Con su elegante andar, caminaba sin dirección fija, sólo guiado por sus instintos al querer encontrar la espada de su padre, que siglos atrás se le fue negada al dar su respuesta.
El no tenía nada que proteger, y estaba seguro que jamás tendría a quien proteger salvo él mismo. Solo estaba él y nadie más, se preocupaba por si mismo y poco importismo a todo lo que estaba a su alrededor.
— Hazte a un lado — demandó al ver como un humano se interponía en su camino.
— un demonio — escucho.
Sabía que era una sacerdotisa, con una armadura que cubría su pecho, abdomen y hombros, sin mencionar la espada que tenía en la mano, más una nekomata que estaba a su lado.
— en tu corazón hay mucho rencor, envidia y odio... ¿a que se debe tanta maldad? — pregunto sin si quiera inmutarse ante la demanda de este.
— a un lado — volvió a repetir dando un paso más para intimidarla, cosa que no funcionó.
La mujer no se movió ni un tampoco y tampoco dijo nada... Ya que una voz molesta se escucho no muy lejos del dayoukai.
— bien, como tu quieras demonio — dijo al ver que él no iba a hablar.
No sabe como o en que momento, pero un kekkai estaba rodeando-le, no se inmutó ante la barrera que esa sacerdotisa creo. Después de todo, es el demonio más fuerte que hay, y una simple barrera no le iba a afectar.
Pero cuando intentó salir este fue rechazado ante su toque. No se sorprendió, iba a salir de ahí a como de lugar, pero fue inútil, y cuando se iba a transformar en su verdadera apariencia una especie de símbolo se formó ante su pecho, sin mencionar que una flecha se empezó a formar en donde se había formado aquel extraño símbolo.
— este es un sello, que ni él demonio más poderoso podrá liberarse de este, a menos que sea yo o una de mis descendientes lo rompan — escucho mientras intentaba no cerrar sus ojos, cosa que era bien difícil de hacer — escucha con atención demonio, cuando alguien rompa el sello tendrás que protegerlo con tu vida, por que si ese humano muere, tú también lo harás — a penas y pudo escuchar las protestas de su vasallo, pues sus ojos cerraron por completo, cayendo en una inmensa oscuridad.
Muchos siglos después.
Los rayos solares se infiltraban por los pequeños espacios de las hojas que adornaban las ramas de los árboles, que debajo de este, se podía ver la figura de una joven que descansaba bajo su sombra, pero tuvo que abrir sus ojos cuando escucho a su hermana gritar su nombre.
— que sucede kaede? — pregunto con una cálida sonrisa viendo a su hermana menor llegar a ella.
— unos exterminados te buscan hermana — ante la respuesta de kaede, el tranquilo semblante de la joven se volvió a uno serio, ¿Qué quería el clan taijiya con ella?, aún que ya conocía la respuesta ante aquella pregunta, más sólo quería negarla.
Sin perder tiempo se levantó de donde estaba sentada para ir a la aldea seguida por kaede. Con su largo arco y su carcaj lleno de flechas en su espalda se acercó al líder, mientras los otros seguían arrodillados.
Con unos saludos, este le dijo que debía purificar la joya shikon, que ya había llegado su hora. La joven sólo asintió con la cabeza, entendiendo a qué se refería, extendiendo sus manos, el líder puso la perla a su cuidado, con una última reverencia se retiró con su grupo.
— hermana kikyo, eso es... — comentó la menor, algo curiosa por saber que tenía en las manos la mayor.
— si kaede — contestó interrumpiéndola — es la joya shikon... y es mi turno de purificarla.
Kaede aún no entendía del todo, sólo sabía que sus ancestros habían tenido que purificar aquella perla, que no fuera manchado por codicia, celos, envidia, rencor u odio, pero cuando está se casaba y se embarazaba los taijiya se encargaban de proteger la joya hasta la siguiente descendiente que iba a ocupar su lugar.
Y cuando su madre se embarazo tuvo que dejar de ser una sacerdotisa para la crianza de su hija, que, cuando ella tenía seis años había quedado en cinta nuevamente, que murió tres años después del nacimiento de kaede.
— voy a dar una vuelta kaede — la menor podía ver claramente como kikyo estaba triste, podía saberlo con sólo mirarla a los ojos, que eran inocentes pero a la vez sabios.
— hum — asintió con una alegre sonrisa, la mayor se sorprendió un poco al ver que no hacia preguntas o un puchero para que se quede con ella un poco más de tiempo.
— volveré pronto — volvió a su semblante tranquilo y sereno mientras empezaba a caminar.
— cuídate hermana — fue lo único que dijo, antes de darse la vuelta, pero... Sin previo aviso corrió en la dirección de su hermana para darle un fuerte abrazo sorprendiendo a la mayor — te quiero mucho hermana — susurró esas ultimas palabras sin despegarse de la cintura de la mayor.
— yo también te quiero kaede — le devolvió el abrazo mientras veía como su hermana se iba a jugar con los niños de la aldea.
Kikyo volvió a retomar su rumbo, quería disfrutar un poco más su poca libertad que le quedaba, porque al ser protectora y guardiana de la perla y aldea no iba a ser un trabajo sencillo.
Concentrada en sus pensamientos no se dio cuenta a donde iba, bueno, no tenía ni un lugar en específico para ir. Solo había querido ser libre por un momento antes de tomar su papel de sacerdotisa. Con un pequeño tropiezo casi cae al suelo, mirando a bajo de sus pies, noto una cosa verde en el suelo, por un instante pensó que sólo era un arbusto o cualquier desperdicio, pero lo descarto al verlo moverse.
— hay, por las garras de mi amo bonito — escucho como se quejó con una voz algo chillona y poco molesta — ¿Quien se atrevió a pisarme? — pregunto molesto ante tal insolencia.
— un sapo — susurró.
El youkai verde al escuchar un susurró se giró en su dirección, casi soltó un jadeo de la sorpresa que se llevó, esa mujer tenía que haber estado muerta, muchos años pasaron desde que había visto un rostro similar, pero supo que esa humana, no era la misma que había sellado a su amo, en aquel árbol.
— humana, eres una sacerdotisa? — no pudo evitar preguntar, aún que era obvio que lo era por sus prendas que llevaba puesto.
— si, lo soy — contestó — ¿Tienes algún problema? — pregunto suavemente.
— *siii* — chillo de alegría por dentro, después de tantos años, por fin encontró la descendiente de esa sacerdotisa, ahora sólo quedaba que ella lo libere — necesito tu ayuda — pidió, tuvo que tragarse su orgullo para decir esas palabras, jamás, en toda su vida pensó en pedir un favor a un humano, y mucho menos a una sacerdotisa.
— ¿En que puedo ayudarte? — pregunto algo confundida.
— necesito que liberes a alguien de un sello — contestó.
Kikyo se quedó mirando un poco más al pequeño youkai, y sólo dijo:
— me rehusó...
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el despertar
RomanceCientos de años estar dormido con su alma sellada, pero ese cello se rompe ya que una sacerdotisa le libera. La odiara, despreciara, la querrá matar... pero sobre todo la amara