DE VUELTA A CASA

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11 de julio de 2019

Mi mente estaba ausente, rodando en el anillo que me regaló Alejandro hace tanto tiempo. Rodaba y rodaba. Como un hámster no era capaz de escapar de ella. Sentía que tenía que seguir rodando en aquellos recuerdos porque si no me precipitaría hacia un vacío, hacia un vacío que muy bien conocía.

Seguramente Marcos me estaría hablando de los miles de casos parecidos a los de Alejandro y de la corrupción que ocurría a menudo. Sin embargo, no era capaz de salir de esa rueda. O eso creía hasta que me tocó la mano.

- ¿Estás bien?

Ya era la segunda vez que me lo preguntaba y no me apetecía seguir mintiendo a una persona que había compartido el mismo dolor que el que yo tuve que soportar. Le dije que sí y me excusé diciendo que estaba cansada, lo cual, era verdad parcialmente. Me dio las buenas noches y me hizo prometer que nos volveríamos a ver.

Empecé a caminar mirando el comienzo de las 9 de la noche que era engañado por el Sol que no se quería poner. Me entusiasmaba caminar, pero no hacía nada más que mirar el pasado de una vida que me habría gustado vivir para siempre porque aún caminando, me sentía en una jaula, la jaula que me hacía estar atrapada en un constante déjà vu pensando en lo que pasaría si Alejandro me pudiera dar la mano.

Compré otro helado y me senté en un banco. Pensé en una noche como aquella con otro de esos recuerdos fugaces y se me escapó una sonrisa. Los árboles ondeaban sus hojas que, aún siendo uno de los días más calurosos del verano, tenían un color verde brillante y húmedo. Entonces mi mirada acabó en el parque en el que unos niños jugaban. En concreto, el balancín estaba ocupado por dos niños que tendrían más o menos ocho años. Subía y bajaba. Subía y bajaba. Y así formaba un ciclo parecido al que estaba ocurriendo en mi cabeza.

Entonces, miré más allá de aquel oxidado balancín. Una figura parecía acercarse. En la distancia, no podía apreciar los rasgos del aspecto de aquella figura. Parecía un poco más alta que yo y tenía los rasgos característicos de un hombre. Entonces alzó la cabeza y pude volver a presenciar su figura. Era Alejandro. Otra vez esos ojos marrones. Me acerqué sin apartar la mirada de él pensando que, de esa manera, no se esfumaría como la otra vez.

Daba un paso tras otro hasta llegar al balancín. Y entonces, PUM. El niño subido en el balancín se cayó y no podía parar de llorar. Pedí perdón unas seis veces al que parecía su padre. Cuando me dispuse a seguir mi camino, observé que ya no estaba allí. Di vueltas en el mismo sitio pensando que estaría por el parque, pero no parecía que estuviese allí. Fue en ese momento en el que decidí que me tenía que irme a dormir mientras me quedaba de pie escuchando los llantos de un niño pequeño y dándome cuenta de que ya era el segundo helado malgastado del día, ya que, este yacía en el suelo o lo que quedaba de él.

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⏰ Última actualización: May 06, 2021 ⏰

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