Capitulo 1

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Una tertulia inesperada


En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.

Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una manilla de bronce dorada y brillante, justo en el medio. La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provistos desillas barnizadas, y montones y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era aficionado a las visitas. El túnel se extendía serpeando, y penetraba bastante, pero no directamente, en la ladera de la colina (La Colina, como la llamaba toda la gente de muchas millas alrededor), y muchas puertecitas redondas se abrían en él, primero a un lado y luego al otro.

Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas, comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo.

Las mejores habitaciones estaban todas a la izquierda de la puerta principal, pues eran las únicas que tenían ventanas, ventanas redondas, profundamente excavadas que miraban al jardín y los prados de más allá, camino del río.

Este hobbit era un hobbit acomodado, y se apellidaba Bolsón.

Los Bolsón habían vivido en las cercanías de La Colina desde hacía muchísimo tiempo, y la gente los consideraba muy respetables, no sólo porque casi todos eran ricos, sino también porque nunca tenían ninguna aventura ni hacían algo inesperado: uno podía saber lo que diría un Bolsón acerca de cualquier asunto sin necesidad de preguntárselo.

Ésta es la historia de cómo un Bolsón tuvo una aventura, y se encontró a sí mismo haciendo y diciendo cosas por completo inesperadas.

Podría haber perdido el respeto de los vecinos, pero ganó… Bueno, ya veréis si al final ganó algo.

La madre de nuestro hobbit particular… pero, ¿Qué es un hobbit? Supongo que los hobbits necesitan hoy que se los describa de algún modo, ya que se volvieron bastante raros y tímidos con la Gente Grande, como nos llaman.

Son (o fueron) gente menuda de la mitad de nuestra talla, y más pequeños que los enanos barbados.

Los hobbits no tienen barba. Hay poca o ninguna magia en ellos, excepto esa común y cotidiana que los ayuda a desaparecer en silencio y rápidamente, cuando gente grande y estúpida como vosotros o yo se acerca sin mirar por dónde va, con un ruido de elefantes que puede oírse a una milla de distancia.

Tienden a ser gruesos de vientre; visten de colores brillantes (sobre todo verde y amarillo); no usan zapatos, porque en los pies tienen suelas naturales de piel y un pelo espeso y tibio de color castaño, como el que les crece en las cabezas (que es rizado); los dedos son largos, mañosos y morenos, los rostros afables, y se ríen con profundas y jugosas risas (especialmente después de cenar, lo que hacen dos veces al día, cuando pueden).

Ahora sabéis lo suficiente como para continuar el relato.

Como iba diciendo, la madre de este hobbit (osea, Bilbo Bolsón) era la famosa Belladonna Tuk, una de las tres extraordinarias hijas del Viejo Tuk, patriarca de los hobbits que vivían al otro lado de del agua, elria huelo que corría al pie de La Colina.
Se decía a menudo (en otras familias) que tiempo atrás un antepasado de los Tuk se había casado sin duda con un hada.

Eso era, desde luego, absurdo, pero por cierto había todavía algo no del todo hobbit en ellos, y de cuando en cuando miembros del clan Tuk salían a correr
aventuras. Desaparecían con discreción, y la familia echaba tierra sobre el asunto; pero los Tuk no eran tan respetables como los Bolsón, aunque indudablemente más ricos.

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2022 ⏰

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