Oyendo el fuerte ruido de la puerta cerrándose tras su entrada, Kuvira levanta un poco la vista y se encuentra con una habitación completamente vacía, y gris. A un lado se halla una pequeña y dura cama. Aún no la ha sentido, pero solo con verla se puede saber que no lleva el colchón más cómodo del mundo. Una pequeña ventana en lo alto de la pared frente a ella le permite ver el exterior, pero ella se niega a asomar la mirada y ver la libertad que no tiene.
Se ha prometido algo a sí misma: no torturarse, y sobre todo, no arrepentirse de sus actos. En el portal cuando todo ya había acabado dijo una cosa, la cual todavía sostiene. El Avatar es lo más poderoso que hay y fue inútil desafiar su poder, pero no se arrepiente de todo lo que hizo antes de ello, porque sabe que lo hizo con la mejor de las intenciones, por el objetivo más noble que muchos líderes nefastos del mundo actual deciden ignorar, aunque eso les cueste no poder dormir por las noches. Ella no es como ellos. Su conciencia está tranquila.
Han pasado dos días desde lo sucedido en la invasión a Ciudad República, y momentáneamente la retuvieron en la Estación de Policía, sin embargo aquello no duró más que las dichas 48 horas. Quizá menos... De inmediato se ordenó que sea enviada a una prisión de máxima seguridad al norte de la ciudad, allá en donde no podría alcanzar el poder jamás. El que su celda fuese de metal no les preocupaba a sus guardianes en lo más mínimo. Después de todo, ella se rindió con honor en batalla, y el Avatar mismo aseguró que no intentaría huir. Tenía razón.
Aunque su prisión fuera de madera, Kuvira tenía seguro que no iba a escapar. No tenía por qué hacerlo. El tiempo mismo ya le iría dando la razón en cuanto a por qué hizo lo que hizo. Su Reino, su gente, acabarían por necesitarla de vuelta y se lo exigirían a sus nuevos líderes, por más democráticos que fueran. El Reino Tierra no iba a ser democrático, no iba a ser posible. Su Rey Wu, tan aclamado como odiado, no lograría un concilio entre los bandos opuestos de la ciudad.
El cuento de la democracia ella no se lo creía para nada. Incluso allí había fraude, incluso allí había corrupción, discordia, y caos... El pueblo no podía tener el poder, no era algo que supieran controlar. El más claro ejemplo era el actual Presidente de la República Unida, Raiko... La forma más clara de ejemplificar el deseo de un hombre que no tenía nada, y que una vez lo obtuvo todo lo cuidó como un buen pirata cuida de su oro. Pronto vendrían nuevas elecciones, y Raiko perdería. Kuvira lo tenía bien claro. Incluso conocía a quien le vencería.
Pero aquello quizá era avanzar demasiado el tiempo, cambiar demasiado la historia. Kuvira no iba a adelantarse a los hechos, por más que en su mente estuviese todo bien maquinado y más que perfeccionado. Ella tenía claro que sería necesaria, aunque no se atrevía aún a decir para qué porque sabía que así como la marea, el Avatar es tan cambiante que te podrías ahogar si te descuidas un instante. Por eso se mantendría siempre alerta. No permitiría que la marea llegara a sus rodillas, era una jugada que tenía más que clara desde hace tiempo y de la que participaría. No sabía cuándo, pero sabía que en cualquier momento la necesitarían para tirarse a nadar.
Por el momento, Kuvira se hallaba allí. Sola, encerrada... En una prisión de máxima seguridad en la que le prohibían mantener contacto con los demás apresados. Incluso el contacto visual estaba limitado. Ella sabía bien que desde su ventana podría verlos en el patio, haciendo pesas o jugando algún deporte inútil, pero de igual forma lo evitaba. La luz del Sol le quemaba, y el cielo azul le aborrecía, por más que sabía que en algún momento lo volvería a ver.
No tenía por qué temer. Su mente estaba muy tranquila. Así fueron pasando los días, y también las semanas. Kuvira se negaba a participar de las actividades recreativas, aquellos momentos en los que por fin le permitirían conocer a sus compañeros de prisión. A ella no le importaban en lo más mínimo, ni siquiera los de su propia tierra. Sabía bien que entre ellos algunos le aclamaban y otros le abucheaban, pero no se molestaría en responder. Los abucheos eran algo natural en cualquier situación, mientras que los aplausos, algo que ya se daba a sí misma.
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TLOK Libro 5: Conclusiones
FanfictionEl quinto libro de la leyenda de Korra cuenta con 12 capítulos y está en versión fanfic. No es para nada oficial, y es la re-estructuración de un fan más de la primer trilogía de cómics "Guerras Territoriales", de la leyenda de Korra, y de lo que se...