7.- Cacería

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Quizás lo que yo hacía era horrible.

Al menos desde otras perspectivas.

Aunque los humanos no eran muy distintos.

Siempre matando animales. Matando a su entorno.

Nunca creí en el Armagedón, mas esta raza se estaba esforzando en traerlo pronto.

Desde muy pequeño había normalizado la caza de animales para consumo personal. Estaba dentro de mi ADN, así que era normal.

Sabía de casos de humanos quedando horrorizados por el hecho de que asesinara animales con mis propias manos. Sin embargo, ¿Había diferencia entre matar personalmente un animal y pagar dinero para incentivar el asesinato de ellos?

Ah, humanos. Siempre pensando sólo en ellos. Tan... cerrados.

En un pasado, fuimos nosotros la vanguardia. La resistencia. Al menos lo fuimos un tiempo, tras el reino vampírico que existió en toda Europa.

Tras la opresión que sufrimos en la época de la Santa Inquisición, estábamos al borde de la extinción. Fue un milagro que pudiéramos sobrevivir.

No, un milagro no.

Tan sólo... Obras vampíricas, cosas que los humanos no podían entender.

Se le podía llamar "Inefable". Al igual que al trabajo que ejercíamos todos en el presente, los trabajos sucios que quedan por encima de todos los mortales.

Si alguien me hubiera preguntado si odiaba a los humanos, no habría sabido qué responder. Probablemente hubiera dicho que sí. Aquella respuesta también habría sido aplicable a la misma pregunta, pero con vampiros.

Pero definitivamente no éramos lo mismo vampiros y humanos.

Compartíamos algunas inevitables similitudes. Pero después de todo, éramos razas distintas. Algo como un pug de cuatro metros contra un husky, los humanos siendo este último.

Los vampiros éramos producto de una evolución selectiva artificial. Papá lo habría negado y casi que tachado de blasfemia, pero era cierto. El hecho de que hubiera tantas casas, y tan diferentes, eran la prueba de ello.

Y todas éramos igual de asesinas. ¿Más o menos que los humanos? Puede ser que esa incógnita jamás reciba una respuesta.

Cuando pequeño, tuve una corta etapa en la que decidí volverme vegetariano. Un vampiro vegetariano, por supuesto, era algo completamente quimérico, quizás utópico. No podíamos aguantar mucho más de dos días sin alimentarnos de sangre.

Necesitábamos sangre ajena, pues la desechábamos por todos los medios mencionables (A los que no eludiré, pues podrían resultar bajamente canónicos). Así que, por supuesto, mi vegetarianismo no duró más de un día.

Ya he mencionado lo de mi anemia. Al haber pasado todo un día sin consumir sangre, estaba a unos pocos segundos de perder toda mi visión.

Supongo que agradezco que mis padres me hayan permitido explorar mis límites por mi propia cuenta. Yo era, intrínsicamente, un asesino. Y no había por dónde mirarlo.

¿Estaba siendo duro conmigo? Recientemente había mencionado que no existía verdadera disparidad entre los métodos de matanza vampíricos y humanos. Así que, sí. Seguramente estaba siendo más duro conmigo de lo que debía.

Pero aquello no importaba.

La vida era difícil, y ahora mismo nada me importaba.

Di un paso, y otro. El viento que se colaba por la ventana se transformó en el viento que solía sentir al perseguir por los bosques a un inocente venado.

La casa de TattersallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora