Ver siempre juntos a Madara y Hashirama era algo normal para sus compañeros de clase, Hashirama siendo meloso todo el tiempo y empalagando al Uchiha era igual de común. Aun así, lo melosos que eran antes parecía no ser nada a como se comportaban ahora.
Madara estaba con las mejillas rojas de vergüenza, siendo tocado por aquí y por halla en sus hombros y brazos. Recibiendo notas de Hashirama por debajo de la butaca, la maestra de filosofía ya les había llamado la atención varias veces ¡Pero Hashirama parecía tener brazos de pulpo!
—Dara—susurro el Senju, estaba sentado en la butaca de atrás, ese lugar ni siquiera le correspondía. Había sobornado al chico que antes se sentaba tras él a cambio de una bolsa de chips—. Léelo.
Hashirama recargo su mejilla en su hombro y abrazo uno de sus brazos, Madara apenas pudo tomar correctamente la nota por lo avergonzado que se encontraba.
Hashirama era del tipo que demostraba su cariño con contacto físico, mucho contacto físico. Y a Madara le gustaba, pero eso no quitaba que su rostro ardiera cada vez que Hashirama se acercaba demasiado. Actuaba demasiado tonto cuando se avergonzaba.
Cuando estuvo a punto de leer la nota la profesora lo interrumpió, gritando tan fuerte que estaba seguro de que toda la secundaria la escucho. Hashirama dio un brinco al escuchar que fue su nombre el que grito.
—¡Senju Hashirama! ¡Sal de mi clase si no te interesa! —El rostro de la profesora estaba tan rojo por toda la furia acumulada al haber soportado una hora y media a Hashirama, sus susurros y risas. Pero tampoco era culpa de Hashirama, ¿dos clases de filosofía seguidas? ¿Acaso querían que durmiera en clases? ¡Programaron su horario con el culo!
Madara se preocupó. Apenas había comenzado este semestre y Hashirama ya llevaba seis sanciones.
Pero a Hashirama no le preocupaba. No le importó mucho cuando se puso de pie y estaba frente a él, extendiendo su mano para que salieran juntos del salón. Madara quería desmayarse. Pensó en fingir demencia pero al final no tuvo de otra más que tomar su mano y rodear la línea de butacas para seguirlo. No podía dejarlo con la mano extendida, sería muy humillante.
Entonces Madara era jalado por Hashirama, corriendo y perdiéndose en el área de talleres. Esos salones siempre estaban vacíos los lunes. Pudo escuchar al salir del salón a la maestra pedirle a uno de sus compañeros buscar al supervisor seguramente para que los siguiera.
Ella había querido intimidar a Hashirama, pero Hashirama era un mar de sorpresas.
Hubo un momento en el que Madara no quiso mirar abajo, Hashirama lo estaba jalando para subir las escaleras directo al salón de computación, pero esas escaleras siempre fueron demasiado inclinadas y el estúpido estaba corriendo. Hashirama quería matarlo.
Sintió que pudo respirar una vez estando arriba. No pudo evitar no mirar molesto a Hashirama y empujarlo, lo empujó contra la puerta de computación dispuesto a golpearlo.
Solo quería borrar esa estúpida sonrisa del rostro de Hashirama, esa sonrisa juguetona, ¡Estúpido!
Hashirama reaccionó rápido cuando Madara lanzó el primer golpe, tomándolo de ambas muñecas y esperando a que no usará sus rodillas. No estaban tan cerca de las escaleras como para caer pero las desgracias siempre eran bienvenidas en sus vidas.
—¡Cálmate, Madara! —Oh, Madara si uso sus rodillas—. Te comprare Sushi todos los fines de semana. —Nada. Incluso recibió un golpe más fuerte que todos los demás en su tobillo.
—¡Idiota! —Madara no sabía porque estaba más molesto. Si por el hecho de que a Hashirama le importaba una mierda su responsabilidad académica o por las escaleras. Las escaleras definitivamente.
—¡Esto es maltrato animal! ¡Digo, infantil! —El Uchiha quiso reír. Se mordió la lengua para no hacerlo.
Siguieron forcejeando largos minutos más. Lentos y tediosos minutos que bien se pudieron haber aprovechado para otra cosa.
Hashirama se había cansado. Se acercó al rostro del Uchiha e intentó besarlo, pero sólo consiguió dejar un pequeño beso en la mejilla—¡Lo siento, Madara!
Ahora Madara no sabía si estaba tan rojo por la furia o porque Hashirama se le había lanzado para abrazarlo, claro, aún sostenía sus brazos para evitar otro golpe en sus costillas.
—Nos pueden ver…—Madara solo estaba dando excusas, pensó Hashirama. Nadie subía aquí los lunes, nadie buscaba en este lugar. De hecho, al principio le pareció extraño que la reja para subir las escaleras estuviera abierta, tal vez vendrían a cerrarla después—Hashirama, alguien puede subir.
—Mentiroso.
A Madara le molestaba lo seguro que era Hashirama. Le molestaba porque él no lo era y Hashirama era como un tornado, aturdiéndolo y haciéndolo sonrojar por todas las idioteces que dice.
—¡No puedes confiarte tanto! ¡Deja de actuar tan confiado! —Madara lo empujó para que dejara de abrazarlo.
—¿Qué dices? Así debe ser, de lo contrario nuestra relación no tendría sentido.
Madara levantó una de sus cejas y se cruzó de brazos, amenazando con la mirada al Senju cuando quiso volver a acercarse.
Hashirama se vio en la necesidad de aclararlo—Piénsalo, cuando estamos fuera de la escuela y extrañamos la compañía del otro, ¿Quién envía el primer mensaje? ¿Quién te habla primero siempre?
—Tú…
—Exacto, si yo no fuera “el atrevido” nunca hablaríamos por la pena. Esta perfectamente equilibrado. —Madara sólo retrocedió cuando Hashirama empezó a acercarse hasta que lo acorralo contra la puerta blanca del salón—Y te quiero por cómo eres.
—Oh, también lo hago, pero sigo creyendo que te tomas demasiadas libertades. —Hashirama sonrió, Madara tenía razón. A veces lo hacía a propósito.
—Lo siento por eso, trataré de no agobiarte tanto. Por cierto, tienes razón, alguien puede subir. —Hashirama presionó su cuerpo aún más contra el de Madara, siendo testigo de otro más de los lindos sonrojos de este—. ¿Por qué no vamos tras los salones de primer año?
Paso sus dedos por el cabello azabache, sosteniendo tras su oreja su flequillo para tener una mejor vista del rostro de Madara—Te la pondré las veces que quieras.
Y ahí estaba otro gesto de Madara, quien había fruncido su ceño y levantó su ceja sin poder comprender lo que le acababan de decir. Tuvieron que pasar unos minutos para que lo comprendiera.
—¡Depravado! —Hashirama estaba seguro que ese no era el término correcto, pero se podía acercar—¡Deja de hablar en doble sentido o te romperé la nariz!
—No, no... no me golpees—dijo casi en una súplica—. Solo me gusta ver tu gesto de confusión. Me gustan todos tus gestos.
Y ahí estaba de nuevo, Hashirama diciendo algo demasiado lindo que evitaba que siguiera molesto con él. Estúpido Hashirama caliente. Madara comenzó a bajar las escaleras, luciendo como una cereza, tenía que aprender a controlar los vergonzosos sonrojos. —Tenemos al menos una hora antes de que nos busque el supervisor.
Hashirama tenía más por decir, pero decidió cerrar la boca. Estaba seguro que sí decía algo más Madara ya no sería tan compasivo. Pero realmente podía ponérsela las veces que se lo pidiera.