1. Acción en el tercer piso

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—¿¡Creen verse muy rudos!? ¡En realidad dan pena! ¡Cobardes!

Realmente no sé qué pasó por mi estúpida cabeza. ¿Decirles aquello? ¡Que idiota! Aunque a decir verdad no era novedad para mí, siempre ando arruinando todo, actuando de forma disparatada, metiéndome en problemas, ¡insultando gente! Bueno debo admitirlo soy un tonto, aunque inexplicablemente muchas veces lo disfruto, ¿¡que rayos!? Sinceramente la mayoría de las veces no encuentro explicación a mi actuar. Aunque ya sabía lo que me pasaría, lo dije sin ni siquiera dudarlo, es que de verdad no aguanto a esos estúpidos arrogantes que no hacen más que querer sentirse superiores o querer demostrar su fuerza, sus atributos físicos, realmente no los soporto.

—¿Tienes cerebro de excremento o qué? —gritó un tipo grande, de complexión amplia, mientras giraba la cabeza para observarme.

Le encontré razón cometí una estupidez pero debía continuar con mis palabras, no había más remedio.

—¡Tarados! ¡Suelten ya a ese idiota! —les grité.

—¡No te metas retrasado! —me exclamó un muchacho flaco, rapado, con ropa exageradamente ancha—. Quizás se creía uno de esos raperos famosos, no sé algo así, mientras golpeaba a no dar más el estómago del chico, el desafortunado tenía mi edad más o menos.

Eran cuatro tipos, nunca antes los había visto, de seguro no pertenecían a la escuela, pues se veían algo viejos.

Con una sonrisa irónica y unos ojos explotados me observaba el chico ya nombrado, de cuerpo grande, adicto a las pesas, quien demostraba ser una especie de líder, a su lado estaba el tipo delgado, calvo con los nudillos ya cansados de tanta acción, y detrás de estos, dos gordos miraban como enfermos, parecía que ni siquiera tenían mente propia, ¡cuál de todos tenía más ganas de sacudirme a golpes! ¿Ahora me creen respecto a las estupideces que hago? Ya era hombre muerto sin embargo, mi orgullo era más fuerte.

—Creo que el más parecido a un retrasado eres tú, sin duda, ¿o crees verte muy inteligente con tu calva?

—¡Qué horror! Definitivamente saldré huyendo, o me orinaré de miedo —me respondió con tono irónico—. Aunque, no creo que se necesite mucha inteligencia para ocupar esta pequeñez, ¿o si? ¿Averigüémoslo?

El muy desgraciado sacó una navaja, afiladísima, como si le hubiera pasado la lija hace unas horas, su navaja era algo extraña, estaba rayada, pintada, hasta mango de cuero tenía, creo que la quería como si fuera su hijo, solo faltaba que la perfumara. Ni siquiera cuenta me di cuando la sacó, o donde la tenía guardada, simplemente apareció en su mano derecha, la levantó y me apuntó con esta, mientras sostenía de la camisa al pobre chico, ¡mierda otra vez la había cagado!

—¿Adónde la quieres? —preguntó mientras se acercaba lentamente hacia mí, quedando cara a cara.

Inmediatamente me desplace hacia atrás, para así tratar de pensar en algo, necesitaba hacerlo, pero fue imposible, estaba demasiado turbado.

Se me había acelerado la respiración, mis pulmones se expandían y disminuían, acompañados de unas furiosas palpitaciones, tenía los músculos apretadísimos, y costaba mucho trabajo moverlos.

Pero aunque los nervios me destrozaran poco a poco, no desviaba mi mirada por nada, no pienso demostrar debilidad.

Esperaba su movimiento, solo podía improvisar, reaccionaria a como mi cuerpo desee y esperaba que mis extremidades me respondan bien.

La espera se acaba, y veo venir su apuñalada, el reflejo del filo pasa por mis ojos causándome terror, la cuchilla se acerca velozmente y a centímetros de introducirse en mi estómago algo la detiene.

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