Jueves, 19 de junio de 2008
Cuando somos niños, por lo general nuestro día favorito es el día de nuestros cumpleaños. Nos pasamos todo el año imaginando, deseando, anhelando llegar al día en que solemos festejar el aniversario de nuestro nacimiento. Porque, para un niño, la palabra "cumpleaños" está asociada con regalos, pastel, fiesta, dulces, juegos. ¿Quién no se emocionaría por algo así?
Podría parecer increíble, pero por alguna razón a Jayllie ya no le gustaba el día de su cumpleaños.
¿Qué si cumplía 10 años? Ella creía firmemente que a nadie le importaba.
A nadie vivo por lo menos. Sabe exactamente que dejó de interesarse en ese día en específico cuando la persona más importante en su vida se fue.
Y no puede evitar sentirse culpable al escuchar en su cabeza la voz de su hermana diciéndole cada año: "Tu cumpleaños es importante, nenita. Nunca dejes de festejarlo porque no sólo es el día en que cumples años. Si no, mi día favorito".
De sólo recordar su dulce voz, repitiéndole la importancia de tan único día, le daban ganas de arrojarse al suelo y seguir llorando, como había estado haciendo desde que ya no la tenía con ella.
De cualquier manera, no tenía tiempo para lamentarse. Debía apresurarse si no quería que la familia West la dejara. Esas personas se habían convertido en un bálsamo para su tormentosa vida, aceptándola como amiga de sus hijos y permitiendo que fuera junto a ellos a la escuela. Sin duda, envidiaba la buena suerte que tenían esos niños.
Cuando salió de su casa y ellos estaban ahí, esperándola, nuevamente quiso llorar. Casi era un año de haberlos conocido y agradecía profundamente que el de allá arriba se compadeciera de ella para ponerlos en su camino.
Recibió los buenos días de los señores West, un abrazo de Allee y una sonrisa con todos sus dientes de Adam.
Y en su pequeña cabeza, de ahora 10 años, pensaba y deseaba quedarse con esa familia para siempre.
~•~
-Sólo digo que somos similares a las mariposas. Ellas no pueden ver sus alas y nosotros no vemos lo que nos hace bellos. No saben que son hermosas porque nunca se han visto así.- Explicó Allee con sus manos en las correas de su mochila, con gesto pensativo y profundo.
Adam, en cambio, estaba irritado. Su cabeza dolía y su hermana no dejaba de hablar de mariposas y belleza. Él sabía que esos insectos eran bonitos, ¿por qué la necesidad de remarcarlo?
-Entonces, si las mariposas vuelan con esas bellezas a sus espaldas... Nosotros, metafóricamente, también volamos con...
-Allee, cállate. Por una vez en tu corta vida, sólo... cállate.- Casi llora al implorar silencio. Su día no había sido lo que se dice un día bueno, en realidad había sido pésimo.
Para iniciar, había despertado con un humor de perros. Se había desvelado mientras organizaba sus cómics, y si, podía hacerlo después, pero el desorden lo estaba volviendo loco así que terminó por acostarse tarde. Y le fue bastante difícil conciliar el sueño, así que no había podido dormir muy bien.
Luego, el pobre había sido reprendido por su profesora en clase de matemáticas por una equivocación. Ella creyó que estaba distraído y por eso no le prestaba atención a la lección, pero la realidad es que la falta de sueño lo tenía casi durmiendo en su pupitre.
Y parecía que la vida conspiraba en su contra porque, antes de la hora del almuerzo, Jayllie se había quejado de un dolor de estómago y tuvo que irse a casa, dejándolo solo y desarmado junto a su loca e irritante hermana.
Él amaba a su hermana. Por supuesto que lo hacía. Pero a veces le daban ganas de pegarle cinta adhesiva a la boca para que dejara de parlotear. La presencia de su amiga lo ayudaba a soportar a su gemela, por lo que ahora, sin ella, quería arrancarse los oídos.
Y el camino a pie de regreso a casa definitivamente lo estaba matando, sus padres al parecer habían olvidado recogerlos. No era la primera vez que sucedía, sabía que sus progenitores eran desordenados y olvidadizos. Sólo que hubiese preferido que no los olvidaran justo ese día.
-Eres un amargado. Estoy intentando mejorar tu ánimo pero a cada paso que das aparecen nuevas arrugas en tu frente.- Dijo Allee con un tono divertido.
-¿Arrugas? ¿Me estoy haciendo viejo ya?- Preguntó alterado tocándose el rostro con preocupación, ocasionando la risa de su hermana.
-Mejor apresúrate que tengo que llevarle la tarea a Jay.- Lo empujó para que caminara más rápido.
Eso era lo que podría mejorar su terrible día. Ver a su linda vecina.
~•~
Agradeció que al llegar a casa no estuviera su madre, probablemente había ido a comprar o aprovechar su tiempo libre. No podía culparla por querer algo de libertad.
El dolor en su estómago ya había cesado, así que podía relajarse, leer un libro o encender la televisión, podía hacer lo que quisiera.
Pasó toda la mañana leyendo sus adorados libros de aventuras, amando cada historia con anhelo de tener una vida igual de interesante que la de sus protagonistas. Realmente deseaba una vida mejor que la que tenía. Aunque no podía quejarse, tenía dos amigos increíbles y estaba segura de que no los cambiaría por nada.
Por eso mismo, fue tanta su emoción cuando los gemelos tocaron a su puerta para entregarle los deberes.
Como no podía ser de otro modo, entraron haciendo un escándalo. Preguntándole cómo se sentía, diciéndole lo aburrido que fue el resto del día sin ella, Adam le hizo saber lo que mucho que la extrañó y Allee le entregó sus apuntes. La estaba pasando tan bien.
Jugó con ellos, dejando las tareas para después. Le cantaron la canción de cumpleaños y, como no lo habían sabido con anticipación, corrieron a la tienda más cercana y le compraron con sus ahorros un panecillo de chocolate con cubierta de fresa y nuez.
En sus recuerdos, ese día califica como el segundo mejor de sus cumpleaños.
Porque aún recuerda el día en que cumplió siete y se hermana se había matado trabajando para comprarle ese libro de dragones y castillos que le había llamado la atención. La llevó a la librería y le compró lo que sería su posesión más preciada, sin saberlo. La llevó por helado y disfrutaron un breve paseo por el parque.
Ningún otro día podría compararse con ese.
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Tenemos historia, Jayllie
Short StoryCada cabeza es un mundo maravilloso por conocer y explorar. Las más grandes mentes pertenecían a grandes personas, con la inteligencia que todos desean y con una humanidad que a casi todos les falta. Adam West sabía que no importaba cuánto conocimi...