La noche siguió su curso como siempre. Shokol y Tara se ocultaron en una caverna que tenía maleza tapando la entrada. Perchil se acostó junto a Tara como lo hacía siempre, para protegerla de cualquier posible peligro. Ninsemat hizo lo propio con Shokol y ayudados por el espeso follaje, durmieron ocultos en la oscuridad de la noche.
-Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que se cometa esta injusticia- pronunció con gravedad una de las voces que venían de la nada.
-Recuerda que nuestra naturaleza no nos permite intervenir más allá- respondió otra de las voces.
-Calmemonos, que todo saldrá como tenga que salir. Tenemos que tener confianza en el destino- intervino una tercera voz.
Tara despertó al oír esa conversación, pensando que alguien los podría haber encontrado, se levantó cuidadosamente, tomó la espada y la arrastró por el suelo. Retiró una parte de la maleza y después de salir la volvió a acomodar.
A pesar de la espesa negrura, podía ver todo con extrema claridad, todas y cada una de las siluetas de las cosas que la rodeaban. Caminó un corto trayecto hasta que de entre todas esas siluetas le pareció observar una con forma humana. Entonces se escondió tras de un gran árbol y observó a la que todavía era una persona irreconocible.
-Parece que espías a alguien.
En ese momento la silueta se materializó junto a ella, reaccionó y de un salto se puso de frente empuñando su espada en posición de defensa.
-¿Quién es?- blandió la espada e hizo un gesto amenazante- ¡No intente nada, se lo advierto!
-¿No me recuerdas? ¡Pero que conveniente se ha tornado esta situación!- soltó una carcajada sarcástica, entonces avanzó para que Tara pudiera ver su rostro.
Era un hombre de tez morena, ojos en un encendido color azul semejante al de electricidad, el cabello negro y corto, era por mucho, más alto que Tara. Portaba una gabardina negra que le alcanzaba a cubrir por encima de la rodilla. Pero ninguno de esos elementos le dio una pista para saber de quién se trataba.
-¿Qué quiere decir con eso?
-Todos sabemos que tú eres quien asesinó a William, no le puedes mentir a nadie.
Un frío le recorrió todo el cuerpo, no podía hablar, estaba paralizada por el terror que le causaron esas palabras. La espada le comenzó a pesar como si algo la jalara hacia el suelo, y poco a poco esa sensación la iba venciendo.
-Ahora puedo ver que no me dirás nada, se supone que los hermanos se cuentan todo ¿No ha sido así desde siempre?
-¿Hermanos?
-Eres muy buena, de verdad, tanto que casi te creo que perdiste la memoria. Pero a mí no me vas a poder engañar. Yo lo sé todo de ti, los más insignificantes detalles- rápidamente embistió a Tara y cayeron al suelo, ella no podía hacer mucho contra la fuerza con la que él la superaba. La inmovilizó y se acercó lentamente hacia su oído sintiendo como ella se estremecía- Yo conozco tus más profundos secretos.
Inmediatamente después puso su mano sobre la frente de Tara, sus ojos comenzaron a fulgurar, entonces las imágenes que habían llegado a ella esa tarde, formaron parte de un vívido recuerdo que se apoderó de su mente.
Era ella, llegando al patio del alcázar, atacando a los guardias de William. Estos respondieron al ataque, pero se vio asesinando a todo aquél que se atrevía a hacerle frente con poderes misteriosos y catastróficos.
Después de acabar con todos los que la enfrentaron, entró al alcázar buscando a William, a quien encontró en medio del recibidor sosteniendo un arma para defenderse, él le decía cosas con decepción y desprecio, ella lo ignoró y lo atacó con uno de sus poderes sin piedad. Una vez habiendo desarmado y debilitado lo suficiente, persiguió a William por el gran salón y después por las escaleras hasta darle alcance y acorralarlo contra la estatua de jade. Pudo ver en sus ojos lo confundido y aterrado que estaba, y lo mucho que ese terror y confusión crecía al acercarse. Pudo ver, como ella misma, con sus propias manos, desenvainó la daga y lo degolló viéndolo morir, saboreándolo todo con cruel y siniestro placer.
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Tara, la hija de la Cuarta Luna
Science FictionEn un mundo llamado Bürnack, una traición se desata siendo el mayor de los Guerreros Guardianes la primera víctima, en un acto sin precedentes. Tara, tras despertar desorientada y con amnesia, es señalada como la culpable. Aun desconociendo si fue...