3. Esposas

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Los rayos de sol se filtran por la ventana hasta impactar en mi rostro

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Los rayos de sol se filtran por la ventana hasta impactar en mi rostro. Siento su cuerpo desnudo junto al mío mientras sus brazos me rodean. Su respiración es calmada y se que aún no está despierta. Parece inofensiva mientras duerme y cuesta creer la realidad.

Los recuerdos de anoche invaden mi mente. Besos y caricias. Sus labios fueron peor que cualquier droga y su piel igual de suave que el terciopelo.

Me levanto con cuidado, me pongo algo de ropa y suspiro aliviada al ver que no se despierta. A pesar de todo lo sucedido, de lo bien que me sentí aquella noche la preocupación invade mi cuerpo. Mis sentimientos no debían afectar a mi trabajo y lo había incumplido con todas las de la ley. Siento culpa e incluso desprecio hacia mi misma. No sé qué decisión tomar, pero me doy cuenta de que nunca más tendré una oportunidad así para atraparla.

De todos modos algo me dice que no lo haga, me dice que la deje ir y que todo siga como siempre. Incluso me dice que escapemos juntas, pero no se trata de eso, a pesar de lo que siento, no puedo perdonar todo lo que ha hecho. He de seguir mi deber.

—¿Ya te has despertado?—ella bosteza con pereza antes de abrir los ojos.

Su cuerpo es tan bello y cálido que me duele hasta mirarlo. Ella me dedica una leve sonrisa a la vez que empieza a coger su ropa y a ponérsela con cuidado.

—Voy a buscar algo de ese té tan malo que ambas sabemos que en realidad te gusta—sonrío observándola.

Ella asiente, parece confiada conmigo y nunca la había visto tan contenta. Al bajar cojo un par de esposas y me las guardo en el bolsillo trasero del pantalón que me he puesto. También cojo dos tazas y empiezo a hacer el té pensando en todo lo que vendrá a continuación.

—Aquí tienes.

—Gracias inspectora—ella ríe y noto mi garganta arder por la culpa de lo que voy a hacer—La verdad es que sabe mejor si tú también lo tomas conmigo.

De pronto no la veo como una criminal. Parece una chica joven más, una chica con un pasado duro y a la que le gusta el té. Alguien a quien su vida se le fue arrebatada. Me duele, pero mantengo mis pensamientos fríos.

Cuando ha dado un segundo sorbo al té cojo su taza con cuidado y la dejo en la mesa junto a la mía. Ella me mira con curiosidad. Yo me acerco a ella y la beso de nuevo aprovechando su posición.

—¿No has tenido suficiente con lo de esta noche?—pregunta con diversión.

Ella sonríe de forma juguetona e intensifica el beso. Yo la beso con ganas. Lo disfruto porque sé que ese beso será el último que pueda darle. Me duele, claro que me duele, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Separo mis labios de los suyos con lentitud cuando escucho un click.

Sé que las esposas han hecho su función y su mirada de confusión hace que note una presión desagradable en el pecho.

—¿Kyouka?

Dulce ladrona | MomoJirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora