La habitación comenzó a llenarse de los suaves rayos de sol, iluminando con su delicadeza el rostro canela de Demian. El pelinegro entreabrió los ojos, intentando adaptarse a la luz que se colaba por la ventana.
Un suspiro pesado escapó de sus labios. La luz lo lastimaba ligeramente, provocándole un pequeño dolor de cabeza, pero rápidamente recordó quién dormía a su lado. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver al castaño allí, acostado junto a él, inmerso en un sueño profundo. Los latidos de su corazón marcaban el ritmo en el que descansaba Will, como una melodía tranquila.
Era, sin duda, uno de los momentos que más disfrutaba al despertar: ver al castaño durmiendo plácidamente, sentir el latido de su pecho y tenerlo cerca, abrazado a él como si fuera la última vez. Le encantaba ese instante, esa sensación de tenerlo tan cerca, de embriagarse con su aroma a vainilla y canela, un perfume que lo hacía sentirse completo.
Lo observaba en silencio, sintiendo un cariño inmenso al verlo tan vulnerable y hermoso en su sueño. Era como un paraíso inalcanzable, algo que deseaba con todas sus fuerzas.
El castaño se removió suavemente entre los brazos ajenos, despertando lentamente. Sus ojos se abrieron poco a poco hasta encontrarse con la mirada cálida del pelinegro y esa sonrisa tan característica que le desarmaba cada vez, como la primera vez que se conocieron.
Will bajó la mirada, encontrándose con los labios de Demian, teñidos de un leve carmesí. Un rubor suave se apoderó de sus mejillas al recordar lo que había ocurrido la noche anterior. Sin pensarlo demasiado, relamió sus labios, una acción que, sin intención, provocó al pelinegro.
Sus labios se fundieron en un beso suave al principio, un roce tímido, pero pronto se volvió más profundo, más intenso. Demian había apresado los labios del castaño con firmeza, sintiendo cómo sus comisuras eran exploradas con delicadeza. Will movió ligeramente la cabeza, invitando al beso a hacerse más profundo.
El castaño, que nunca antes había besado a alguien, se encontraba disfrutando del momento. No solo porque era su primera vez, sino porque el beso venía de Demian, alguien que, ahora más que nunca, sentía como el centro de su mundo.
Finalmente, se separaron por la falta de aire, el beso había escalado a algo más pasional, pero sabían que aún no estaban listos para eso. No era el momento.
Se regalaron unos cuantos besos más, llenos de cariño, hasta que decidieron levantarse para desayunar. Pero había algo en el aire. A pesar de la calidez de la mañana, el miedo se colaba entre ellos. Necesitaban hablar, aclarar lo que sentían, saber qué tipo de relación tendrían a partir de ahora.
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Estaban sentados en el sofá, rodeados por la quietud de la mañana. Will llevaba puesta una sudadera de un cálido color café, que caía con suavidad sobre sus hombros, dejándola ligeramente desajustada, como si fuera de alguien más grande que él. Los pantalones negros que la acompañaban se ajustaban de manera cómoda a su figura, mientras sus pies, descalzos, descansaban sobre la alfombra, dándole un aire relajado.
Demian, por su parte, llevaba una simple pero cómoda playera gris de manga corta, que abrazaba su cuerpo de manera sutil, y unos pantalones negros que parecían hechos a medida, pero sin la rigidez de un atuendo formal. Su postura era tranquila, aunque sus ojos reflejaban la incertidumbre que flotaba en el aire.
La mirada del ojiverde hacia el pelinegro le hacía sentir incómodo, no habían hablado en la mañana. Pero, era hora de decirle lo que sentía, quizá tan solo así podía romper aquel ambiente tan tenso.
La mirada del castaño hacia el pelinegro no pasó desapercibida; era como si cada uno de esos silencios pesara más que las palabras que no se atrevían a salir. Aunque la cercanía entre ellos seguía siendo cálida, el ambiente estaba cargado de una tensión palpable. Sabían que debía llegar el momento de hablar, de decir lo que realmente sentían, y el pelinegro lo sabía.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomanceWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?