EL MONSTRUO

8 2 0
                                    

La montaña más alta se convirtió en el lugar más temido por los habitantes de la Villa, y hacían lo posible por no acercarse más de lo necesario al dominio del ser que encontraba placer en lastimar y devorar a los humanos. La vida en la Villa se hallaba en constante terror, mientras que la vida dentro de la montaña era solitaria.

Al pasar de los milenios, el ente comenzó a aburrirse, no tenía con quien pelear por diversión como lo había tenido durante sus primeras eras en el Vacío. Aterrorizar a los humanos nos bastaba, pues nadie le hacía frente. Incluso cuando acudió a ellos para pactar su tributo anual sólo uno había sido capaz de hablarle cara a cara.

De vez en cuando le gustaba sobrevolar la Villa sólo por mera curiosidad ¿cómo es que su enemiga había sido capaz de crear seres tan insípidos y aburridos? Aunque claro que no eran aburridos pues en más de una ocasión estuvo cautivado ante sus rituales y expresiones. No podía acudir a la Villa sin levantar sospechas, así que adoptaba la forma de algún animal. En más de una ocasión mordió a uno o dos niños por el placer de hacerlo, pero luego dejó de interesarle. Los humanos eran... diferentes a él. Por ello no los soportaba, no podía comprenderlos ni ellos comprendían al monstruo. El aburrimiento pasó a ser fastidio y luego tristeza, estaba solo. Al inicio había tenido a su contraparte, pero después de que ésta se hubiera sacrificado, ya no le quedaba nada más, sólo la Villa. No permitiría que los humanos también lo abandonaran, así que debía estar atento a sus intentos de escape para frustrarlos, fue ahí cuando se dió cuenta.

Una pareja de humanos había reunido el valor suficiente para desafiar al monstruo de la montaña, ya no soportaban la Villa, preferían la muerte, o eso creían. Tras estudiar a fondo el bosque, encontraron un pequeño camino que conducía a una ranura en la piedra, tras el hueco estaba su libertad. Reunieron los víveres necesarios y no le dijeron a nadie más de sus planes, pues sabían que intentarían detenerlos. Viajaron hasta llegar al hueco y a pocos metros de cumplir con su destino el monstruo se presentó. Primero como una nube de humo negro maloliente, luego con su forma humana aunque el humo negro siguió a sus pies.

- ¿Pretenden ir a algún lado? - preguntó. - Están muy lejos de la Villa.

Ninguno respondió, la mujer sólo apretó su morral de viaje y se escondió detrás del hombre. Mientras que él respiraba pesadamente, intentando idear un plan.

- Den la vuelta y lárguense de aquí. - dijo el monstruo. - No estoy de humor para los humanos el día de hoy. - dió media vuelta con la intención de regresar a la montaña cuando la voz del hombre se alzó.

- Tienes a toda la Villa para aterrorizar, déjanos ir.

- ¿Qué te hace pensar que eres tan especial como para salir de aquí, humano?

La mujer susurró un "Regresemos" al hombre, pero fue ignorada.

- Estoy harto de ti y de tener que vivir en el constante miedo de que algún día destruyas todo si te place.

Al monstruo, por primera vez, le agradaron los humanos. Al parecer sí tenían ese instinto de pelea que tanto había buscado, sólo había que provocarlos un poco más.

- Es gracias a mí que tienen todo esto. - dijo el monstruo. - Humano malagradecido.

- Déjanos ir. - repitió el hombre. - O mátanos de una vez.

- ¿Matarlos? Pero si es la primera vez en eras que me estoy divirtiendo así. Hagamos un pacto. Sabes que soy un ser de palabra. Luchemos, si logras vencerme, podrán irse.

- Sin magia. - dijo el hombre señalando la bruma. - En tu forma humana.

- De acuerdo.

El humo desapareció y el monstruo adoptó un tamaño más pequeño de lo que solía usar, para hacer las cosas justas. Jugaría un momento con el hombre y luego lo mataría, de seguro más como él vendrían después.

SUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora