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El despertador había sonado demasiado pronto sin que hubiese conseguido volver a dormirse. Aguantar a una panda de adolescentes hormonados con apenas tres horas de sueño no era lo que Flash entendía por divertido. Sólo esperaba que nadie más le preguntara por su mala cara. Lo único que quería era que el día terminara lo antes posible para meterse en la cama y dormir doce horas seguidas. El nombre de Eddie Brock era como una letanía constante en su subconsciente, el Otro agarrado al recuerdo de la noche anterior como un perro de presa.

–¡Dios! Es peor que cuando me gustaba Vanessa en el Instituto –gritó para sus adentros–. ¡Déjame hacer unas llamadas, a ver si consigo averiguar en qué comisaría está!

"¿Era tan difícil?" El simbionte contestó satisfecho.

–Espero que valga la pena.

Flash sacó su móvil del bolsillo de sus tejanos y marcó. Contó un tono, dos tonos y tres antes de que la línea conectara al otro lado.

Sentado en una de las sillas de plástico en la sala de espera de comisaría, Flash observaba el ir y venir de la gente. Sus prótesis le rozaban en las rodillas y no veía el momento de poder quitárselas. Al menos dos veces esa mañana habían traído a alguien esposado. Era demasiado sencillo pensar lo peor cuando veía los tatuajes, los piercings, los pañuelos atados en la frente como si se tratara de Rambos modernos. Nunca se había considerado racista pero viendo la fauna que paseaba por allí, quizá lo era más de lo que creía. Y quizá con Brock le pasaba algo parecido. Pete estaba convencido que el traje no era de fiar, pero Flash lo consideraba un amigo. Y si el simbionte veía algo bueno en Brock, quizá Brock no era el villano que Pete decía.

"Eddie tiene muchos defectos. No es una buena persona pero pese a todo intenta ser mejor." Los nervios en su estómago no eran suyos. Flash se sorprendió al darse cuenta que su simbionte estaba ansioso ante la perspectiva de volver a ver a Eddie.

–Nunca has llegado a contarme como os separasteis –Flash preguntó jugando distraído con el café entre sus dedos–. Me cuesta imaginar a alguien como Brock renunciando a –Flash señaló sus piernas o, mejor dicho, la falta de ellas.

"Eddie estaba asustado" la vergüenza casi lo hizo doblarse por las ganas de vomitar. Las palabras del simbionte casi parecían arrancadas de sus entrañas. "Nunca habíamos estado tanto tiempo con un huésped. La consciencia de Eddie podía desaparecer durante días. No sabíamos lo que estaba pasando pero los cadáveres volvían a amontonarse a nuestro alrededor."

–No le había supuesto un problema antes –Flash contestó un un chasquido de disgusto.

"Eddie creía que no tenía otra opción, intentó acabar con nosotros" El simbionte ignoró el comentario de Flash.

–¿Intentó matarte?

El vaso de plástico cayó al suelo, salpicándole los bajos de los pantalones y empapándole las bambas. El vaso rodó hasta el mostrador de recepción

–¡Perdón! ¡Perdón! –Flash alzó la voz intentando distraer la atención de la gente a su alrededor.

La recepcionista se lo quedó mirando como si fuera estúpido. Con un susurro continuó: –¿Intentó matarte y quieres ayudarlo?

"No lo entiendes, Flash. No intentó matarnos. Si no podía salvarnos iba a morir con nosotros."

–Flash –la voz de Vanessa lo interrumpió–, me debes una muy gorda. Tienes cinco minutos, ni uno más.

–Lo que quieras –Flash contestó con una sonrisa socarrona y se levantó, inmune a la mirada inquisidora de su ex.

–Como alguien se entere que te he dejado a solas con un sospechoso... –La mujer lo arrastró cogiéndolo del brazo–. No sé qué es tan importante, pero si te pillan es mi cabeza en la picota.

Los dos avanzaron con paso seguro hasta el pasillo donde estaban las salas de interrogatorios y se detuvieron ante la número tres.

–Cinco minutos. –Vanessa abrió la puerta y lo empujó al interior.

La sala era oscura, una mesa metálica y dos sillas como único mobiliario. Sentado, con la mirada perdida y las manos esposadas a la mesa, estaba Eddie. En su rostro aún se podían ver las huellas de la noche anterior. Brock alzó la mirada al oír la puerta cerrarse con un golpe seco.

–¿Y tú quién eres? ¿Qué quieres? –Brock preguntó cuadrándose en la silla, como si fuera un animal acorralado.

–Flash Thompson. –Flash alargó la mano en un gesto automático hasta que el tintineo de las esposas que mantenían a Brock atado lo hicieron sentirse estúpido.

Brock lo seguía observando con una mirada predatoria. Con un suspiro, se dejó caer como un peso muerto en la silla libre.

–Hay alguien que quiere hablar contigo.

El simbionte parecía vibrar bajo su piel, todo su vello se erizó como si estuviera cargado de electricidad estática. El tiempo parecía eternizarse. Los primeros filamentos empezaron a formarse casi tímidos en sus muñecas y se arrastraron lentamente hasta alcanzar los dedos de Brock, enroscándose con cuidado entre ellos.

–Eddie –uno de los zarcillos lo miraba con los ojos opalinos del simbionte–, lo sentimos, Eddie.

Flash no sabía qué esperar pero era como si algo se hubiese roto en el rostro de Eddie. Estaba seguro que si no lo hubiese visto con sus propios ojos, jamás hubiese creído que el psicópata que había jurado acabar con Spiderman era capaz de sonreír de aquella forma. Sus ojos brillaban con una intensidad que casi parecía que fuera a arrancar a llorar.

–Yo también lo siento, amor. –Brock jugueteaba con la masa viscosa entre sus dedos.

El Otro se acurrucó contra el cuello de Brock como un gato falto de afecto. Estaba seguro que nunca antes había oído al simbionte ronronear.

–¿Y Sleeper? ¿Está bien?

–¿Sleeper? –Flash los interrumpió–. ¿Te refieres al otro simbionte?

–Sí, Sleeper. –Brock alzó el rostro, impasible. Las palabras parecían dagas entre sus labios–. ¿Dónde está?

–No lo sé.

–No... –Flash observó con precisión milimétrica el segundo exacto en el que Brock captó el significado de sus palabras–. ¡¿Cómo que no lo sabes?! ¡Cómo le pase algo!

Brock se incorporó, volcando la silla y arrastrando la mesa con él e ignorando al simbionte enroscado en sus brazos.

–Flash, tienes que largarte ya.

La puerta se abrió de golpe interrumpiendo la discusión. El Otro tenía que haber escuchado el ruido mucho antes que Flash o Eddie fueran conscientes de lo que sucedía. Oculto en sus entrañas, era como si nunca hubiese estado allí.

–Reza para que nadie haya escuchado el escándalo.

Flash le dirigió una última mirada a Brock antes de escabullirse fuera de la sala de interrogatorios. La imagen era la de un hombre absolutamente derrotado.

Viviendo con nuestros pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora