I. "Tres días antes"

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Miércoles 7 de agosto, 3 días antes de la fiesta de cumpleaños de Peter.

—Papi, ¿Tendré mi pastel de los vengadores como lo prometiste? — Cuestionó con entusiasmo hacia su padre el pequeño niño de ojos y cabello castaño de apenas seis años, mientras se dirigía a la escuela agarrado de la mano del mayor. Su fiesta para celebrar sus siete años estaba muy próxima y el infante se encontraba muy entusiasmado.

—Peter, sabes que tendrás todo en tu fiesta, solo déjamelo a mí, cariño.

Anthony Stark, se encontraba retirado de las misiones desde que se había convertido en padre, ayudando solamente en el sector de inteligencia para S.H.I.E.L.D, dejando atrás todo campo de batalla.

Los vengadores se habían separado hace poco más de siete años, a partir de aquella "Guerra Civil" en donde todos tomaron un bando diferente. La mayoría aceptaron los términos del cuartel general, quedándose así solo en misiones de rutina y siendo controlados siempre. Transformando la torre Stark en el centro de operaciones de los disueltos héroes.

Bruce ayudaba a Tony en las investigaciones en la torre, viviendo así libre de estrés y "del otro sujeto" en esos siete años. Ahora mantenía una relación secreta junto al aún agente (y casado) Clint Barton, no estaban en el mejor punto de su noviazgo, sin embargo, se amaban con locura.

Wanda y Visión se dedicaban a misiones sencillas del gobierno, permitiendo que su vida fuera lo más normal posible, siendo una pareja libre. Si no se encontraban trabajando, se limitaban a la vida cotidiana como todos los demás, hacer las compras, salir a dar un paseo, preparar la cena juntos, pensar en tener hijos...

La mujer nunca más se vio obligada a ocupar sus poderes para lastimar a alguien.

Thor y Loki por su parte también vivían en la torre, después de aquel incidente en el que no se vieron directamente afectados; en Asgard todo fue diferente, los Dioses descubrieron su amor, el primogénito muy pronto subiría al trono, sin embargo, la idea de Loki convirtiéndose en su reina no le hacía mucha gracia al azabache, además de que aún no era bien acogido por el pueblo. Por lo que habían decidido quedarse un tiempo en la tranquila Midgard para pensar mejor las cosas y hallar una manera en que los dos subieran al trono como iguales.

Ellos se dedicaban a las misiones más difíciles. Por mucho tiempo no le habían permitido al Dios de las mentiras operar con ellos, pero su buen comportamiento le otorgo el privilegio de ya no ser considerado un prisionero de S.H.I.E.L.D, si no un miembro valioso de la organización.

Natasha Romanoff, Steve Rogers y Bucky Barnes eran considerados criminales, fugitivos del gobierno que hace siete años escaparon sin dejar rastro. Nadie sabía en donde se encontraban o que es lo que estaban haciendo.

De los demás del grupo rebelde se sabía poco o nada acerca de ellos.

— ¿Y también vendrá el Capitán América? — Los ojos del niño brillaron, reflejándose en los de su padre, quien cariñosamente se agachaba para quedar a su misma altura.

—Peter...No se sabe nada acerca de él...

—¡Pero papi trabajó junto con él!, ¡es amigo de papi!... — bajo su mirada tristemente —¿No querrá venir a mi fiesta? — su deseo más preciado era ver a su héroe en su cumpleaños, ver reunidos a todos los vengadores nuevamente.

—Peter, ya lo hemos hablado antes — hizo una mueca de desaprobación, Stark era el tipo de padre que le regalaría a su hijo hasta el sol si se lo pidiera, pero esos asuntos eran más de lo que podía manejar. Además de que deseaba jamás volver a ver ese horrible rostro cerca de él, le guardaba un odio y un profundo rencor.

Anthony y Steve llevaban una relación en secreto poco después de haber derrotado a Loki; en el otro encontraron ese amor que por tanto tiempo anhelaban volver a sentir: el Capitán hacia Peggy Carter, la mujer fuerte que logro enseñarle el amor; y Tony a Pepper quien lo hizo olvidarse de todas las mujeres para solo desear pasar su vida junto a ella.

Ambos se provocaban esos recorridos electrizantes por todo el cuerpo cuando ves a tu persona amada, el corazón latiendo fervientemente y el brillo tan especial que se formaba al solo verse. Solo sus amigos más cercanos conocían el secreto. Los dos hombres estaban muy enamorados, siempre se les veía juntos derramaban miel el uno por el otro, aunque a veces discutían, en un par de horas se les volvía a ver muriéndose por el otro.

Tenían ya casi tres años de dulce amor y felicidad, cuando decidieron por fin en una tarde de abril comprometerse, para unir sus vidas para siempre, jurándose amor eterno.

Pero unos meses antes de su boda, llego ese día en el que termino todo.

Aquella Guerra Civil había iniciado por que el gran héroe de América no deseaba ver como los soldados terminarían con la vida de su amigo Bucky si firmaba los acuerdos del gobierno. Así que Rogers decidió abandonar todo amor jurado a Tony, para proteger a su mejor amigo y al primer hombre al que había amado.

Ellos dos habían tenido hace mucho tiempo una historia juntos, la cual Rogers creyó sepultada cuando supo que el soldado del invierno estaba muerto, lo aceptó y decidió empezar su nueva vida al lado del hombre de hierro. Al descubrir que estaba vivo le alegró enormemente, pero de aquella relación solo quedaba cenizas de un amor apasionado. La gota que derramo el vaso fue la noticia de la ejecución del criminal lo que volvió a encender ese amor en su pecho. Dejando solo al millonario con un gran mensaje que nunca podría salir de su mente, jamás lo había amado como amaba a Barnes, y también con un escudo clavado en su pecho.

El héroe de América paso a ser un fugitivo junto al asesino de los padres de Stark.

Tony también le guardaba cierto rencor a la señorita Romanoff, ya que ella siempre estuvo al tanto de los sentimientos de su prometido y jamás dijo una sola palabra...

El pequeño Stark hizo un puchero, inflando sus mejillas mientras que sus ojos comenzaban a cristalizarse. Su padre soltó un cansado suspiro, posando suavemente su mano en la mejilla de su pequeño.

— Bien, bien, tu ganas hombrecito, hare lo que pueda, ¿Sí?, pero no prometo nada.

Su hijo volvió a sonreír, abalanzándose contra su padre para regalarle un fuerte abrazo, mientras susurraba muchos "gracias" en el pecho del mayor.

Una mujer salió del colegio, carraspeó un poco su garganta y los dos hombres dirigieron su atención hacia ella.

—Buenos días, señor Stark, ya cerraremos la puerta.

Era la maestra de grado de Peter, Susan Storm, una mujer preciosa, rubia, con ojos azules, un gran carisma y con una figura envidiable. Portaba el típico uniforme de maestra de niños, una blusa, unos jeans junto con un overol lleno de caritas felices y solecitos.

Rápidamente Stark se disculpó, para después darle su mochila y su pequeña lonchera a su hijo.

— Vendré por ti a la salida, Pet.

Una oleada de besitos atacó todo el pequeño rostro del niño mientras este reía dulcemente. Se despidió con un beso en la mejilla de su padre, y después tomó la mano de la maestra. Ambos entraron al colegio y la mujer cerró la puerta tras de ellos.

El filántropo se incorporó con un poco de esfuerzo, últimamente había tenido mucho trabajo y planear la fiesta perfecta para su hijo lo dejaba exhausto, claro que contaba con la ayuda de todos en la torre, pero Stark guardaba un cariño especial en supervisar las cosas por su cuenta.

Dio media vuelta, y comenzó a caminar para regresar por donde había llegado anteriormente, hasta llegar al estacionamiento donde dejaba su camioneta todos los días para no hacer tránsito cerca de la escuela del pequeño y así evitar accidentes.

Lo que no sabía Tony, es que desde lejos una persona en cubierto lo observaba.




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