V

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He allí al motivo de sus lamentos pararse frente a su puerta, esperando a que la reina le dé el permiso de entrar a su castillo. Castillo que había sido manchado numerosas veces por ambos, pero especialmente por los lamentos y lágrimas de la reina.

Él había abandonado lo poco que había obtenido con el pasar del tiempo, lo había abandonado por estar ahí parado, presionando el botón del intercomunicador con la esperanza de escuchar la voz de la pelinegra.

No es que el castaño hubiese hecho un acto heroico o desinteresado por ella. Lo poco que había abandonado tenía nombres y apellidos, pero no tenía caso si quiera pensar en ello.

En este punto de su existencia, Sakura Airi, era solo más que una distracción amable, pero a fin de cuentas una distracción. Distracción que dañaba a otros posibles planes más endulzantes al oído, planes más apacibles y placenteros... Al igual que molestos...

Horikita... ¿Puedes abrirme de una vez? —preguntó por tercera vez— Vengo esperando más de diez minutos fuera de tu puerta. Alguien me puede ver.

Ayanokouji estaba impaciente. Sus planes con Horikita y Airi no parecían bien encaminados... todo dependía de lo que Horikita le iba a decir esa tarde...

Si abría la puerta claro está...

¿Qué quieres? —preguntó la pelinegra por el intercomunicador—

"¿Es en serio?" pensó incrédulo. La posibilidad de que la pelinegra se hubiese vuelto amnésica en tan solo unos cuantos minutos era completamente improbable... Ella estaba jugando con él.

Entonces me retiro. —amenazó el castaño—

Pero no hubo respuesta por parte de Horikita. Ella conocía muy bien sus juegos... ya no iba a caer en ellos...

La puerta que por siglos había sido simbolo de seguridad, era una completa molestia para Ayanokouji. Él quería entrar y escuchar lo que le tenía que decir Horikita.

Quiero hablar contigo. —habló nuevamente—

¿Sobre qué? —preguntó nuevamente—

Tal vez las preguntas ya tenían respuesta tácitamente... pero ella quería escucharlo de su boca...

Sobre nosotros. —respondió firme—

Y entonces... para el placer de sus oídos, la puerta se abrió.

Ayanokouji abrió los ojos levemente sorprendido. Él había visto demasiadas veces a Horikita... pero una leve señal de labial con una simple modificación de su trenza, la cual era mucho más llamativa, le hacían parecer realmente una belleza, aunque esta ya lo era.

Pasa. —le ordenó—

La bella vista de Ayanokouji se veía afectada por el ceño fruncido de Horikita... pero igualmente trató de disfrutarlo lo máximo posible.

Mi presencia aquí significa mucho. —habló el castaño—

Sí. Lo sé. —dijo dándole la espalda— Pero hablemos adentro, no me gusta charlar en el pasillo.

Horikita le dio la espalda y se adentró en su habitación. 

Ayanokouji solo la siguió, no tenía derecho a reclamarle nada...

Bien... te escucho. —dijo la pelinegra acomodándose un mechón de su largo cabello detrás de la oreja—

Ayanokouji no sabía exactamente qué decir. Horikita le había citado con suma urgencia a su habitación... pero ahora ella quería que él hablara.

Amantes [AyanokoujiXHorikita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora