1 de abril

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Hace mucho tiempo decidí llevar un diario. Adquirí en el callejón Diagon un libro empastado en cuero negro que pensé sería adecuado para mis propósitos. El libro me acompañó casi la mitad del semestre, sin que haya escrito nada en él más que mi nombre.
¿Es acaso mi existencia tan vacía? ¿Tanto que ningún acontecimiento merece ser escrito? Reacio a creelo he decidido resumir en pocas palabras mi vida, o por lo menos rebuscar en mi pasado de manera que, aunque me duela, pueda sentir que mi vida tiene sentido. Si esto no ocurre, lo que es lo más probable, por lo menos espero disipar algo mi dolor, y esconderlo entre estas páginas.
Bien, empecemos. Debo empezar por algún lado, y elegiré el momento que siempre puedo recordar, a cada momento, estando triste o contento, asustado o nervioso. Día y noche puedo sentir la única imagen que tengo grabada en mi corazón, cuyo calor y alivio se une al dolor de una manera espantosa, y me empuja a actuar como un débil cobarde que se enorgullece de sus sentimientos. Cada vez que cierro los ojos puedo recordar la primera vez que vi a Lily Evans.

Diario del principe mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora