El principio del final.

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Podría llamarse un problema hormonal. Una adicción insana a la adrenalina. Desear lo prohibido siempre hace todo más interesante, ¿No?

Wei Wuxian, un alfa en su vida anterior, jamás creyó que sería tan fácil dejarse llevar. No debería haber sido tan sencillo olvidarse de su esposo, pero simplemente no pudo controlarlo. Ahora como beta los aromas de los demás le afectaban aún menos. Y aún así el del primer jade le era tan exquisito, atrayente, sofocante. Siempre fue así, pero nunca le importó, después de todo el aroma de Lan Zhan siempre le pareció mucho más atractivo. La dulce mezcla de sándalo y orquídeas era más que suficiente para volverlo loco.

Antes, en sus años de estudiante, el segundo jade solía ocultar su aroma con ayuda de supresores y talismanes. No fue si no hasta su segunda vida que reveló al mundo de la cultivación que en realidad era un Omega, Con una reputación ya bien construida, su género secundario era lo de menos.

Aún así, Wang Ji no dejaba salir su aroma muy seguido. Años de estarlo reprimiendo no eran fáciles de superar, pero desde que se casaron se liberaba un poco más, especialmente en la seguridad del Jingshi. Siempre era reconfortante despertar rodeado de él.

A pesar de que Wei Ying ahora era un beta, tenía muchas actitudes y hábitos de un alfa. Sus instintos seguían siendo igual de agudos. Lan Zhan siempre fue tan bueno y paciente con él, aceptando el extraño cambio que eso conllevaba. Incluso lo dejó marcarlo, incluso cuando les tomó varios intentos que la marca prevaleciera. A veces creía que quizá sólo hacía falta despertar a su alfa completamente, incluso había un tenue rastro de su aroma anterior. Casi como un recuerdo. Una voz al fondo de su mente, esperando.

Todo eso no fue suficiente. Todo el amor que su pareja profesaba diariamente al final no valió nada, todos los años de espera, dolor y luto fueron en vano. No le costó prácticamente nada dejar todo lo que tenía, la persona que amaba y la nueva vida que le había regalado, la familia que ahora lo acompañaba. Tomó la primera oportunidad que vio, cuando su amado esposo tuvo que salir de viaje por asuntos oficiales, para arruinarlo. Todo por unos cuantos besos.

Era un idiota.

Pero era tan adictivo.

Así que hizo lo mismo que todas las veces anteriores. Ignorarlo.

Se centró en las sensaciones del momento. Las manos que recorrían su cuerpo. Los besos húmedos. Las fuertes embestidas.

Ya se preocuparía por lo demás después, ahora se dejaría ahogar en placer.

...

Xichen se sentía la peor basura del universo.

Realmente era un bastardo.

Había jurado hace tantos años que protegería a su hermano menor de todo, pero era él quien estaba haciéndole daño. Fue testigo de todo lo que Wang Ji vivió, todo lo que sufrió después de la muerte de su amado, curó sus heridas con sus propias manos y se mantuvo a su lado cuando más lo necesitaba.

Pero era un maldito traidor.

Fue débil.

Bastó sólo una vez para que todo se derrumbara, entraron en un ciclo vicioso del que no podían salir, un espiral descendente. Ambos sabían que no lo valía, esos momentos de placer pronto eran opacados por la culpa. Sin embargo no se detuvieron, quisieron terminarlo tantas veces, fueron tantas las noches que se derrumbó pensando en su pequeño hermano, en cómo estaría totalmente destrozado. Pero nunca fue suficiente.

Las lágrimas amenazaban con salir, la opresión en el pecho era horrible, a pesar de ello no se detuvo. No hasta que ambos amantes llegaron a la liberación. La cúspide del placer que les permitía olvidar todo unos segundos.

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