I Parte
Lizzie Brooks, era nada más y nada menos que una de las mejores entrenadoras de dragones que existía en el reino de Phiria. Amaba ser quien era, porque así podía estar cerca de aquellas criaturas tan majestuosas que tanto apreciaba, pero a la vez envidiaba, tanto como a aquellos que tenían el privilegio y la suerte de haber nacido para salir de aquellos muros de lo que era Phiria.
Los Brooks eran una de las familias más famosas y respetadas en todo el reino por ser los mejores entrenadores de dragones desde el inicio de los tiempos. Y ahora Lizzie era la heredera de aquel legado, y al ser hija única debía sobrellevar la gran responsabilidad de entrenar a cada dragón que naciera en el reino. Responsabilidad que superó las expectativas de todos los que creyeron que era demasiado joven para lidiar con algo así.
Lizzie aparentaba ser obediente y reservada ante todo el mundo, pero cuando se encontraba con quienes consideraba sus mejores amigos, aquellas criaturas que tanto adoraba, dejaba salir aquel lado que no le mostraba a ninguna otra persona, ese lado suyo obstinado y rebelde que la llevaba a meterse en problemas cuando era más joven; sin embargo con el tiempo aprendió que no a todo el mundo le parecía correcta esa actitud suya, así que la guardó en lo más profundo de su corazón, haciendo creer a todo el mundo que solo había "madurado".
Era buena en lo que hacía, amaba lo que hacía; aun así, había algo en el fondo, una sensación, un sentimiento de inadaptación, que aunque no expresaba de forma consiente, siempre estaba allí. Sumado a que era una curiosa empedernida, que siempre preguntaba el cómo y el por qué de cada cosa que se le planteaba; obviamente eso incluía el querer saber qué había más allá de aquella barrera mágica creada hace más de un siglo por el bisabuelo del actual rey, durante la guerra con la raza humana. El joven rey era muy distinto a lo que fue su bisabuelo.
Según cuentan los libros de historia, la razón por la que se hallaban apartados del resto del mundo, en una isla flotante, más allá de las nubes, eran los humanos, considerados los seres más peligrosos y destructivos del planeta, quienes habían comenzado una guerra no solo con la raza de los magos, sino también con las demás razas existentes, como los brujos y elfos, de los cuales no se hablaba mucho. En realidad la información actual sobre el mundo exterior solo era exequible para dos grupos de "El Orden", llamado así al ordenamiento social que realizó el rey Porter a inicios del auto-aislamiento del reino. Estos grupos eran "Los exploradores" y "La realeza", ni siquiera "Los guardianes" encargados de vigilar la barrera tenían acceso a ese tipo de información. Así que, qué podía esperar alguien como ella que solo formaba parte de los entrenadores de dragones, los cuales, luego de su adiestramiento, iban directamente a formar parte del grupo de los exploradores, ya que para eso eran entrenados.
A pesar de todo Lizzie aún tenía la esperanza de salir de aquellas barreras algún día, o al menos al principio, cuando era una niña que creía cada historia que le contaba su padre, sobre que algún día, todos serian libres de nuevo, que ya no habría guerras, ya no habría necesidad de vivir apartados del resto del mundo y los dragones, aquellas magníficas criaturas ya no tendrían que nacer para ser utilizados como instrumentos en expediciones, en donde muchos de ellos pedían la vida.
Sin embargo, esta esperanza murió cuando Lizzie cumplió los 22 años de edad y toda la responsabilidad del trabajo de su familia pasó a ser de ella; comprendió que todas las historias que le contaba su padre solo eran los sueños de un pobre hombre que vivía en el pasado.
Hasta que se cansó de todo. De estar encerrada. De seguir órdenes y cumplir leyes anticuadas. De tener que soportar castigos arcaicos. De todo. Así que tomó la decisión de salir a explorar por ella misma lo que había fuera de la barrera. Quería saber si realmente los humanos eran tan peligrosos como aseguraban los libros, o si se mataban entre ellos por nimiedades y deseos terrenales. Fue por su mejor amigo, un dragón al que su padre dijo que debía sacrificar porque era muy pequeño y débil y no tenía posibilidades de sobrevivir. Pero ella no tuvo el valor de hacerlo, dado que se había encariñado con él. De modo que lo llevó a un lugar muy apartado de la zona de entrenamiento. Allí creció y lo entrenó como a cualquier otro dragón.
Ghidorah, nunca había salido de aquel aislamiento al que estaba acostumbrado, por eso Lizzie creyó que sería difícil hacerlo salir, pero en realidad, apenas el dragón pudo extender sus alas en un espacio más abierto, su instinto salió a flote, como si hubiese estado esperando aquel momento toda su vida, como si lo hubiese anhelado sin saberlo.
Lizzie se aseguró de tener todo lo que necesitaba para aquella aventura que, así como Ghidorah, había estado deseando sin saberlo. Cuando aquella idea cruzó sus pensamientos hace apenas unos días, supo en ese instante que debía hacerlo, sin dudarlo ni echarse para atrás. Sabía lo que necesitaba porque había visto muchas veces las armaduras e instrumentos que llevaban los exploradores y los dragones. Y así, preparada para cualquier cosa que pudiese descubrir, se abalanzó, literalmente, a la aventura.
ESTÁS LEYENDO
Historias Cortas
RandomBreves relatos de "de todo un poco"... Viaja por mundos desconocidos, navega por los cielos sobre un mar de nubes, enamórate como si fuese la última vez que amarás, arriésgate, ríe hasta ya no poder respirar, atrévete a creer en cosas que creías imp...