CAPÍTULO II

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Al igual que lo que le estaba sucediendo a su superioridad que el ejército contaba, el sol comenzaba a abandonar de a poco la vista de todos los soldados imperiales que se habían refugiado en el pueblo, pueblo que había sido tomado por los bandidos y que, ahora, los remanentes de estos los estaban buscando para vengar a sus colegas caídos y que sus cuerpos ya inundaban las calles despavimentadas del pueblo.

Sin embargo, aquello no era lo único que había tenido que pagar aquel lugar, ya que dejando a un lado el resto de los cadáveres de civiles, soldados  del reino y de unos cuantos caballos que mayormente perecieron de un disparo y que, inclusive sumados seguían representando una minoría de los fallecidos, algunos de los hogares empezaron a ser asaltados y destruidos, siendo algunos incendiados u otros agredidos parcialmente por los rifles de los terroristas quienes, sin éxito, habían pasado varios minutos buscando a los soldados quienes no se vieron alentados en atacar para no poner en peligro a los inocentes.


Entre los múltiples soldados que se encontraban ejerciendo esta misión, uno de ellos se resguardaba en una pequeña casa prácticamente solo, sin embargo, junto a él se encontraba una temerosa muchacha de su misma edad que, pese a que seguía sin estar segura de que opinión tener acerca de aquel hombre, tendría que ofrecerle su confianza de manera incondicional si es que quería salir de aquí.

Aparte, se sentía cómoda a su lado.


- ¿No tienes nada que traer? -Una vez que ambos se encontraron en el centro de la sala principal, el muchacho le preguntó a la bella chica, quien solo negó con su cabeza. 


Nuevamente el silencio reinó sobre todo el hogar, siendo los ruidos externos los únicos que llegaban a escucharse por lo largo y ancho de la casa. Sin embargo, lentamente las respiraciones agobiadas y pesadas de la pareja empezaron a hacerles compañía de igual forma, ocasionando que la tensión entre ambos no hiciese mas que incrementar.


- Ahora que lo pienso, no te he preguntado tu nombre -En lo que abrazaba su rifle con menos tensión, el joven le preguntó a la misteriosa mujer, quien nuevamente lo observó por unos cuantos segundos, segundos en los que aparentó el cuestionarse si debía de responder a eso.

- Erika...-Tras que sus delicados labios respondieran con timidez a la pregunta que le fue hecha, la joven se otorgó una pequeña pausa para acomodar su cabello para proseguir con la conversación. - ¿Cuál es el tuyo? -


Tan sorprendido como cautivado de escuchar la bella voz de la muchacha de manera casi simultanea, el joven soldado alzó ligeramente sus ojos, colocándose de manera consecuente sobre la pared opuesta de la que se encontraba la joven ojiceleste, quedando frente a ella.


- Joseph, un gusto en conocerte -Tras contestar a la interrogante, nuestro protagonista soltó una torpe sonrisa que en primera instancia pareció causarle indiferencia a la mujer, pero quien finalmente tendría un ligero rubor en sus mejillas como respuesta.


Pese al silencio que los inundaba a cantidades masivas tal y como lo hacían los cadáveres en el exterior, este no era uno realmente molesto, sino todo lo contrario, era uno que en estos tiempos era casi imposible de conseguir, uno que transmitía una belleza sin igual a sus participantes, tal y como en este caso, quienes mayormente se comunicaban por medio de miradas ocasionales que algunas de ellas se llegaban a volver embarazosas.

Por primera vez, ambos podían sentir su juventud.


- Oye Joseph, ¿Te puedo hacer una pregunta? -Luego de que ambos cambiasen sus posiciones y volviesen a estar sentados sobre las paredes, la muchacha decidió animarse a hablar, provocando que la mirada perdida de su acompañante se disparase tan rápido como una bala.

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora