3. No te vayas

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Con mis brazos aprieto el cuello de la chaqueta de John y continúo moviéndolo agresivamente, otro golpe  en su rostro y la misma respuesta, ningún mísero movimiento.

Mi cuerpo cambió totalmente de temperatura, ahora estaba helado de pies a cabeza.

Acerco mi oído a su pecho y levemente escucho el palpitar de su corazón, causando una pizca de tranquilidad en mí.

—¿¡Qué demonios hacemos!? —preguntó Tim mirándome directamente a los ojos.

Ambos nos miramos, fueron unos tres segundo terribles, yo veía su gesto de preocupación inmensa y él el mío.

—¡Llama a la ambulancia! ¡Ya!

Inmediatamente Tim toma el celular del bolsillo de su pantalón y marca el número, desesperado, tiritando.

Comienzo a revisar su ropa, sus bolsillos, pero no encuentro nada, mi pecho estaba apretadísimo y tragaba a cada momento.

No tenía idea de que le había sucedido, y necesitaba saberlo estaba agobiado.

De repente, siento un bulto en el bolsillo interior de su chaqueta, ingreso la mano y retiro lo que había adentro.

Me pongo de pie, destruido, levanto la cabeza, mantengo la vista inmóvil en un sitio al azar y  mis párpados no bajan por un largo rato.

Estaba desconcertado, esto solo significaría una tragedia.

Vuelvo a observar lo que sostenía mi mano derecha, y lanzo las horribles cosas que había retirado del bolsillo de John a unos metros más allá. Me tomo la cabeza con mis dos manos y me siento en la banca que estaba a un lado, para continuar cubriéndome el rostro. Las circunstancias eran trágicas, estaba completamente deprimido y mi mente estaba estática.

Hasta que vuelvo a la realidad.

—¿¡Hey Charlie que te sucedió, que había en su chaqueta!? ¡La ambulancia viene en camino! —gritó Tim desaforado, acercándose rápidamente a mí, logrando que despabilara.

—¡Había una bolsa llena de polvo blanco y una jeringa! ¡Este idiota tiene una so...sobre...sobredosis! —le grité desesperadamente, con gran dificultad, rasgando la garganta al decir la última frase.

Sobredosis, que dolor sentí al pronunciar esa palabra, y que difícil fue, como si mis cuerdas vocales se hubieran  negado rotundamente a funcionar.

—¡Heroína! —gritó Tim apretando sus puños con tal fuerza que temblaban. Al instante Timmy se lanzó al suelo y comenzó a gritarle a John en la cara con una voz desgarradora y agitando su cuerpo. 

—¡Despierta maldito hijoputa! —gritaba Tim una y otra vez, repitiendo exactamente lo mismo.

Me agacho rápidamente y toco su cuello para tomar su pulso, y ver así si  seguía con vida.

Afortunadamente aun sentía sus palpitaciones.

Repentinamente se escucha a lo lejos la sirena, el sonido que las ambulancias emiten. Lo que me hizo reaccionar al instante.

—¡Llegó la ambulancia, ayúdame a levantarlo! —le grité a Tim—. Pongámoslo encima de mí.

Apenas se encontraba John encima de mis hombros, corrí con todas mis fuerzas hacia la calle, para así subir a John a la ambulancia. Tim tomó la bolsa con la heroína y la jeringa, y la llevo consigo para que los doctores la investigaran.

—¡Aquí está! —les grité a los paramédicos.

Estos vinieron corriendo, subieron a John a una camilla y lo llevaron velozmente a la parte trasera de la ambulancia. Nosotros les seguimos el paso, y entramos a la camioneta, acompañando a nuestro amigo.

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