Caminaba sin preocupación alguna, como si tuviera el mundo entero en sus bolsillos, manteniendo una expresión neutra. Ingresó al local y, mientras su mirada inspeccionaba el lugar, recordó que había ido un par de veces para visitar a alguien. Aunque, en ese momento, aquella persona no se encontraba allí.
Al voltear, notó de inmediato una nueva presencia y sonrió de manera natural.
-Disculpe, ¿Busca a alguien? -preguntó una joven que atendía el local.
-Sí, tenía una cita, pero aún no ha llegado. -respondió dulcemente el hombre.
-Puede esperar a que llegue su cita. Mientras tanto, le serviremos un té o café. -habló la joven con una leve sonrisa, aunque su nerviosismo era evidente.
-No, muchas gracias. -rechazó cordialmente el hombre.
-No se preocupe, el pedido lo paga la casa. -la insistencia comenzó a irritarlo.
-No, gracias. Voy a posponer la cita. -la joven se quedó callada, captando la dureza de la mirada del hombre. -Tenga buen día. -dijo con rudeza antes de retirarse.La joven tragó en seco mientras veía como el hombre de cabellera rojiza caminaba hacía un coche negro con las ventanas polarizadas, bajó una de ellas para encender su cigarrillo, le dio una calada y se marchó de inmediato.
La joven tragó en seco mientras observaba al hombre de cabellera rojiza caminar hacia un coche negro con las ventanas polarizadas. Bajó una de ellas para encender un cigarrillo, dio una calada y, sin más, se marchó de inmediato.
-Melissa, ¿Pasa algo? -preguntó Charlotte al ver cómo la joven se había quedado pálida, mirando la puerta.
-N-no, jefa. Digo, sí. -tartamudeó, acomodándose el cabello-. Un hombre de cabello rojizo había venido, dijo que tenía una cita e intenté que se quedara a esperar, pero la pospuso. Daba un poco de miedo. -farfulló, con el rostro algo tenso.
-Está bien. No te preocupes, sigue atendiendo el local. -dijo Charlotte dulcemente, viendo cómo la joven asentía levemente.
Charlotte sabía quién era, o al menos lo suponía. Marcó un número en su teléfono mientras trataba de no morderse las uñas de los nervios.
-¿Pasa algo, hermana? -habló Demian al otro lado de la línea.
-Demian, dile hoy a Will que tiene el día libre, y que no se preocupe, que no le descontará nada. Cuídalo, ¿está bien? -dijo la pelinegra, tratando de sonar tranquila.
-Claro, le diré eso y lo cuidaré. Hablamos luego de esto. -respondió Demian, su tono calmado y seguro.
La mujer suspiró, aceptó y colgó. Luego murmuró para sí misma, mientras se encaminaba hacia la cocina.
-Eiden, espero puedas obtener las pruebas necesarias y proteger a ese muchacho. -se dijo en voz baja, antes de marcharse.
Sabía que Will tenía problemas con aquel hombre. Aunque Eiden hablaba muy poco sobre el tema con ella, ya que Demian se negaba a decir más. Charlotte intuía que algo oscuro y peligroso acechaba a su hermano. Quería hacer que entrara en razón, pero por ahora solo sabían que Will mantenía un cierto miedo hacia ese hombre. Faltaban muchas piezas en el caso, demasiadas para lo que ya habían averiguado.
Solo debían dar un paso más.
[...]
El sonido de las teclas resonaba por toda la sala, un ruido peculiar y estresante para aquel que lo estaba haciendo. Mantenía sus manos en el teclado del ordenador desde la madrugada. Sus ojos estaban levemente hinchados por no haber dormido bien y sus gafas estaban un poco sucias. Las ojeras, que ahora formaban parte de su rostro, eran una tortura para su aspecto en ese momento. Aún seguía con el pijama, a pesar de que casi era mediodía. Las cortinas estaban cerradas, por lo que el lugar permanecía oscuro. Suspiró, tomándose un respiro.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomanceWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?