Jamás podré olvidarte

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Emma

Nunca me han gustado los funerales. Tampoco es que haya ido a muchos. El primero fue el de mi abuelo, yo tenía cinco años y lo único que recuerdo es a mucha gente con ropa oscura y cara triste. El segundo fue el de la abuela de una de mis mejores amigas en el instituto. Jamás olvidaré la expresión de dolor de su madre cuando tuvo que despedirse de su madre. Ahora puedo hacerme una idea de lo que sentía.

Llevo media hora oyendo hablar a gente que apenas la conocía sobre lo mucho que la conocía y sobre lo mucho que les ha afectado su perdida. Todos vestidos de negro y con expresiones serias. Lo que me deja claro que quién haya organizado este funeral tampoco debía conocerla demasiado.

En un lateral veo a su hermana junto a su familia. No tenía la mejor relación con ellos, pero no puedo evitar sentir otra ola de tristeza cuando veo a Aitana romper en llanto. Yo aún no he llorado, ni he gritado, ni he dicho nada desde que ayer me dieron la noticia. Estaba de viaje de trabajo, de monitora en un viaje de estudios. Mi teléfono sonó y no pude cogerlo hasta horas más tarde. En cuanto me dieron la noticia, lloré un momento e inmediatamente cogí un avión de vuelta a casa y cuando llegué no era capaz de decir nada. Hacía horas que una presión se había instaurado en mi pecho dejándome apenas respirar. Ahora es mil veces peor, es como tener todos los elefantes y pianos del mundo sobre mí, o como si todos los militares del mundo se hubiesen puesto de acuerdo para pisarme el pecho a la vez. Me siento completamente paralizada, siento que estoy dentro de un sueño, todo parece difuso y distorsionado, nada parece real.

De pronto siento la mano de mi madre sobre mi hombro sacándome de mis pensamientos para que pase al frente a decir algo. No sé en que momento acepte hacerlo, pero por un momento creo que no voy a ser capaz de decir nada.

Hasta que estoy frente a todos y me doy cuenta de que todo esto es real, que ella se ha ido y que no va a volver, y siento como las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas por primera vez desde la llamada de ayer. Veo a su mejor amiga mirándome desde la distancia. No ha dejado de llorar por lo menos desde que la he visto esta mañana por primera vez. No he tenido la valentía de acercarme a hablar con ella desde que llegué. Ella tampoco. No la culpo. Ninguna sabe que decir. Así que aprovecho este momento para articular un "lo siento" que me devuelve desde su sitio.

El cura interrumpe nuestro intercambio de miradas con una falsa tos mal disimulada. Cuando vuelvo la vista al frente veo que todos me están mirando esperando que diga algo. Se oyen algunos cuchicheos y algunos me miran con desdén, puede que como consecuencia de mi abrigo rojo, su color favorito, o porque la mayoría de ellos no saben quién soy, ni que hago aquí.

Me tomo un momento para sorber la nariz y aclararme la garganta antes de desdoblar el papel con el que llevo trasteando toda la mañana. Inspiro hondo, vuelvo a mirar al frente, luego de nuevo al papel, ahora mojado con mis lágrimas, y comienzo:

»Nunca llegué a decirte que si hubiera tenido que elegir a alguien para pasar mi vida, te hubiese elegido a ti, no por tus ojos verdes o por tu pelo dorado, ni siquiera por tu preciosa sonrisa o el increíble sonido de tu risa cuando conseguía hacerte reír.

Te hubiera elegido por tu locura, por hacerme bailar bajo la lluvia y correr intentando llegar al fin del mundo como si no nos quedase tiempo para hacer todas las cosas que aún no habíamos planeado. Por todos juegos para los que éramos demasiado mayores, o por nuestros temas de conversación demasiado de adultos. Por todo aquello que siempre imaginamos. Por los piques. Por los ataques de risa. Por enseñarme a sentir la música como si fuera la banda sonora de la película de mi vida, el sonido de la sangre circulando por mi cuerpo, como si fuera mis propios pensamientos. Por todo lo que me hacías sentir. Por haber sido la única persona capaz de mirar más allá de mí, viendo todo lo que los demás no veían, comprendiendo cada parte de mi, de mi pequeño mundo, de mi pequeño caos.

Hay tantos adjetivos para definir a una persona y no considero que haya uno lo suficientemente acertado como para definirte a ti, para poder plasmar toda tu esencia en este papel. Porque eras un alma libre, un viento huracanado que se lleva todo a su paso y deja un sinfín de emociones tras él. Entrabas en la vida de las personas haciendo ruido con tu enorme sonrisa, y cambiabas sus vidas para siempre. Lo hiciste con la mía.

Eras un cuadro de Van Gogh, una escultura de Miguel ángel, un buen libro de esos que te mantienen en vela hasta las tantas, la peli que siempre te hace llorar, una tormenta de verano de esas caóticas que dejan todo más brillante cuando terminan. Eras mi canción favorita. Y si te hubieran visto como yo lo hacía jamás hubieran intentado cambiarte, porque nadie es capaz de querer destruir tanta belleza. Nadie intenta mejorar una obra de arte, simplemente te quedas mirándola el máximo tiempo posible tratando de memorizar cada detalle, cada cosa que te hace sentir.

Pero donde quiera que estés no debes preocuparte, porque yo te contemplé durante tanto tiempo, que jamás podré olvidarte.»

Te elegiría mil veces másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora