madre solo lo ve y responde con un "Ok" mientras sigue bajando las escaleras.
─ Mierda ─ maldijo Atsumu en susurro tratando de arreglarse lo más rápido posible. Tardó un par de minutos y miró su teléfono por última vez antes de guardarlo, percatándose de los mensajes que Sakusa le había enviada pero en vez de responder este se dirigió al chat con su hermano "¿te gusta sakusa?" leyó por séptima vez la misma pregunta, ¿y si solamente le estaba dando demasiadas vueltas al asunto? Lo tendría que pensar después, ahora tenía que acompañar a aquel chico a su destino.
─ Atsumu ─ la voz de su madre llamó la atención del pelirubio haciendo que volteara y la mirara fijamente ─ ¿Quién es él?.
─ ¿Ah? ─ respondió sin saber a lo que se refería su madre.
─ Su cuerpo, ¿se maquilla?.
─ Ahh, sus marcas ─ pauso su habla para mirar al piso y volver su mirada hacia su madre ─ No se maquilla, simplemente no tiene, no lo haría ni por más que tuviera millones ¿sabes por qué? ─ pone una sonrisa engreída ─ Porque no todos somos como tu.
─ Atsumu, ¿algún día dejarás de odiarme? Estoy tratando de ser buena madre.
─ Oh ¿enserio?, ¿lo haces porque quieres o porque tienes miedo de que tu novio te deje al darse cuenta de la horrible persona que eres? ─ ambos se miran fijamente pero ambas miradas reflejan dos emociones diferentes, una llena de miedo y otra de rabia ─ Sabes que, no me contestes, así te libras de que te salga otra marca ─ dice mientras coge sus llaves y abre la puerta ─ Vendré en la noche, adiós mami ─ cierra la puerta dejando con un mal sabor en la boca a aquella mujer.
─ Disculpa el retraso, lo que pasa es que.. ─ trató de excusarse pero la mirada severa de Sakusa lo frenó.
─ La chica me dijo que estabas dormido, no te preocupes.
─ ¿Que chica? ─ preguntó bastante confundido, ya que en su casa no había nadie más que él y su madre.
─ Em, bueno, no sé si era una chica pero su voz era bastante suave como para ser de una mujer mucho más grande ─ responde con total honestidad.
─ Era mi madre ─ Atsumu estaba acostumbrado a que las personas de su alrededor confundieran la edad de su madre.
─ Oh, bueno como dijiste que tu madre era bastante estricta creí que su voz sería más gruesa.
─ Lo sé.
─ Oye, por cierto ─ habló e hizo una pausa que confundió a Atsumu ─ ¿Te lavaste bien la cara? Aún pareces dormido.
Atsumu solo respondió con un "Perdón" y ambos adolescentes empezaron a caminar. No paso mucho tiempo pero cuando Atsumu sintió que la caminata se empezó a hacer muy larga se comenzó a quejar, repitiendo varias veces que era más rápido coger un taxi o subirse a un bus, pero la realidad era de que el Hospital no estaba tan lejos de donde era la casa del pelirubio, pero por más que Sakusa me dijera eso a Atsumu este seguía quejandose.
─ ¡Ya sé! ─ dijo emocionado, se detuvo así que eso causó que Sakusa también lo hiciera y se diera el tiempo de escucharlo ─ ¿Y si corremos?.
─ No ─ respondió sin más y siguió caminando.
─ Haz elegido el camino del dolor.
─ Toda mi vida ─ habló pero antes de que pudiera decir algo más sintió como su mano era agarrada y todo su cuerpo se movía en la dirección que demandaba el rubio. La fría brisa que tocaba la cara de ambos se sentía de maravilla, la risa de Atsumu hacia sentir a Sakusa en calma, y mientras trataba de no quejarse y seguirle el paso se dio cuenta de que quería escuchar era risa para siempre y quizá por primera vez en su vida sus muecas dejaron de ser eso para convertirse en una sonrisa, bastante pequeña y apenada sin embargo sus emociones se sintieron reales, todo su mundo se había colapsado y solo eran ellos dos contra lo que iban afrontar, pero ambos sabían que estaría bien. Supieron que llegaron al hospital cuando vieron al enorme edificio enfrente de sus narices.
─ ¿Estás listo? ─ preguntó Atsumu con su mirada en el pelinegro.
─ Debo de estarlo.
Sakusa fue el primero en avanzar pero el su muñeca fue tomada fuertemente por Atsumu causando que volviera a la vereda mientras veía un carro a toda velocidad pasar por sus ojos.
─ ¡Ten cuidado! ─ regañó ─ Cruzaremos juntos, ven ─ terminó de decir y trató de agarrar bien la mano de Sakusa para cruzar.
Terminaron cruzando la calle más lento de lo que tenían planeado, las doble vía sin duda eran demasiado peligrosas pero lograron pasar sanos y salvos así que agradecieron el hecho de que no hubiera tanto movimiento.
Entraron al enorme hospital y el olor de antisépticos, medicinas y ambientales combinado con el frío aire que producía el aire acondicionado inundó las fosas nasales de ambos pero aquella esencia fue percibida diferente por parte de ambos muchachos. Las miradas por parte de los pacientes y los médicos que se encontraban ahí se posaron en Sakusa, el teñido, por primera vez deseó no ser Sakusa, el tener todas las miradas en ti y no quererlas era lo peor que quiza alguien quisiera, saber y no saber lo que dicen, es algo que no muchos soportarían.
─ Buenas tardes señorita ─ hizo una pausa para ver la pequeña tarjeta de identificación que yacía en el bolsillo derecho de su blusa ─ Señorita Yachi, em vengo a ver a la señora Yangmin.
Atsumu volvió su mirada hacía Sakusa al escuchar como decía un nombre coreano, ¿Así que su madre no era nativa de Japón?.
─ Ah, claro, déjeme que reviso unas cosas y le daré el pase ─ dice y procede a escribir rápidamente en el teclado de la computadora pero no deja de mirar con curiosidad los brazos de Sakusa, obviamente con la sorpresa de que no tenga marcas ─ ¿Me dice su nombre?, por favor.
─ Sakusa kiyoomi.
─ ¿Y su acompañante? ¿Él también va a entar o se va a quedar acá?.
─ Va a entrar.
─ De acuerdo, supongo.. que ya conocerá el camino.
─ Así es gracias.
Empiezan a caminar en un largo pasillo, Atsumu gira su mirada hacía todas las puertas que ve abiertas intentando satisfacer su imaginación aunque sea un poco.
─ Deja de husmear, es de mala educación.
─ Solo estoy viendo.
─ Pues no veas ─ dice y se asegura de que Atsumu mantenga su mirada al frente aunque este sigue renegando ─ Vamos, tenemos que subir.
Suben al elevador en total silencio y mientras Sakusa coloca el piso a donde van Atsumu aprovecha a sacar su teléfono y tomarse un par de fotos en el espejo del elevador.
─ Nunca me dijiste que tu mamá es coreana.
─ No lo vi necesario
─ Aún así debiste habermelo dicho ─ reclamó mientras hacia un ligero puchero.
─ Ahora ya lo sabes.
Atsumu sabía que la forma en la que Sakusa solía interpretar su nerviosismo era mediante actitudes un poco bruscas era algo que quizá él consideraba una forma de expresarse, aunque si alguien que no conociera sobre su condición viera como reacciona quizá pensaría que simplemente está siendo desconsiderado.
El pelirubio dio un gran bostezo, tratando de quitarle importancia al tema sin embargo al ver como Sakusa movía su pierna derecha frenéticamente se acercó a él y le agarró las manos encerrandolas en las suyas tratando de que estas entraran en calor.
─ ¿Qué haces? ─ preguntó con un mirada extrañada hacia el otro chico
─ Me di cuenta de que cuando estás nervioso tus manos se enfrían ─ dijo sin quitar la vista en sus manos unidas ─ También que mueves mucho tus piernas.
Sin pensarlo mucho Sakusa se dejó llevar por calor que Atsumu le otorgaba, solo esperando a que las cosas con su madre no se pongan tan turbulentas y tenga que hablar de más en frente de él.
El elevador al fin llegó al piso que ellos irían y se bajaron, de nuevo pasaron por un gran pasillo hasta encontrar la habitación de la madre de Sakusa.
Era el típico cuarto de un hospital, blanco, totalmente desolado, el olor de medicamento se hizo mucho más fuerte al entrar ahí, el sonido de una maquina y de las leves gotas cayendo desde un suero, todo eso que podía describirse y aunque nunca hayas visto uno, sentir el dolor de ver a alguien en una situación enfermiza.
─ Kiyoomi, llegaste ─ habló suavemente mientras se acomodaba, con dificultad, en la cama.
─ Pero mamá, no te muevas tanto ─ corrió rápidamente hacia donde se encontraba su madre recostada y le impidió moverse mucho más, teniendo cuidado de no hacerle más daño.
─ Estoy bien hijo, solamente un poco fatigada ─ dijo arrastrando las palabras ─ ¿Quién es él? ─ señaló en dirección a la puerta donde se encontraba Atsumu.
─ Es un amigo.
─ ¿Y por qué no entra? ─ cuestionó ─ Oye, joven, venga para acá, que no muerdo ─ trató de sonreír pero su aspecto tan pálido y enfermo hizo que aquella sonrisa se viera como una mueca y toda su imagen se viera como un cuadro con tonos fríos y tristes.
─ Um claro, con permiso ─ finalmente entró al cuarto y se sentó en uno de los sillones ubicados al lado de la cama. Así que ella era aquella mujer en esas fotografías, pero justo ahora todo rastro de felicidad se había ido, solo quedaba una señora flaca, llena de moretones y bultos, algunos más pequeños que otros pero visibles.
─ ¿No vino tu abuela hoy?.
─ Creo que se siente mal desde la vez que le reclamaste el no haberte salvado antes.
─ Mierda, ese día me comporte como una estúpida, me arrepiento demasiado de eso, pídele disculpas de mi parte, por favor.
─ Claro.
Lentamente la noche tomó lugar en el cielo, los colores cálidos se iban mezclando con los fríos y cuando esta por fin recubrio todo el cielo ambos adolescentes sabían que debían irse a sus casas.
─ Kiyoomi, antes de que te vayas, ¿me puedes traer un vaso de agua?
─ Um claro ─ respondió y salió de la habitación para buscar lo pedido
─ Gracias.
─ ¿Eh?.
─ Gracias por acompañar a Kiyoomi, se lo difícil que es para él verme en esta situación, siempre odie el ser tan estúpida como para dejar que mi vida afectara la suya también ─ explicó, sus lágrimas no tardaron en aparecer y con ellas unas disculpas por la escena que había formado.
─ No no, no se preocupe, está bien, todos debemos de desahogarnos alguna vez, y usted se mantiene muy fuerte en frente de Omi ─ dijo con una media sonrisa que transmitía tranquilidad.
─ Me gustaría que Kiyoomi se desahogara de alguna forma ─ pauso su habla por un momento y vio directamente a Atsumu ─ ¿Él ya te dijo sobre su problema, no?
─ ¿Sobre sus amígdalas cerebrales?
─ Así que ya te dijo, cuando era pequeño él lo solía decir a todos, nunca le gustó mentir, pero gracias a eso miles de chicos le empezaron a hacer bullying o solo se acercaban para aprovecharse de su honestidad ─ dio una sonrisa ─ Le debes de importar mucho como para que te lo haya dicho, por favor, cuida de él, no se cuanto más podré estar en este mundo y por lo menos quisiera que su entorno fuera feliz.
─ Lo prometo.
─ Mamá, aquí está ─ entró con el vaso de agua y lo colocó en la mesita de al lado.
─ Gracias Kiyo ─ sonríe ─ Listo niños, es mejor que ya se vayan, las noches pueden ser muy peligrosas.
─ Lo sé mamá, te veo en unos días, descansa ─ habla Sakusa y se retira lentamente de la habitación en compañía de Atsumu.
─ Oye, ¿puedo preguntarte algo?.
─ Lo que tiene mi madre es leucemia linfoblástica aguda, aún no sabemos si puede ser posible salvarla pero con el porcentaje tan bajo de probabilidad es algo imposible ─ suspira ─ ¿alguna otra pregunta?
─ ¿Por qué se culpa tanto? ─ habla pero sale demasiado bajo, casi como un susurro, como si no quisiera descubrir la respuesta.
─ La gente cambia y se da cuenta de sus errores, vivimos un mundo donde los mentirosos llevan una condena que no se elimina incluso cuando morimos, mi madre se arrepiente de muchas cosas, la carga que ella lleva es injusta, nunca debió sufrir en primer lugar, pero aún así lo hace ─ hace una pausa ─ la mayoría de personas que no merecen nada malo lo hacen.
─ Umm, entiendo.
La verdad era que no entendía, Sakusa cada que explicaba algo parecía darle vueltas al mismo tema, como si no quisiera revelar cosas que pudieran perjudicarle, en realidad ¿él tenía miedo de que la forma que lo veían los demás afectara si contaba o no toda la historia? Sea como sea, Atsumu estaba seguro de que Sakusa podía, por lo menos, sentir algo aunque esto fuera muy poco.
─ Oye.
─ Dime.
─ ¿Podemos ir a un lugar antes? ─ propone
─ ¿No crees que es muy tarde para eso? Tu mamá se va a preocupar y mi abuela también.
─ Pero va a ser rápido ─ dice insistentemente ─ Dale omi.
Suspiró ─ Okey.
El sonido de los carros en la autopista se hacía cada vez menos audible preocupando a Sakusa ¿a donde chuchas lo estaba llevando Atsumu?, aunque bueno la pregunta se la venía haciendo hace mucho desde que vio como el pelirubio entraba por un callejón no muy amigable que digamos sin embargo no había señal de duda en su cara así que simplemente se dejó guiar por él.
Poco a poco la luz de la noche al fin fue visualizada y Atsumu río en voz baja tratando de no molestar ni asustar a las demás personas de esa calle.
─ Ven ─ susurró.
Sakusa le hizo caso y se metió por una pequeña abertura que estaba escondida en toda esas plantas, siendo sinceros los dos odiaron pasar por ese lugar pero al ver el hermoso prado que se encontraba al otro lado se quedaron sin palabras aunque por razones obvias Sakusa fue el más extrañado de ambos.
─ Esto, ¿que es esto? ─ gritó con suavidad causando una seña de silencio en Atsumu.
─ Cuando estaba triste, o enojado, y no quería ver a mi madre venía acá, este lugar es tan silencioso que me hacía sentir en calma conmigo.
Aunque Sakusa había pedido explicaciones la verdad es que no le había prestado mucha atención a su pequeño discurso, su curiosidad se encontraba totalmente en el césped y los árboles cercanos, el sonido de los insectos y la serenidad de la noche.
─ ¡No te acerques ahí! ─ exclamó justo cuando Sakusa intentaba avanzar más.
─ ¿Por qué?.
─ Primero, te tengo que mostrar otra cosa.
De nuevo, guiado por el pelirubio, Sakusa y él subieron una pequeña loma que daba una vista perfecta a la enorme ciudad en la que habitaban.
─ Grita.
─ ¿Qué?
─ Solo hazlo, grita algo, desahogate, ¿haz pasado por mucho no es así? Te has sentido mal por todo lo que pasó y aunque no sepa ni un carajo sobre lo que pudo afectarte al final todo será un recuerdo, algo de lo que podrás reir, llorar, festejar, gritar, y todo está bien.
─ No quiero gritar
─ a
Se ríe ─ Perdón, no me gusta el bullicio, pero, gracias ─ lo mira ─ gracias por ser mi pintura amarilla.
─ ¿Tu pintura amarilla? ─ repite las palabras con bastante confusión.
─ Eres un inculto ─ vuelve a su típica expresión ─ ¿podemos bajar? Hace bastante frío acá arriba.
─ Ah si, si claro ─ dice mientras bajan de la colina ─ Te voy a enseñar el secreto del pasto.
Atsumu se ríe escandalosamente tratando de sonar un poco misterioso pero sin éxito, una vez abajo le dice a Kiyoomi que se entre lentamente en aquel césped y luego pase sus manos por esas plantas, él lo hace que su acción causa que miles de luciérnagas emprendan su vuelo, la luz de estas ilumina todo pero para los ojos de Atsumu lo que está siendo iluminado es el adolescente pelinegro que está demasiado concentrado viendo como cada luciérnaga sube y vuela. Atsumu mira detalladamente a Sakusa, casi como si quisiera guardar todo esto en su mente, cada luz, cada risa, la manera en la que sus ojos son iluminados por la lucecita de las luciérnagas, no tarda en sacar su teléfono para tomar una foto, sin duda él había encontrado una paz en los ojos de Sakusa, una paz que ya había perdido hace mucho tiempo cuando miraba al cielo.

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