En la escala del uno al diez, ¿que puntuación le darías a tu deceso?

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Mis memorias de los palicos eran un poco confusas. Por lo que recordaba, los dioses de los géiseres de la antigua Sicilia solían ofrecer refugio a los esclavos fugados , de modo de que debían de ser unos espíritus bondadosos. Tal vez incluso pudieron haber dado refugio a alguno de los semidioses perdidos, o como mínimo habrán visto a cinco de ellos que deambulaban por su territorio murmurando incoherencias.

El claro se abrió ante nosotros como la puerta de un horno. Un muro de calor salió de entre los árboles y me envolvió la cara. Noté que mis poros se habrían al absorber la humedad.

La escena con la que nos encontramos era impropia del invierno en Long Island. Relucientes enredaderas envolvían las ramas de los árboles. Flores tropicales brotaban del suelo del bosque. Un loro rojo se hallaba posado en un plátano lleno de racimos verdes.

En medio del claro había dos géiseres: dos agujeros idénticos en el suelo rodeados de un ocho formado por dos vasijas de lodo grises. Los cráteres borboteaban y siseaban, pero no expulsaban nada en este momento. Decidí interpretarlo como buen augurio.

—Necesitaremos un sacrificio— le dije a Percy.

El revisó sus pertenencias.

—Dudo que les interesen mis cosas, hmm... ¿y si solo les hablo?

—¿Crees que sra buena idea— pregunté

—en el peor de los casos, soy inmune a sus ataques basados en humedad, pero por si acaso retrocede un poquito.

Decidí que sería prudente hacerle caso a mi compañero.

—Esto... ¿chicos están allí?, ¿algún dios del géiser que nos pueda ayudar por aquí?

Uno de los palicos flotó sobre su géiser. La parte inferior de su cuerpo no era más qué vapor. De la cintura para arriba, era aproximadamente el doble de alto que un humano, con brazos musculosos de color del lodo de una caldera, unos ojos blanco gis y el cabello como la espuma de un capuchino, como si se lo hubiera lavado vigorosamente con champú y se lo hubiera dejado enjabonado. Estaba vestido con una camisa de polo azul celeste con un logotipo de unos árboles entrelazados en el bolsillo del pecho.

—¡Bienvenidos al bosque del Campamento Mestizo!, soy Pete, y quisiera saber si están dispuestos a contestar una encuesta de satisfacción al cliente después de este encuentro, su opinión es muy importante.

—Este...—empezó Percy.

Pete sacó un folleto brillante de su parte vaporosa de dónde supongo tenía sus bolsillos.

—El bosque es el lugar perfecto para... Hum, dice "divertirse". Creía que lo habíamos cambiado por "pasárselo en grande". Hay que elegir las palabras con cuidado, ¿sabes? Si Paulie estuviera aquí...— Pete suspiró—. El tiene más talento para el espectáculo. ¡En fin, bienvenidos al bosque del Campamento Mestizo!

—Ya lo dijo— observé.

—Ah, claro— Pete sacó un bolígrafo rojo y empezó a corregir el texto.

—Bueno...—dijo Percy—Me llamo Percy Jackson y soy hijo de Poseidón, quería saber si de casualidad ha visto...

—¿Hijo de Poseidón?— lo interrumpió Pete— ¡eso es perfecto!, el señor Poseidón siempre fue muy considerado con los cuerpos de agua menores, nunca se dejó llevar por el echo de que el mar sea mas grande. ¡Si pudieras conseguir que el nos diera algo de publicidad sería maravilloso!

—Claaaaro.... veré que puedo hacer— dijo Percy, —Pero por ahora quisiéramos saber si no ha visto a algunos semidioses perdidos por allí.

—¡Que bueno que me lo mencionas!— dijo Pete— no podemos tener a nuestras visitas vagando sin rumbo. Deberíamos repartir mapas en la entrada del bosque. Aquí dentro hay muchas cosas maravillosas que ver, y nadie sabe que existen. Hablaré con Paulie cuando vuelva.

Las pruebas de la luna: el oráculo ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora