Vida

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A veces siento que se me va la vida
y que me pasa por encima.

Que no hago las cosas que quiero
y, cuando las hago,
no salen ni un poco parecidas a mis sueños.

Solo lo lamento.

Me gustaría haber esperado el diagnóstico del médico,
y no aguantar antes de tiempo
los ojos llenos de lástima
por una vida joven
que desde los trece —al parecer—,
no tiene arreglo.

Y es aquí cuando digo que lidiar conmigo no es fácil,
y que cuánto lo lamento.

Me pregunto cuándo dejaré de ser las lágrimas recurrentes de mis padres
y el futuro de mis abuelos.

¿Cuándo podré ser yo,
sin que se sienta un peso?

O tal vez debería dejar
que todos los demás me hagan a mí
mientras yo me hago de ellos.

Tal vez,
así no tendría que lidiar
con sus llantos sin consuelo
y sus abrazos sin afecto.

No tendría que lidiar
ni con mi propio cuerpo,
cuyo único indicio de realidad que me da,
para mi desgracia,
no es mi propio reflejo
—pues, lo miro y no lo veo—,
sino una enfermedad rara
que me llena de desprecio.

Una enfermedad
que me arranca(rá)
el amor del pecho
y, además,
me condena(rá)
al eterno sufrimiento.

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⏰ Última actualización: May 04, 2021 ⏰

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