𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚

21| Juegos

-Es la primera vez que llegas tarde -comentó Charlotte, la pelinegra, al ver al castaño entrar. Él aún regulaba su respiración tras haber corrido.

-Sí, perdón. Me quedé dormido y mis clases terminaron un poco tarde. Ya no son online porque se acercan los exámenes, y mi tiempo de estudiar desde casa terminó. -balbuceó Will, tratando de explicar su tardanza. No era una persona impuntual, y la sola idea de que alguien lo pensara le incomodaba.

-No pasa nada, solo es un trabajo de medio tiempo. No te preocupes, tus estudios son más importantes -respondió ella con una sonrisa cálida. Hizo una pausa antes de preguntar con curiosidad-: Verdad, Will, ¿qué estás estudiando?

-Estoy terminando los estudios... los de último año aún -contestó el castaño, con su rostro serio y neutral, como era habitual en él.

-¿No los terminaste? -volvió a preguntar Charlotte, notando la tensión en su voz. En respuesta, Will negó con la cabeza.

Aunque no quería parecer entrometida, la curiosidad le carcomía por dentro. Will era parte de la familia, y ella deseaba conocerlo mejor. Aclaró su garganta antes de volver a hablar.

-Will, me preguntaba... ¿por qué no terminaste tus estudios? -El castaño quedó pensativo unos segundos, en silencio.

-No quería estudiar, pero fue muy tonto de mi parte -respondió finalmente, su voz carente de emoción. Sus palabras parecían arrastrar un peso que no podía ocultar-. Si hubiese seguido mis estudios, podría librarme de... -se interrumpió, como si no pudiera continuar.

Charlotte lo miró con curiosidad y preocupación.

-Me libraría de los agentes sociales -continuó tras unos segundos de vacilación-. Dejarían de molestarme con el tener que terminar obligatoriamente mis estudios para ser mayor de edad legalmente.

Un suspiro pesado escapó de la pelinegra. Parecía entenderlo mejor de lo que él imaginaba.

-A mi esposo le pasó algo similar -empezó a relatar, con una pequeña sonrisa melancólica-. Él es huérfano, ¿sabes? Siempre intentó culminar sus estudios para salir de aquel lugar. Era estudiar o esperar a ser adoptado, y eligió los estudios. Pasó noches en vela para obtener las mejores notas. Su plan era ganar una beca que le permitiera liberarse de todo.

Will escuchaba atentamente cada palabra. Aunque estaba en horario de trabajo, Charlotte era su jefa, y además, escucharla hablar con tanto sentimiento le hacía sentir que estaba con alguien que realmente se preocupaba por él.

-Pero a sus dieciséis años, una familia lo adoptó. Era algo extraño, porque la mayoría adopta a niños pequeños, no adolescentes. La idea de ser parte de una familia lo llenó de esperanza, y descuidó sus estudios. Se sentía libre y feliz. Aquella pareja no podía tener hijos y deseaba la compañía de un joven.

Mientras Charlotte hablaba, Will decidió tomar asiento frente a ella. No había clientes a esa hora, así que podía permitirse escuchar con calma.

-Todo iba bien hasta que un día recibieron una noticia especial: la llegada de un bebé. Todos estaban emocionados, incluso mi esposo. Él se sentía parte de la familia -Charlotte hizo una pausa, su mirada perdida en los recuerdos-. Pero poco a poco, la verdadera naturaleza de esa familia salió a la luz. La niña, desde que nació, recibió toda la atención. Era normal, era una bebé... pero mi esposo comenzó a quedar relegado. Dejó de asistir a la escuela para cuidar de la pequeña mientras los padres trabajaban. Pensaba que tenía una familia, que eso era suficiente.

Will sintió un nudo en el pecho. La historia le resultaba dolorosamente familiar.

-Pero los vecinos comenzaron a murmurar. Decían que mi esposo, siendo casi un adulto, era un peligro para la niña porque no eran hermanos de sangre. Los padres, temiendo que los rumores fueran ciertos, decidieron devolverlo al orfanato. Y él simplemente lo aceptó... porque, en el fondo, sabía que no era realmente parte de esa familia.