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La luz de la luna se reflejaba contra los ventanales del rascacielos del que pendía en absoluto silencio escuchando los ruidos de la noche. Agente Venom observaba el escaso movimiento a muchos metros bajo sus pies. Parecía que aquella iba a ser su primera vigilia tranquila en muchas semanas cuando el ruido de una sirena acercándose resonó en medio de la calle casi desierta.

La euforia de la cacería embargó a su simbionte. Sus músculos parecían haber despertado de un letargo infinito y con un leve movimiento de sus manos, una telaraña apareció de la nada, acompañando su salto al vacío. Las luces iluminaron de un azul enfermizo la calle, un coche de policía derrapó al girar la esquina persiguiendo la moto oscura que zigzagueaba entre el escaso tráfico a esas horas de la madrugada. Agente Venom se dejó caer a plomo en medio de la calzada, deteniendo la moto a pura fuerza bruta. La rueda delantera chirrió, dejando la marca de la goma calcinada en el asfalto, mientras la trasera se alzaba por la fuerza del impacto en un caballito involuntario. El coche patrulla se detuvo a escasos metros, uno de los policías salió, su arma preparada y usando una de las puertas como escudo.

–¡Polícia de Nueva York! ¡Las manos en alto donde pueda verlas!– la policía gritó sin dejar de apuntarle con la pistola.

–¡Creo que está inconsciente!– Agente Venom gritó alzando las manos. El motorista había perdido el equilibrio y su cuerpo yacía inmóbil en el asfalto. Al menos aún respiraba.

–¡Otra vez tú no!– una figura apareció de la nada, aterrizando junto a él, la araña visible en su pecho. Los dos policías al otro lado de la calle empezaban a estar inquietos, sus pulsaciones cada vez más aceleradas.

–Lo hemos visto nosotros primero– Agente Venom sonrió enseñando los dientes afilados del simbionte. "¿Recuerdas que Peter sigue siendo amigo mío?" Flash se quejó sabiendo que no necesitaba utilizar su voz para que el Otro lo oyera. El simbionte disfrutaba quizá un poco demasiado poniendo nervioso al trepamuros. "No vamos a hacerle nada, pero sigue sin gustarnos" la voz del Otro resonó dentro de su cabeza.

–¡Cuidado!– la voz de Spiderman lo sacó de su ensimismamiento a tiempo de evitar con una acrobacia la lanza negruzca que había intentado empalarlos. El motorista había desaparecido y en su lugar, un demonio de casi dos metros los atacaba con tentáculos que aparecían desde todos los rincones de su cuerpo.

–¿Otro simbionte?– Agente Venom siguió dando saltos y corriendo intentando acercarse al monstruo que seguía empeñado en partirlos por la mitad. –¡Creía que los Vengadores los tenían todos controlados!

–¡Encantador!– Spiderman intentó detener el avance del monstruo inmovilizándolo con sus telarañas. –¿Los parásitos han añadido otro más a la familia?

–¿Podrías ahorrarte los insultos para cuando no estén intentando matarnos?– Agente Venom respondió indignado. La monstruosidad consiguió liberarse rasgando las telarañas como si fueran un trapo viejo.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar.

Un pitido intenso lo atravesó como si lo hubiesen electrocutado y le hizo perder el equilibrio. Todo terminó en un instante. Sus piernas apenas eran capaces de sostenerlo. Cayó de rodillas, su respiración trabajosa. Su simbionte se estremecía de dolor. Toda su voluntad se concentraba en mantener su forma. Flash apretó los dientes. El odio del simbionte resonaba en todas sus células. Era difícil defender a Peter cuando acababa de utilizar una pistola sónica sin importarle la situación en la que dejaba a Agente Venom. El otro simbionte se retorcía en el asfalto como una masa informe. El huésped estaba inconsciente en el suelo, sus constantes débiles. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al reconocer a la figura inerte. Era Eddie Brock.

Viviendo con nuestros pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora