El fantasma del templo

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Capítulo 2

Los dos niños se tuvieron que escabullir de entre la multitud, para que ningún adulto los detuviera. De cualquier forma, con tanto alboroto de entre si buscar la herencia o empacar cosas, no es como que estuvieran muy al pendientes de los niños. En ocasiones el odio llegaba a ser tal, que ante sus mentes se desvanecían todos los otros peligros que corrían. Mientras las razas no estuviesen juntas, eran prácticamente inmortales. 

Hariq y Perliká no llevaban más que solo sus mochilas con comida, ni los guantes llevaban puestos. Era necesario tener las manos libres por si algo los atacara. Solamente Perliká llevaba su libro de historia consigo, para no olvidar datos importante sobre la leyenda.  

   - Perliká, mira esto - Dice Hariq mientras mira hacía arriba la inmensa construcción piramidal de piedra. La boca se le abrió completamente de la impresión.

Perliká también estaba impresionada, era una arquitectura tan buena que, pese a los años se seguía viendo hermoso. Era una pirámide de piedra, que por el tiempo, ya era musgosa y verdosa. Aunque por su pequeñez no lo notaban, era una construcción de 8 pisos, con escaleras que llegaban a la cima. 

Había varias entradas, todas selladas. Solamente la entrada principal seguía siendo funcional. Era un gran portón de piedra igualmente verdosa, las esquinas inferiores estaban llenas de lodo y moho. Era cubierta por un marco color oscuro, y en las esquinas superiores este marco estaba decorado con adornos en forma de brasas y rocíos. Así pues, tenía algunas hendiduras hechas hacia dentro por mera estética. Y en el centro, estaba dibujado un logotipo, era el conocido como señalamiento de géneros, el representativo del masculino era color rojo, ubicado a la izquierda. Y el femenino era de color azul, ubicado a la derecha, siendo que estaban entrelazados, tal vez representando la unión. 

La puerta no tenía cerrojo alguno, era una puerta común y ya está. 

   - Oye Hariq, ¿si sabes que si entramos, es posible que nunca volvamos a salir?

   - ¿Acaso te da miedo? Vamos, no perdemos nada, además, si morimos, moriremos juntos

   - Lo dices como si fuéramos más que amigos

   - Ya, vamos a entrar.

Entre los dos niños empujan la puerta, era pesada, pero muy removible. El sitio por dentro era demasiado oscuro, solo se podía llegar a ver por la luz que provenía de la entrada. Había pasado tanto tiempo de que nadie habría esa puerta, que los bichos salieron despavoridos, como si la luz solar los quemara. 

Hariq por naturaleza de ser fuego, podía iluminar todo a su pasó. ¿Y qué había de Perliká? Pues, ella también brillaba a su antojo. 

   - ¿Vas a poder ver en la oscuridad? - Pregunta Hariq

   - ¿Qué si puedo? - Responde la niña al momento que se enciende y produce su propia luz azulada - ¡Claro que puedo! Por algo me llamo Perliká. 

Cuando se introdujeron lo suficiente en el interior, la puerta de la entrada se cerró... Y lo peor de todo era que solo se habría empujándola de afuera hacía adentro, ¡Eso quería decir que quedaron atrapados allí!

Nah, eso fue lo que pensaron. La puerta se podía abrir de adentro también, pero venían buscando riqueza, ¿no? No había por que regresar ya. 


Explorando el castillo, este tenía todo lo propio de un palacio real, un comedor, habitaciones, letrinas. Los muebles eran de piedra, y los de madera, bueno, ya estaba más que podridos. Fue en la aparente sala de tronos, en más o menos el tercer piso, que encontraron una cosa muy curiosa. En la pared, adyacente al trono del rey (sabían que era del rey por que poseía el mismo símbolo rojo de la entrada) había una pintura. No era cualquier pintura. Tenía forma de un árbol, pero no poseía hojas.  En lugar de hojas, al final de cada rama y a lo largo de cada dobles, como nodos, se retrataba la forma de una joya. Eran joyas de diferentes formas, había triangulares, hexagonales y en forma de diamante en las puntas. Pero más que una pintura parecía un mapa. Era un mapa. 

Fireboy and Watergirl: La leyenda del templo de fuego y aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora