XXII

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Malentendido.

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Rick sentía que todos sus días eran una copia exacta. Después de clases iba directo a la florería de su madre para ayudarla como un empleado más, pero con la diferencia de que él no tenía una paga. Era su castigo, su maldición.

Soltó un suspiro viendo a través de la puerta de vidrio cómo la gente y los coches pasaban frente al local, como si se burlaran de su horrenda vida. ¿Por qué su vida tenía que ser así? Cada que sus dedos estaban tan cerca de tocar la libertad, su madre lo regresaba a la triste realidad con algún regaño por ser tan despistado, por dejar caer alguna maceta y derramar la tierra en el limpio piso, o por simplemente no prestar atención.

Sus calificaciones estaban bajando y en realidad no podía evitarlo, estaba cansado de ser oprimido por su madre pero no tenía el valor de hablar y revelarse. Quería ser como David, su ex compañero de clases y actual pareja desde hace dos semanas.

A veces le envidiaba porque hacía lo que quería sin detenerse a pensar en los demás. Su corazón latió con fuerza en su pecho al verlo pasar, reconoció su risa escandalosa, estaba con su grupo de amigos, probablemente pensando en a quién joderle la tarde. Y detrás de ellos iba un chico de cabellos negros, con la mirada perdida en el suelo.

Míralos, holgazanes sin futuro.

Sólo asintió ante lo dicho por su madre y siguió con su siguiente tarea en el local.

Por otro lado, Syd se sentía fuera de lugar, como un estorbo o un bicho raro. Deseaba estar en casa y que Roger le ayudara a aprender palabras y frases nuevas en inglés, le gustaba pasar tiempo con ese hombre tan increíble y maravilloso que llegó a su vida gracias a la señorita Melanie.

Sus mejillas se pusieron calientes y rosadas, no precisamente por el ardiente sol, sino por pensar en Roger. Ese día, el mayor tuvo un asunto importante que tratar, pero le prometió que pasarían la noche viendo películas en la sala del departamento mientras Gilmour trabajaba.

Las risas de David y sus amigos se comenzaban a escuchar lejanas pues dejó de prestarles atención y se concentró en el chico de ojos bonitos que habitaba en su cabeza. Sacó su teléfono del bolsillo trasero del pantalón y buscó su número, sólo quería saludar y escuchar su voz.

Detuvo sus pasos enfrente de una cafetería para no chocar con algo o alguien. Pulsó el ícono de llamada y luego colocó el aparato en su oído derecho, suspiró al oír el primer timbre. Sus ojos se desviaron al interior del local con olor exquisito a café y de pronto sintió que todo se derrumbaba en su interior.

Allí dentro estaba Roger, acompañado de la señorita Judith, quien le estaba tomando de la mano por encima de la mesa y Waters no la apartaba, sólo la veía a los ojos. ¿Qué significaba lo que estaba presenciando?

"Te lo dije, él no te ama. ¿Quién en su sano juicio amaría o querría a un niño como tú?"

Tal vez tenga razón murmuró dando la razón a la voz de su cabeza. El teléfono resbaló de sus manos al igual que algunas lágrimas por sus mejillas.

David notó la ausencia de su amigo al cruzar la avenida, se giró y comenzó a buscarlo con la mirada muy asustado, hasta que lo encontró petrificado viendo hacia la tienda.

¡Syd, por aquí! le gritó pero el chico salió corriendo, empujando a cada persona que se atravesaba en su camino.

Los planes de Roger para ese día de viernes eran sencillos, tenía un asunto que tratar por la mañana así que le dijo a Syd que no tendrían clase pero le prometió pasar tiempo juntos por la noche.

Destined - Sydger / Wrightmour Donde viven las historias. Descúbrelo ahora