La nueva vida de Amanda

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     Ya llevaba una semana en aquella gran casa y aun no se acostumbraba al Dr. Wills y a su ayudante, un tal Matt Daniels. Por lo general las actividades de Amanda eran leer, dibujar e intentar comprender su nuevo cuerpo, el cual era mucho más pesado. Sabía que estaba constituido de titanio con aleación de acero y otros metales; y cristal de luz, uno de los dos cristales que conformaban la energía de la Tierra y que según Amanda, le generaba mucha picazón en su cabeza.

—No haces nada con rascarte —dijo el Dr. Wills mientras leía uno de los tantos libros de mecánica que tenía en la enorme biblioteca.

—Pero me molesta —comentó ella.

—Si te rascas lo que vas a hacer es arrancarte los puntos de la piel con el cristal y se te va a caer la cara —acto seguido, Amada paró de rascarse y siguió leyendo.

—No entiendo, ¿Por qué utilizó este cristal? ¿No es que solo las criaturas capaces de manejar la magia pueden canalizarlo? —preguntó Amanda.

—Intenté tomar de ejemplo las aleaciones de sangre y huesos que hacen las brujas oscuras con el cristal negro —comenzó a decir el Dr. Wills—, pero como eres humana, el cristal negro solo puede comenzar a matarte hasta que tome toda tu alma.

—Entiendo... —Amanda hizo una mueca y siguió leyendo.

     El Dr.Wills agradeció que se callara y la miró por unos segundos antes de continuar con su propio libro. Amanda le generaba mucha curiosidad, seguía presentando expresiones humanas a pesar que ya iba había trascurrido una semana de la operación. También había descubierto que a diferencia de sus creaciones anteriores, Amanda necesitaba comer más, como una persona normal, dormir y se cansaba cuando era necesario, también aprendía como una persona promedio y tenía gustos propios como la lectura, el dibujo. También tenía memoria de su vida pasada a pesar de algunas cuantas lagunas, lloraba si estaba triste y sonreía cuando veía los pájaros en la ventana.

     Sus antiguas creaciones no eran de esa forma, habían dejado de ser humanas desde hace mucho, incluso, a veces pensaba que nunca lo habían sido. Eran personas crueles que al momento de volverse maquinas, no les importó desprenderse de todo recuerdo existente. Eran mujeres letales, el perfecto asesino entre una maquina de guerra y algo tan peligroso como una mujer rencorosa.

     El negocio había sido prospero, el Dr. Wills tuvo un alto grado de reconocimiento en el momento en que sus creaciones salieron al mercado, siendo usadas por políticos importantes y empresarios en el mundo humano. La mafia lo adoraba y se hizo un nombre en el bajo mundo hasta que la guerra comenzó y sus maquinas se rebelaran.

—Dr. Wills —dijo Amanda curiosa—, ¿Está bien?

—Sí... sí ¿Qué necesitas? —respondió él volviendo a su semblante normal.

—Nada... solo se veía algo ido —dijo ella —¿En qué pensaba?

—En que creo que debemos comenzar a pensar en tu entrenamiento —respondió él sin mirarla.

Al crujir del metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora