Mery Anne Masterson quería llegar a ser alguien en la vida. Quería ser una persona conocida y reconocida por todos. El problema era que no sabía cómo. ¿Astrónoma, quizás? ¿Científica? ¿Modista?
¡No, no, no! Nada de eso, tenía que ser algo más especial, algo en lo que pudiese verter su alma y dejarla plasmada por siempre jamás.
¡Necesitaba inspiración divina! ¡Urgentemente!
Nadie en su familia confiaba en ella, su hermano era la estrella, el mejor. Y ella...
¡De eso nada! ¡No se dejaría pisotear! Si ser una mujer era una cruz en esa época, lo llevaría con pesar, pero también con orgullo. Y pensaba destacar, le costase lo que le costase.
El siglo XVII no era muy grato para una chica con intereses como los suyos, donde la opción más cómoda era convertirse una esposa digna de su marido, como deseaban sus padres. Debía hacer algo antes de cumplir los dieciséis, si no, estaría perdida, ya no podría hacer nada. Esa era la fecha fijada para su enlace. Sus padres ya habían llevado a cabo los acuerdos prematrimoniales necesarios.
De acuerdo, se casaría ―qué remedio―, pero antes quería hacer algo con lo que ser recordada, algo insólito, y solo disponía de unos cuantos meses para ello.
Mary Anne vagó por las calles de Edimburgo. Canongate Street se encontraba bajo un manto de nubles esa tarde, lo cual quería decir que la lluvia caería de forma inminente.
«La mayoría de esta ciudad se casa porque quiere y con quien quiere, pero yo no puedo elegir», mascullaba dentro de su mente.
―Como soy de la familia Masterson ―comentó burlona―, estoy destinada a vivir con la realeza. ¡Menudo asco! ¡Si hubiese nacido en el seno de una familia pobre, seguramente no me pasaría esto! ―gritó malhumorada mientras deambulaba por la ciudad.
Una carcajada captó su atención. Provenía de atrás, así que se giró para descubrir al dueño.
Un chico con unos pantalones marrones, un chaleco gris desgastado y una camisa amarillenta la observaba con una mirada socarrona. No parecía mucho más mayor que ella.
Mary Anne levantó una ceja, algo molesta.
―¿Te estás riendo de mí? ―preguntó.
―Pues mira, por pura casualidad he escuchado lo que debatías contigo misma y sí, me ha parecido bastante cómica. Qué pena vivir entre riquezas y algodones, oye.
El chico puso los ojos en blanco.
A Mary Anne poco le hizo falta para que le hirviese la sangre.
―¡Cállate, seas quien seas! Nadie te manda a escuchar conversaciones ajenas.
Él chico se volvió a reír con ganas.
―Yo no lo llamaría «conversación», más bien «monólogo interior en voz alta».
¡Qué desfachatez! ¿Cómo podía reírse de una dama de esa manera?
―Me da igual cómo lo llames... ―Lo miró con los ojos entornados y se giró para cruzar la calle.
―¡No, cuidado! ―gritó el chico, pero ella no le hizo caso.
De repente, vio el peligro, iba a ser engullida por dos patas de caballo y las ruedas de un carruaje.
Gritó, cerró los ojos por el pánico y sintió que algo tiraba de ella.
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Mary Kings'close
RomanceEsta es la historia de Mary Anne, una chica soñadora que desea con convertirse en alguien importante algún día. Sin embargo, en el silgo XVII y una señorita de su estatus, a lo más que puede aspirar es a ser la esposa ejemplar de su marido, al menos...