2. Espero volver a verte

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Ya había quedado frente a ella, iba a pronunciar las palabras para agradecerle de manera simpática, pero algo detuvo inesperadamente mi lengua.

—Que no se te ocurra darme las gracias... —dijo ella con una pesadez de acá hasta las nubes, mientras guardaba la pistola en su mochila—. ¡Que lastima! No creía lo que había dicho, yo lo que más quería era agradecer su valentía, su ayuda, ¡me socorrió de la paliza de mi vida! Así que perseveré.

—De verdad muchas gracias te des...

—¿¡Que te acabo de decir!?—me interrumpió.

Decidí no seguir insistiendo con lo de agradecer, no era para nada amable, pero no dejaba de ser hermosísima.

—¿Y esa pistola? —le pregunté tratando de entablar una conversación, aunque ella fuera de lo más desagradable, estoy seguro que yo seguiría hablándole. Esta parpadeó lentamente, suspiró, y levanto su cabeza para mirarme.

—Es de fogueo, se la llevaba de regalo a mi hermano pequeño, ¡hasta que un tonto no me lo permitió! —me dijo—. De una forma un poco más grata, solo un poco, tal vez por el hecho de recordar a su hermano.

—¿¡De fogueo!? —le dije mientras reía por lo dicho.

—Sí, es de juguete, mi hermanito me pidió una, le encantan las armas y esas cosas —me dijo mientras sonreía, esta vez de una manera más dulce.

¡Pero que sonrisa más extraordinaria! Al sonreír daba la impresión que hasta podría revivir a un muerto, su sonrisa propagaba algo que no se explicar, no es que sea de aquellas sonrisas de las modelos, de esas chicas estupendas de la televisión, esas mujeres con labios gruesos, con dentaduras blancas y perfectas, tampoco me refiero a que su sonrisa no sea hermosa, ¡Vaya que sí lo era! Sino, que su sonrisa se destacaba por sobre todas las demás por su prodigioso poder, aquella fuerza sobrenatural que a uno lo atrapaba, lo amarraba y obligaba a observarla sin capacidad de poder desviar la mirada.

—¡Me tengo que ir! ¡Estoy súper atrasada! —dijo mientras corría hacia las escaleras.

—¡Hey! ¡Dime tu nombre! —le grité—. Aunque no creo que haya escuchado, o quizás no quiso responder.

Quedé solo, de pie en el desierto pasillo, pensando y reflexionando de lo sucedido, ¡de la que me había salvado! Hace unos momentos estaba ahí, tirado en el suelo con la garganta seca y la piel sudada, aterrado, a punto de recibir una tunda de aquellas, de esas que te dejan con más de una cicatriz horrorosa y con el miedo de siquiera salir de tu domicilio, y ahora estoy relajado, ileso, después de haber sido socorrido por la chica más sensacional que he visto.

Comienzo a caminar hacia el baño de varones que estaba a unos cuantos pasos, empiezo a enjuagarme de toda la transpiración, me lavo las manos y bebo agua, estaba sequísimo, luego me observo en el espejo y vuelvo a sonreír, ¡que chica más asombrosa!

De repente, algo relevante se me vino a la mente. Antes del acontecimiento de los tipos matones, estaba esperando a un amigo, abajo, en el patio del establecimiento, donde estaban las bancas.

Me tenía que contar algo importantísimo respecto a la noche anterior. Yo no recuerdo mucho lo sucedido, solo aquellas típicas imágenes que a uno lo invaden al día siguiente de una buena parranda, pero estaba casi seguro de que no nos habíamos alejado en ningún instante. Bueno, eso creo, uno cuando esta ido, ve y cree cosas que no están ni a una pizca de cerca de la realidad.

En mi caso, cuando excedo los límites, (demasiado frecuente) mi mente huye y deja a mi cuerpo que haga lo que se le antoje, para regresar la mañana siguiente. Cada vez soy aún más inconsciente y bohemio, lo admito, pero había algo que despertaba en mí una tremenda duda, y me comencé a preocupar, por lo tanto, inmediatamente emprendí camino hacia la escalera, corriendo lo más rápido posible.

BohemianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora