Capítulo 1: Caída Libre

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— Uno. Dos. Tres. Cuatro.

Doflamingo contó cada latigazo sobre la piel de la muchacha frente a él. Tal vez dejaran cicatrices imborrables, o tal vez desaparecieran en apenas unos días. Fuera cual fuera el resultado de aquello, Doflamingo parecía ignorar las consecuencias.

— No sé por qué aún no entiendes que te pido que me obedezcas y me seas honesta por tu seguridad. ¿Me dirás ahora quién es ese chico ahora?

El rubio escuchó por un instante removerse a su presa. La melena rojiza de la joven se deslizó por sus hombros mientras Doflamingo se giraba al muchacho a su lado. Impaciente, el Guerrero del Mar levantó una mano y tiró de los hilos. Pudo escuchar la respiración entrecortada resonar en la sala y sonrió con satisfacción mientras observaba el cuerpo del muchacho levantado en el aire. Sus ojos examinaron al joven por un instante y su mano regresó su atención a los hilos, cuyo impacto contra la piel resonó por la sala. La joven cerró los ojos instintivamente, aún apretando los puños con fuerza. Las marcas en su espalda escocían, pero más notaba la sensación de culpabilidad crecer en el interior de su pecho.

— Cinco. Seis. Siete. Ocho. Esto es una causa perdida.

El Guerrero del Mar recogió los hilos y ambos cayeron al suelo. A zancadas, se acercó a la pelirroja y la obligó a mirarlo a la cara. El tirón la hizo toser, manchando el suelo de sangre y sudor. Sus manos alcanzaron el brazo de Doflamingo, quien sonrió al ver que aún le quedaba energía.

— No te pediré de nuevo su nombre, no creo que ese mocoso vuelva a aparecer, pero espero que hayas aprendido la lección.

La joven asintió con fuerza mientras se mordía el labio para retener las lágrimas, sin éxito. Doflamingo deslizó su mano por la mejilla de la muchacha y finalmente la atrajo en un abrazo.

— Yo... No debí ocultarte nada... Lo siento mucho....

El rubio sonrió satisfecho y soltó a la muchacha en el suelo de nuevo. Se giró y sacudió sus manos para quitarse los restos de sangre y volvió su atención de nuevo a los dos castigados.

— Es todo por tu propio bien, Junie— la joven cerró los ojos mientras la mano de Doflamingo acariciaba su cabeza—. Mi pequeña... Solo yo puedo mantenerte a salvo.

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— Esperaba que esta isla fuese más interesante...— el tono de la joven intentaba marcar lo máximo posible su disconformidad—. ¿Qué demonios te divierte tanto de este tipo de sitios?

Aquella intranquila muchacha, de cabello rojizo y ojos dorados, observó a los piratas de Bellamy. Sus piernas se cruzaron mientras se echaba atrás unos mechones rebeldes para apartarlos de su rostro. Pudo notar la mirada del anfitrión de aquella visita sobre su pantalón desgarbado y sus botas de construcción, ambas aún cubiertas de barro y sangre de batallas anteriores.

Sin embargo, más que desagrado, pudo sentir que aquel hombre parecía entusiasmado por ello.

— Ya veo que cuesta impresionar a Bad Beat— Bellamy soltó una carcajada—. Solo llevas unas horas aquí, no lo entenderías. Cuanto más tranquila, más miedo te tienen cuando llegas, ¿no?

Quizás era la respuesta exacta que buscaba. La joven se apoyó en la barra con el codo y se inclinó hacia delante, acercándose a Bellamy. Por un instante el rubio vaciló, pero los gestos de la muchacha le convencieron de que su comportamiento era inofensivo. No era particularmente discreta sobre sus defensas, estaba claro que bajo un jersey de cuello alto ajustado era difícil esconder un arma— especialmente cuando había elegido uno sin mangas para aquel encuentro.

ValquiriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora