Siete.

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Mantuve mi mirada todo lo que pude y por un momento pensé que había entrado en una especie de concurso haber quién soportaba más la mirada de su contrincante. Finalmente, me rendí y me volví hacia Matt.

—¿Quieres que nos vayamos? —me preguntó.

—No, ignóralo.

—Está bien.

Llegaron nuestras órdenes y comenzamos a comer. Realmente estaba hambrienta y el sushi me cayó como anillo al dedo, era delicioso. La compañía de Matt era muy agradable, charlamos sobre muchas cosas: de Diane, el clima, de vuelta a Diane, los niños, los padres, coches, Irlanda, películas, libros...

Después de un buen rato, Matt pidió la cuenta puesto que tenía que volver a trabajar. Pagó y recordé a Tyler que estaba a unas mesas alejado de nosotros, tuve tentación de voltear a ver si seguía ahí, pero me mantuve firme en ignorarlo. El hermano de Diane fue al baño y saqué mi celular para checar la hora y planificar un poco mi tarde; seguramente cuando llegara a la casa en la playa, lavaría ropa, limpiaría mi cuarto y organizaría mis papeles para la universidad. No tardé más de dos segundos enfrascada en mi celular que, cuando despegué mi mirada de la pantalla, Tyler estaba sentado justo frente a mí.

—Emma, debemos hablar.

—No, ahora vete —pedí.

—¡Por favor! —pidió—. Sé que te debí de haber dicho quién era desde el principio pero cuando traté de hacerlo, te negaste. No soy del todo culpable.

—No es el momento, Matt regresará...

—¿Y?

—Escucha, regresaré a la casa de la playa en un rato más. ¿Nos vemos allá, vale?

—De acuerdo, en un rato te veo —repuso poco convencido y se fue de nuevo a su mesa.

Matt salió y nos fuimos directo a su coche. Cuarto de hora después ya estaba en el porche, Matt me abrió al puerta de la casa y después de ver que Diane estuviera dentro, se despidió.

—Fue una linda tarde —me dijo en el umbral de la puerta.

—Sí, gracias.

—Bueno, me voy. Al rato vuelvo.

—Está bien —cerré la puerta.

Diane bajó las escaleras con una enorme sonrisa.

—¡Le encantas! —declaró.

—¡Basta, Diane!

—¡Agh! De acuerdo. No lo gustas, te odia —repuso sarcásticamente.

Puse los ojos en blanco. Diane y yo continuamos charlando sobre mi día en la fundación hasta que se acordó que estaba por empezar una película, me invitó a verla pero me negué sabiendo que en cualquier momento aparecería Tyler. Y ese cualquier momento llegó. Minutos después el timbre sonó.

—¿Qué quieres? —dije en cuanto vi a Tyler en el porche.

—Hablar y probablemente disculparme.

—Te escucho.

Tyler pasó una mano por su cabello mientras soltaba un largo suspiro, yo me limité a cruzarme de brazos y recargarme sobre el marco de la puerta.

—Emma, es que... ¡haces todo esto tan complicado!

—¿Por?

—Porque nunca quisiste saber mi nombre, ¿ya?

—Me suena más a reclamo que disculpa...

—Tal vez porque en parte lo es...

—¡Sí, exacto! No quise saber tu nombre porque con ellos traería todos tus defectos y todo tu pasado, tu presente... ¡saber quién realmente eres rompió el hechizo!

Para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora