Capítulo 5

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Oficialmente habían cumplido una semana en Hills Town.

Después del sermón de ese día, las chicas decidieron celebrarlo. Al principio se negó totalmente a la idea, pero termino aceptando ante la insistencia de todas. Pidió permiso a sus padres y fue a la casa de Madison, donde un delicioso pay de manzana las esperaba.

Estaban sentadas en las escaleras de la entrada, platicando y comiendo. Charlotte reía de algo que había dicho Ruth, Jane las regañaba y Elizabeth simplemente negaba con la cabeza, sabiendo que ese par no tenía remedio, Madison había entrado por un poco de jugo y Abigail la había acompañado, para ayudarle a traer los vasos.

Mientras veía a Jane y Ruth discutir de una manera divertida, se dio cuenta que jamás había tenido eso, ni siquiera en su antiguo pueblo.

Amigas.

Eliza noto que Adara se había apartado un poco y decidió acercarse a ella.

—¿Estas bien? — la pelinegra asintió, comiendo un bocado de su rebanada.

—¡Adara, dile a Jane que tengo razón!

—Jane, Charlotte tiene razón.

La menor sonrió complacida, mientras Jane miraba a Dara, reprochándole su traición con la mirada pero sin soltar a la pelirroja.

La escena era cómica, Ruth casi sobre Jane intentando que la mayor suelte el cuello del vestido de Charlotte, y la menor de las tres haciendo enojar a Jane sin importarle tener a la muerte respirándole en la nuca.

Justo en el momento en que Ruth estaba logrando su cometido, volvieron Madison y Abigail.

—Traje vasos de plástico— explico la mayor—, no quisiera que Ruth rompiera más vasos.

—Le dije que, aunque fueran de plástico no aseguraba nada, con Ruth nunca se sabe— dijo Abigail, dejando los vasos en el suelo junto a ellas. Todas asintieron, menos Ruth, quien las miro ofendida y Adara, que no entendía nada.

Madison comenzó a servir jugo y las demás se acercaron a tomar un vaso; Abigail noto la mirada confundida de Adara y se acercó a ella.

—La última vez que vinimos a casa de Madison ella nos dio jugo en vasos de vidrio, Ruth estaba jugando y rompió dos de los vasos— explico, pasándole un vaso con jugo.

—Fue un accidente— refutó la castaña.

Todas rieron ante su tono de molestia y culpa.

Fue un momento agradable, en el que Adara se pudo integrar más a ellas. Conoció un poco más de cada una y ellas conocieron un poco más de ella.

Llego a su casa cerca de las nueve en punto, estaba por hablar, anunciando su llegada, pero algo la detuvo y prefirió no hacerlo. El silencio era común en la casa, pero no el que su hermano no estuviera presente esperándola, eso la extraño y las alarmas de su cabeza se encendieron.

Rápidamente y en silencio fue a la habitación del menor, donde lo encontró durmiendo plácidamente aferrado a su osito. Eso la hizo respirar con más tranquilidad.

Lo arropo bien y beso su frente, antes de salir cuidadosamente para no despertarlo.

Camino por el pasillo y se acercó sigilosamente a la entrada de la cocina, solo para escuchar lo que temía.

Estaban discutiendo.

Eso respondía al por que Aarón ya estaba dormido, lo habían mandado a su habitación y lo agradecía, no quería que el menor escuchara sus absurdas peleas.

Pensó que lo mejor era esperar en la sala, hasta que notaran que había llegado.

—Solo llevamos una semana aquí, James— siseo su madre, la furia y el dolor siendo palpables en su voz—. Una maldita semana— repitió—, no puedes hacerme esto.

Así que eso era, soltó un leve bufido y se dio la vuelta dispuesta a regresar a la sala, cuando terminarán su discusión se acercaría.

—Pareces una loca— respondió su padre indiferente.

Estaba por dar el primer paso para irse, cuando algo en la conversación captó su atención.

—¿Crees que eso me importa? — pregunto Sarah, incrédula—. Los medicamentos de Adara se terminaron y tú no puedes mantener tu pene dentro del pantalón.

¿Medicamentos? Frunció el ceño, confundida ¿De qué rayos estaba hablando? Ella no estaba enferma.

—Cállate— James se acercó a su esposa, amenazante—. No vuelvas a hablar sobre eso. Nunca.

—Entonces deberías ayudarme en lugar de aprovechar para acercarte a la primera resbalosa que se te atraviese.

—Eres una histérica sin remedio.

—Histérica o no, soy tu esposa y merezco respeto.

James rodó los ojos, hastiado de la mujer frente a él.

—Creí que este pueblo era mejor, ya veo que me equivoque— hablo su madre.

—No me vengas ahora con eso, tu elegiste este pueblo y como dijiste, llevamos solo una semana aquí, no salgas con tus tonterías de que te quieres mudar.

—En primer lugar, no nos mudamos por eso, tú-

—No te atrevas a mencionarlo— amenazó su padre—, ten un poco más de inteligencia, mujer y no hagas que me arrepienta más de nuestro matrimonio.

Había escuchado más que suficiente, se alejó silenciosamente, con cuidado de no ser descubierta y camino hacia la sala, estaba por sentarse cuando vio a su padre salir de la cocina.

—Ya he llegado— dijo lo más normal que pudo.

Sabía de las infidelidades de su padre y aunque al inicio lo odio, ahora no sentía más que indiferencia por el hombre que solo asintió y se retiró hacia su habitación.

Si su madre seguía junto a él debía ser por algo y siendo honestos a ella no podía importarle menos, mientras dejarán a Aarón fuera de sus problemas y a ella también, podía continuar soportándolo. Camino hacia la cocina, su madre estaba de espaldas a la entrada, apoyada en el lavabo y con la cabeza baja.

— ¿Estas bien, mamá?— preguntó más por cortesía que por interés.

La mayor asintió y aún de espaldas, Adara pudo notar que su madre se limpiaba algo del rostro, lágrimas seguramente, suspiro, decidiendo que era mejor no adentrarse en el tema.

Después de unos segundos, Sarah se giró con la cara en alto, y paso a su lado para salir de la cocina.

—Dejé tu ración de cena en la mesa— informó su madre antes de irse—, si prefieres comerla mañana guárdala en el refrigerador.

—Gracias, mamá.

No tenía mucha hambre, por lo que obedeció y guardo la pequeña vasija en el refrigerador antes de irse a dormir.
Después de recitar una oración, se metió a la cama, con la persistente duda en su mente.

¿De qué medicamento hablaban sus padres?

Temía que la respuesta fuera más de lo que podía soportar.

Ahora tenía una “vida” con amigas y su hermanito estaba bien, no permitiría que una verdad arruinara su perfecto mundo, que ella sabía estaba hecho a base de mentiras, pero no le importaba.

¿Por qué amargarse la vida buscando respuestas? Ella no quería respuestas, quería una vida tranquila. Punto.

Ser ignorante era la mejor opción y las más viable también. Así que la eligió.

Domingo por la mañana, estaba peinando su cabello, cuando Aarón empujo la puerta del baño y entro.

—No me gusta esta camisa— puchereo, sentándose sobre la tapa del baño.

Su hermana le miro de reojo, Aarón lucia una camisa naranja, no era fea… bueno, no tanto. Su hermanito hacía que lo que era feo dejara de ser tan feo cuando se lo ponía.

—Es una camisa linda, tú la haces ver linda— verdades a medias justificadas.

El pequeño negó.

—No es verdad.

—Mamá le escogió para ti y te ves bien, Aarón— respondió, mientras terminaba de trenzar su cabello.

Su hermanito se cruzó de brazos, dispuesto a refutar, pero Adara fue más rápida.

—Además, ya la planchó, no querrás darle más trabajo, ¿verdad? — vio a su hermanito dudar a punto de resignarse y continuo—, ella la escogió para ti porque sabe que te verías muy lindo.

—Dara— la miro, adivinando sus intenciones. Soltó una leve risa divertida y se hincó ante él.

—Vamos, cariño— aliso unas arrugas de la camisa—, mamá elije tu ropa y la de papá, no puede adivinar siempre que es lo que les gusta o no.

—Entonces elije tu mi ropa— respondió resuelto—, tú sabes lo que me gusta.

Parpadeo creyendo haber escuchado mal. Pero la sonrisa de Aarón le confirmo que no, ella no había escuchado mal.

—Por favor— hizo la mirada. Aquella de la que sabía Adara no se negaría.

Intento resistirse, incluso cerro sus ojos, pero el menor no se rindió fácilmente. Aarón puso sus manitas sobre las mejillas de su hermana y la sacudió levemente.

—Por favoooor— uso sus habilidades, pero al ver que ella no abrió sus ojos, recurrió al plan b, una sonrisa maliciosa, pocas veces vista en él, se pintó en sus labios.

Se movió rápido, quedando al borde del retrete y se deslizo, casi cayendo, de no ser por los buenos reflejos de Adara, quien abrió levemente los ojos al ya no sentir las manos de Aarón en su rostro, habría terminado en el suelo.

Siendo sostenido por ella, Aarón aprovecho para mirarla.

1… 2… 3…

—Bien— suspiró. El menor sonrió mostrando sus dientitos, saboreando la victoria—. Pero deberá ser la próxima semana, hoy ya no tenemos tiempo— su sonrisa se borró.

—Bien— refunfuñó, siendo dejado bien sentado por su hermana.

Muy pocas veces Aarón era caprichoso, esa palabra no era muy utilizada en él, pero el menor era perseverante, cuando quería algo hacia lo que fuera por conseguirlo, obviamente aquellos comportamientos eran reservados para cuando estuviera con su hermana y sus padres no estaban a la vista.

Adara no solía sentirse molesta al respecto, de hecho, ella sentía que aquella era la manera más natural en la que un niño se comportaba, en lugar de sentarse en la sala como una estatua. Además, no es como si Aarón fuera uno de esos niños que lloraban fuertemente y hacían pataletas en la calle, llamando la atención de medio mundo.

Él era más silencioso al respecto, te miraba, lo pedía y recalcaba que lo quería. Si recibía un rotundo no al respecto, se callaría, lo aceptaría y en algunos casos lloraría silenciosamente, si recibía una explicación y un no, solo pondría una mueca triste, si prometías un “después te lo compro” él luciría tranquilo, pero a la espera, si no decías nada, él lo tomaría como un “ataque de ternura” y ya está, lo obtendré.

Ella jamás había dicho el “no” rotundo, pero su madre sí; Aarón  solo necesito aquella vez para jamás pedir algo de nuevo a sus padres.

Eso hacía que cierta responsabilidad recayera sobre Adara, quien, a pesar de no hacerlo mucho, cumplía de vez en cuando pequeños caprichos de su hermanito, haciendo que el menor descubriera pequeños trucos para hacerla caer y obviamente serle más fiel, obediente y atento a las peticiones de la mayor, para los hermanos era un ganar y ganar, aunque aún si no hubiera dulces de por medio Aarón seguiría siendo fiel a Dara.

Adara no se había negado a su petición de elegir su ropa, la mayor lo estaba pensando y Aarón lo tomo como ventaja y atacó, usando más trucos. Había obtenido lo que quería, pero por ese día debía usar aquella camisa.

Llegaron a la iglesia diez minutos antes de que el servicio comenzara, Adara aprovecho para saludar a las chicas y Aarón corrió a saludar efusivamente a Thomas, quien correspondió gustoso de la misma manera. Sus padres también saludaron a los demás, en lo que daban inicio.

La familia se sentó juntos, escuchando la predicación. Era un domingo normal, al terminar se quedaron a almorzar y tal y como había dicho su madre, llevo un platillo para compartir, había planeado la noche anterior cuál era su mejor platillo y se había despertado temprano para hacerlo, Adara también ayudo un poco, antes de arreglarse.

Las chicas se habían sentado en la misma mesa que ella y sus madres también. Mientras su madre hablaba con las demás señoras, Madison le dio a probar un poco de lo que había hecho aquel día, Adara confirmo que todo lo que decían acerca de su sazón era cierto.

—Cocinas delicioso— halagó, completamente encantada, Madison sonrió.

—Dale un poco al pequeño Aarón y a Thomas.

Su hermanito estaba sentado junto a ellas y Thomas le hacía compañía. Caroline, la madre de Thomas, y ella habían sentenciado a los menores, debían reposar un poco antes de ir a jugar. Era un poco divertido ver qué Thomas solo necesitaba una mirada de su madre y tía para no moverse de su lugar.

Caroline era la hermana mayor de Charlotte, tenía 25 años y físicamente era muy parecida a su hermana, la única diferencia era el color de sus ojos, mientras Charlotte tenía ojos azules, Caroline los tenía marrones y su estatura solo tenía de diferencia cinco centímetros, en su personalidad también eran parecidas, pues compartían la misma energía y alegría.

Cuando Adara la conoció fue como ver a Charlotte más madura y con un hijo, después de entrar en más en confianza, lo cual no fue nada difícil, le hizo aquel  comentario, recibiendo una mirada ofendida de la pelirroja más joven, quien le pidió que no le faltara al respeto.

Charlotte se ganó un zape por parte de Caroline después de decirlo.

Los infantes quedaron encantados con la comida y después de esperar el tiempo suficiente, salieron corriendo para jugar junto a los demás.

—Y… dinos, Eliza— hablo Ruth, todas miraron a la mayor—, ¿los pastores ya dieron su consentimiento?

Adara miro a Abigail, confundida. Su amiga se acercó confidente a ella para explicarle.

—Todd— con su cabeza apunto sutilmente la mesa donde los hombres comían—, el pelinegro de camisa azul— fue más específica al ver que Adara miraba a todos—, quiere cortejar a Eliza, por eso ha hablado con los padres de ella— miro a la rubia, que había bajado la mirada, sonrojada—, pero Eliza no quiere decirnos si sus padres aceptaron o no— habló más alto, para que la mayor la escuchara.

Adara abrió su boca, formando una o con sus labios, sorprendida, y miro a la rubia a la espera de una respuesta.

—Bueno… ellos dijeron que orarían para saber si Todd es el hombre que fue hecho para mí— respondió levantando la cabeza—, pero a cómo van las cosas, todo parece indicar un sí.

Pequeños grititos de emoción salieron de los labios de todas, menos de Adara, quien miro nuevamente la mesa de los hombres.

Uno de los jóvenes se movió, dejándole ver a un castaño de ojos almendra que sonreía por algo que había escuchado.

Adara mentiría si dijera que no era apuesto, el joven lo era. Demasiado.

El chico noto su mirada y borro levemente su sonrisa, ahora mirando hacia ella. Sus miradas se conectaron, acelerándole el corazón de nervios, como si hubiera sido descubierta haciendo una maldad. Sintió sus mejillas calentarse e inmediatamente miro hacia las chicas.

El almuerzo continuo y ella ya no miro más en su dirección, intentando mantenerse atenta a la plática. Al momento de partir su madre le pidió que buscara su bolso, lo había olvidado adentro de la iglesia. Asintió a la orden, levantándose y en el proceso mirando rápidamente hacia donde estaban los jóvenes, un puchero inconsciente se formó en sus labios al ver que el chico ya no estaba y resignada se dirigió a la iglesia, no sin antes pedirle a Charlotte que le avisara a Aarón que ya estaban por irse.

Se adentro a la construcción y lo vio. Sentado en la primera banca de la fila izquierda, con la vista fija en el crucifijo colgado en la pared.

Tal vez está orando, pensó, entrando silenciosamente, no queriendo interrumpir.

Ahora que lo pensaba, debía ser nuevo, Adara no recordaba haberlo visto antes, o ella no había prestado suficiente atención a las personas de su alrededor; la segunda opción parecía ser más ella, así que lo dejo pasar sin darle más importancia.

Tomo el bolso de su madre y se dispuso a salir, hasta que una voz la detuvo.

—Adara— se giró asustada. El chico había girado un poco su cabeza para verla tenía una sonrisa en el rostro, su voz era ronca, pero con un toque de lo que parecía ser dulzura en ella—. Te llamas Adara, ¿verdad?

Ella asintió dudosa, ante su afirmativa el joven se paró y camino hacia ella. Quedaron frente a frente, a solo cinco pasos de distancia.

—Es un gusto— extendió su mano hacia ella, dudo en tomarla, pero al final lo hizo, su tacto le envió una corriente de emociones a todo el cuerpo, haciendo sus piernas temblar—. Soy Tobías.

—El gusto es mío— respondió, soltando sus manos—, disculpa… yo…— apunto torpemente la puerta—, debo irme, me están esperando.

Tobías asintió. —Nos vemos, Adara.

La pelinegra asintió y salió rápidamente de ahí, se despidió de sus amigas de lejos, pues sus padres y Aarón ya estaban en la camioneta esperándola.

—Tardaste— dijo su madre cuando entró a la camioneta y le entrego el bolso.

—No lo encontraba, olvide donde nos sentamos— mintió.

Su madre no dijo nada al respecto y Aarón recostó la cabeza en sus piernas, cansado por haber corrido tanto.

Giro el rostro, mirando por la ventana a las personas que aún seguía en el almuerzo, pero su atención fue robada por completo cuando noto a cierto castaño.

Tobías estaba recargado en la entrada de la iglesia, en una pose despreocupada y mirando en su dirección.

Cuando sus miradas se encontraron, él sonrió.

Su sonrisa prometía problemas. Grandes problemas.

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