4.- Venganza al chico con anemia

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Me preguntaba si habría logrado dar la imagen que deseaba en Rogelio. Me preguntaba si aquel chico me habría visto como alguien admirable, quizás como un sujeto en quien encontrar amparo. Me preguntaba si, tal vez, sólo tal vez...

...Él me había amado.

¿Era muy infantil? Seguro que sí. Ni siquiera estaba seguro de haber estado precisamente enamorado del chico.

Pero definitivamente era un cosquilleo en el estómago que fue novedoso para mí. Nunca había logrado sentirme así por nadie. Y era agradable aquella sensación.

No quería dejar ir esta pequeña obsesión que tenía por Rogelio. Quería estar siempre a su lado.

Pero sabía que aquello era imposible. Sabía que jamás podría tener un felices por siempre junto a Rogelio. No después de lo que acababa de pasar.

Y si no podía estar a su lado, ¿Qué punto tenía vivir?

¿Podría siquiera hacerlo?

¿Podría vivir sabiendo que en algún lugar del mundo, estaba Rogelio sonriendo y siendo tan hermoso como sólo él puede?

La respuesta era que no.

Yo no era tan fuerte.

Y no estaba a dispuesto a vivir una tortuosa vida que involucraba estar lejos de Rogelio Williamson.

Maldita sea, si tan sólo no lo hubiera conocido, las cosas habrían sido mucho más fáciles.

***

Pude haber actuado con un aire más bien misterioso, pero mi corazón latía tan fuerte que parecía querer huir de mi cuerpo.

Aquellos chicos eran unos idiotas. Ni siquiera estaba seguro porqué seguían en la escuela, después de todos los problemas en los que estaban envueltos.

Vivíamos en una ciudad más bien pequeña, así que si los expulsaban no tendrían más remedio que mudarse a otra ciudad. Pero de todas maneras, era asquerosa la forma en la que la escuela intentaba cuidar las apariencias al guardar en secreto los problemas que sucedían.

Cuando yo tenía la edad de Sheep, Wallace solía golpearme porque sí. Al menos ahora golpean chicos con un fin. Pero me resultaba de lo más morboso que el director se mantuviera de brazos cruzados y pretendiera que hasta el último conflicto podía ser resuelto con un apretón de manos. En los casos más graves, a veces, con un abrazo.

El mundo sin duda era horrible. Particularmente el mío. Pero había algunas cosas por las que valía la pena continuar.

Como el olor a café tostado que preparaba mamá, o la fantasía de ser yo quien preparara aquel café en algún Starbucks.

El café de aquel lugar siempre me pareció innecesariamente caro y jamás fue muy bueno. El único punto fuerte eran aquellos batidos que preparaban, pero no entendía cómo alguien podía ser capaz de beberlos teniendo en cuenta la cantidad de azúcar que poseían.

La vida eventualmente se tornaría buena, ¿No?

—¿Amsden?

—¿Eh?

Gillian ya nos había dejado, ahora éramos sólo Ulric y yo. Nos encontrábamos ante el jardín del hogar suyo, de vuelta de la escuela.

—¿Qué opinas? —preguntó él.

—En serio deberían expulsarlos. Supuestamente estamos en una buena escuela.

—Sí, tienes razón. Pero ha sido muy insensato tu actuar.

La casa de TattersallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora