1.- La casa de Tattersall

26 6 0
                                    

La única barrera que separaba mi cuerpo y el abismo era el umbral de aquella larga y horrenda ventana, las típicas genéricas que se encuentran en los castillos. No necesitaba mucho esfuerzo para encaramarme por ella y saltar hacia el jardín al que daba, para así poner fin a todo lo que involucraba mi existencia. Ah, dulce muerte.

Estaba somnoliento. Quizás por eso pensaba en cosas que no debía. Mas ahora no había nada que me pudiera decir qué pensar y qué no. Finalmente era libre, finalmente se trataba de mí y de nadie más. Amsden Tattersall a la deriva del mundo, ¿No?

Siempre ansié este momento. Siempre quise separarme de las estúpidas obligaciones que tenía por el mero hecho de llevar el apellido Tattersall- como si aquello me interesara en lo más mínimo.

Las cosas podían acabarse ahora. No tendría que esforzarme más, no habría nada malo. Tan sólo yo y la pacífica oscuridad del letargo infinito que me invitaba a saltar por aquella ventana.

Iba a saltar. Sí, iba a saltar. 

Sonaba como la alternativa más fácil.

Y ya estaba harto de las complicaciones.


***


Detestaba con toda mi alma los despertadores. ¿Por qué papá insistía en que fuéramos a la escuela? No le veía el sentido. Estaba seguro de que su mente también funcionaba mejor en la noche, y a pesar de eso, insistía en que nuestras clases fueran diurnas. 

Supongo que era para mantener las apariencias. Eso siempre fue importante para papá. Digo, vamos. Los Tattersall vivíamos en un castillo de piedra sobre un acantilado con nuestra propia salida al lago. 

Pero aún así... Deseaba independizarme. Y pronto lo haría, después de todo. Me quedaba poco más de un año en la escuela. Luego podría irme de la ciudad junto a mis amigos Ulric y Gillian, podríamos trabajar en un Starbucks (Que siempre fue mi sueño, todos los baristas eran ridículamente apuestos), y yo podría venir a veces a visitar a mi hermana pequeña Sheep.

Hablando de ella... Como si no fuera ya suficiente tener el endemoniado sonido de mi teléfono celular intentando hacer que me levante de mi cama, había llegado Sheep para sacarme de mi lecho.

—¡Eh, Amsden! —Me llamó con su dulce voz. Una almohada en mi rostro me impedía verla, pero pude escucharla caminar dentro de mi habitación—. ¡Es hora de despertar! ¡Mamá ya ha preparado el desayuno!

Tomé un poco de aire a pesar de estarme sofocando a mi mismo con una almohada para no ver los rayos de luz que entraban por la ventana adyacente al respaldo de mi cama. No había notado lo helado que estaba el ambiente hasta que saqué mi brazo de debajo de las mantas que cubrían mi cuerpo. 

Sheep sujetó de mi brazo con sus pequeñas manos, y sentirlas igual o más frías que mi piel fue suficiente para hacerme despertar del todo. 

Retiré mi extremidad de sus manos y me enderecé para sentarme, apoyándome contra el colchón. Había vuelto a dormir con mi ropa de calle, para variar olvidé vestirme con pijama. 

Sheep me miraba con sus grandes y curiosos ojos. Esforcé una sonrisa a pesar del cansancio que demostraba mi rostro, y la recibí de vuelta.

Tomó de mi mano y tuve que acompañarla escaleras abajo hacia la cocina, en donde debía de estar esperando el resto de mi familia.


—Buenos días, Amsden —saludó mi padre, a duras penas asomando sus ojos de debajo del periódico de aquella mañana—. ¿Así que has vuelto a salir de noche?

La casa de TattersallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora