Capítulo Tres

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I built a friend - Alec Benjamin

Decir que lo único que había hecho en toda la noche era dar vueltas en mi cama, mientras trataba de espantar las pesadillas que me habían atormentado sin descanso sería la perfecta definición de cuánto pude dormir esa noche, pero la cereza del pastel definitivamente se la lleva Aster con su manera tan particular para despertar a alguien por las mañanas.

 Es hora de levantarse angelito dormilón, dale que no tengo todo el día  dice mientras abre bruscamente mi puerta, con el mismo traje deportivo del día anterior con sus colores característicos; rojo y negro y su cabello castaño atado en una cola de caballo. Está tocando lo que creo era ¿una sartén?

Como puedo, en mi estado aún medio inconsciente, me apoyo sobre mis codos abriendo mis ojos lo más que puedo y veo la hora en el pequeño reloj de aguja que estaba en mi mesa de noche y abro los ojos sorprendido.

 Son las cinco de la mañana.

 Mira tú, alguien sabe leer la hora, felicidades. Ahora levántate y vístete, te espero afuera en cinco, si no estás listo vendré a buscarte — se acerca a mi rostro y créeme, no quieres eso — sale como si nada, dando un último portazo.

Me dejo caer a mi cama y las pesadillas no me parecen tan fuertes en comparación con Aster. Que buena manera de empezar el día.


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 Que seas un flojo no es mi problema  Aster decidió que una buena forma de calentar, era trotar siete vueltas alrededor del panteón, con una persona que no había hecho ejercicio en su vida.

 No soy flojo.

— Recién van tres vueltas, angelito  dice Aster como nueva, mientras yo podía sentir mis pulmones saliendo por mi boca, y mi corazón corriendo en mi pecho.

 Si, a todo el panteón, y es gigante.

 Vaya, al parecer para quejarte si que no tienes miedo de hablar  sentí toda la vergüenza llenar mi cuerpo y como mi rostro se calentaba exponencialmente.

 Vamos a suponer que te pusiste rojo por correr, así no te avergüenzas más.

 Es por correr  y no... no era por correr.

 Claro, y yo soy la reina Isabel.

 ¿Quién?  aunque ya habíamos arreglado que en la tardes vería clases de este tipo de referencias humanas, era cansador no saber de lo que estaba hablando, y suponía que para ella explicarme cada cosa que decía tampoco era su mejor plan.

 — Por Venus  el nombre por el que los romanos llamaron a cupido al parecer también era popular aquí  Tengo tanto que enseñarte, resulta que tengo que añadir profesorado a mi curriculum.

 ¿A tu qué?

 Nada, ignórame.

El resto de las vueltas nos llevó, o más bien la llevó, a hablar de trivialidades pues para mi era imposible hablar sin sentir que moriría en cualquier momento por la falta de oxígeno en mi sistema, pero al parecer ella estaba bastante acostumbrada, pues lo hacía como si nada.

 Y esa fue la última  avisa Aster caminando unos metros más allá mientras yo me deshago en el suelo.

 Eres un exagerado.

How to be a HeartbreakerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora