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—Miedo...— susurró Soid—, sienten miedo— dijo mirando a Osdi.

Osdi respiró hondo.

—Ahora estaremos bien, nada nos pasará— dijo sonriendo.

El peso del cuerpo del hombre que estaba muriendo, el de los ojos rojos, se hizo tan grande que se desequilibró hacia adelante, hacia la dirección en donde ya no había piso sino una caída libre bastante larga.

La espada de Gabriel no salió a tiempo para cuando Osdi debió sacarla y junto con el hombre de los ojos rojos, el de los ojitos lila se fue con él.

—¡Osdi! — gritó Soid llorando. 

 

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Entre Ojitos Lilas y Celestes (Creación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora