Capítulo 2

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2. "Sabía que lo harías"

Aiden

En estos momentos parezco un pollo en las manos de un cocinero.

—Yo...—pronuncio sin aire. ¿Cómo hizo para tenerme en esa posición? Mi mano izquierda reposa sobre mi pecho mientras su rodilla la presiona con fuerza, las intravenosas todavía rodean mi cuello. Parecía una chica inofensiva cuendo se encontraba sobre la cama.

—¡Habla!

Suéltame primero, señorita. ¿Cómo le explico en esta posición? Se percata de algo en mi rostro y se aleja de mí asustada, coge una de sus almohadas y comienza a soplarme con ella.

—Respire, señor. ¿Se encuentra bien?—pregunta con un tono hostil mientras me pongo a toser luchando por respirar adecuadamente.

—Soy... Soy Denden...digo, Aiden Vargas, vivo en la calle 6... Tenía un gato pero se cayó por la ventana accidentalmente, según dice mi vecina—hablo sin pensar primero presa del miedo.

La chica me mira con el ceño fruncido, se acerca para intentar levantarme y retrocedo arrastrándome por el suelo. Me levanto y la observo con asombro, pavor y curiosidad al mismo tiempo. Una enfermera entra con una bandeja de comida de hospital y observa detenidamente el desorden en el suelo.

—No debería estar parada, señorita. ¿Qué pasó aquí?—la enfermera pregunta y la chica dice no saber con los hombros. Al cabo de unos minutos la enfermera termina de poner nuevos tubitos en el brazo de la chica y se marcha.

Me doy cuenta de que todavía sigo plantado observando a la "asfixiadora" y rápidamente me encamino hacia la puerta.

<<Mejor me voy, no quiero ser agredido de nuevo con la bandeja de comida>>.

—¿Te vas?—pregunta y trago grueso, me giro sobre mis pies y la encuentro con una sonrisa dulce en el rostro—. ¿Perdí la memoria o algo? No me suena haberte visto antes.

—Eh... Me equivoqué de habitación, no perdiste la memoria, solo viste a un extraño.

Camino hacia la salida del hospital sintiendo un objeto metálico y frío rozando el torso de mi muñeca, abro los ojos exageradamente cuando me doy cuenta de qué se trata. Es la cadenita de la chica delgada y misteriosa.

<<En serio universo, ¿Cuál fue el mal que yo hice?>>

Regreso a donde ví a Carmen y la encuentro contando unas pastillas en un bote.

—¿Ya viste a tu no novia?—pregunta con la mirada perdida en el bote.

—¿Puedo pedirte un favor, vecinita querida?

—Depende.

—¿De qué?—pregunto con las manos entrelazadas.

—De cuanto lleves encima—sonríe.

—¿De verdad, Carmen? Te recuerdo que te aparecías en mi apartamento y lo confundías con un supermercado.

—Eso era el pasado, éramos vecinos. Esto es el presente—se ríe mirándome con picardía.

—¿Cuál es la diferencia?

—Pues ya no eres mi vecino, hoy no traje para almorzar y no quiero la comida de aquí. ¿Te puedes creer a qué sabe?—me susurra—: a hospital.

La miro perdiendo la paciencia y ella se ríe. Carmen es de esas personas que te convencerían hasta de ayudarla a esconder un cadáver, pero al mismo tiempo es de esas que te piden favores y cuando se lo pides tú intenta cobrarte.

—Carmen—suelto mirándola fijamente a los ojos, deposito la cadena en el mostrador que nos separa y suspiro—, solo necesito que le lleves esto a la chica de ayer.

—¿A quién?—pregunta divertida.

—A mi no novia, por favor—suplico. No me apetece subir de nuevo a esa habitación del terror y correr el riesgo de ser asfixiado.

—Me encantaría ayudarte— se levanta de su silla—, pero mi superior me dió como castigo contar las pastillas de este bote.

¿Eso es un castigo?

—¿Fue culpa mía?—pregunto y ella se ríe.

—No, fue culpa mía. Me pillaron pintándome las uñas en horas de trabajo—la miro con los ojos cansados  y suspiro antes de dirigirme a las escaleras que conducen a la habitación de la pelinegra.

<<En el nombre del padre, del hijo y del espíritu... Cuida señor de mi cuello. Amén>>

Me veo en la obligación de repetir oraciones en mi mente. Realmente la chica me transmite vibras raras y algo conocidas. Es como si ya hubiera visto lo raro en ella en alguna otra persona.

Postrado en la puerta logro observar a una enfermera con el uniforme verde dándole palmaditas a la espalda de la pelinegra mientras ella rodea sus piernas con sus brazos y entierra la cabeza ente sus rodillas. Estoy algo alejado pero noto los hombros de ella subir y bajar como si estuviese llorando.

Está llorando.

—Pero no quiero...—dice con la voz llorosa.

La enfermera frota su espalda intentando cesar su llanto silencioso—Es tu madre, Ivory, no puedes...

—¡LO SÉ!—grita tan fuerte que me hace pegar un brinco del susto y agarrar el pomo de la puerta—. No te imaginas lo di...

El pomo se separa de la puerta y cae al suelo, corro a esconderme pero solo logro meterme entre tres personas que estaban manteniendo una conversación.

—Hola. Ignorenme—les digo mientras la enfermera mira por todos lados intentando averiguar la causa de la caída del pomo, o bien el causante— ¿Qué tal la familia?— Me miran como si estuviese loco— ¿No? ¿Nada?

La enfermera sale de la habitación y se pierde por el gran pasillo lleno de gente con el pomo a mano y aprovecho el momento para entrar en la habitación e intentar dejar la cadenita sin que la pelinegra me vea. La puerta está casi abierta, la empujo y encuentro a la chica en la misma posición que antes, camino a pasos lentos en dirección a la silla apartada de la cama, deposito la cadenita con aspecto caro ahí y me dirijo de nuevo a la puerta.

<<Algo me salió bien hoy. ¡Qué relajante!>>

—¿Te vas?

Pregunta y me quedo helado con la mano en el aire. ¿Me notó? Si fui más silencioso que un pedo letal.

—Nunca estuve aquí—suelto sin girarme mientras gotas de sudor recorren mi rostro.

—Gracias por devolverme la cadena.

¿Cómo lo supo?

—Sabía que lo harías—dice y volteo a verla. Ni siquiera me está mirando— Gracias, Aiden.

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Nota de autora:
Hola gente hermosa, espero que estén bien. Pues yo estaba a punto de despublicar esta historia por algunos de mis pensamientos negativos, pero recordé la promesa que me hice.
Ahora estoy bien. Nos vemos en el siguiente capítulo.

Gracias por leer❤️

Amor de torpesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora