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12 de febrero, 2021.

sometimes i try so hard to fight

when all i want to do is fall

into the night

Into your arms, surrender

Surrender - Birdy


Llevaba minutos observando las botellas de vino alineadas dentro uno de los compartimientos de la alacena. Se veían tan tentadoras, acomodadas por colores, formando un patrón: una de vino tinto, una de vino blanco, una de vino tinto, una de vino blanco... Llenando por completo ese espacio, pero cumpliendo la única función de ser mera decoración.

John, apoyado contra el marco de entrada de la cocina con los brazos cruzados, la observaba atento sabiendo que la decisión que ella tomara- si agarraba o no una botella- definiría si aquella cena sería simplemente el reencuentro de dos amigos o también la propuesta de un nuevo trabajo.

Finalmente, Martina se puso de puntillas y agarró una de vino tinto. Dudó al abrir el cajón para sacar el destapador, pero finalmente lo hizo y con ambos objetos en mano, se dio vuelta para llevarlos a la mesa.

- ¡Por dios, John! - Exclamó retrocediendo de forma involuntaria un paso y llevando la botella de vino contra su pecho. - La próxima podrías avisarme que estamos en la misma habitación así no me llevo un susto de muerte.

-Siempre igual de exagerada- Se burló con una falsa sonrisa y se acercó para sacarle de las manos ambos objetos. No le pasó desapercibido como sus hombros se relajaban, como si se sacara un peso de encima. - Busca unos vasos.

Se acomodaron en la mesa enfrentados. Él se encargó del vino mientras ella servía la cena. Tampoco le pasó desapercibido como su amiga observaba cada paso que el daba en su acción de destapar y servir el alcohol, como presa al acecho. Por esa misma razón, antes de entregarle su vaso, le preguntó:

- ¿Estas segura?

Martina intentó concentrarse en los preciosos ojos chocolate de él, pero constantemente su vista se desviaba al líquido borgoña que se movía de forma casi imperceptible intentando acomodarse a la copa que lo retenía.

¿Sería capaz de tomar un solo vaso? ¿Sería más fuerte su determinación que las ansias?

John se aseguraba a si mismo que esa noche iba a quedarse. Era un momento decisivo y no estaba dispuesto a dejarla sola. No haría falta poner alguna excusa tonta como cocinar de madrugada o ver una película porque ambos se sabían el guion a detalle.

-Solo va a ser un vaso. - Respondió, repitiéndoselo a modo de mantra internamente. Necesitaba terminar de convencerse. Tal vez no era el momento indicado para dar el paso, pero algún iba a deber hacerlo y no veía mejor ocasión que aquella teniéndolo a él a su lado.

- ¿Que te dijo Rosalyn al respecto?

-No le dije nada.

- ¿Ni siquiera de las botellas que escondes en la alacena?

Aquella pregunta la molestó.

- ¿Acaso es un crimen tener botellas de vino en la alacena? Que yo sepa muchas personas las guardan ahí.

-Mar...

-No comiences. -Dijo de forma firme exteriorizando sin disfraz su enojo. - Nada de "Mar" como si fueras mi madre. Eres mi amigo, mi persona, y en ocasiones mi jefe, pero eso no te da el derecho a decirme que es lo que debo o no debo hacer; de la misma manera que no te da el derecho a juzgarme de esa forma.

Mientras él la observaba en silencio y corroboraba que no se encontraba lista para dar ese paso, ella se daba cuenta de lo mismo; había reaccionado tal como se esperaba que lo hiciera, tal como lo haría alguien que todavía no había superado del todo su adicción y exactamente como lo indicaba el folleto que le habían entregado a ambos al salir de la clínica con el alta.

Los segundos comenzaron a pasar y ambos se mantuvieron en silencio. Ella comenzando a sentirse peor a medida que el tiempo pasaba, con las emociones a flor de piel. Él debatiéndose si ofrecerle el protagónico de la serie que prometía ser un éxito, preocupado por aquel ataque ante una pregunta que tiempo atrás no le habría molestado en absoluto. Pensaba que su amiga había superado aquella etapa donde la irritación, la frustración y las ansias eran las protagonistas de su día a día.

-Perdón. - Se disculpó, elevando la vista para observarlo. En las comisuras de sus ojos se habían comenzado a formar lágrimas. - Mañana va a ser un año desde que todo comenzó y no estoy lista para recordar...- Su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras se tapaba los ojos con ambas manos, apoyando los codos sobre la mesa. -Me niego.

Al escuchar las patas de la silla chirriar contra el piso supo que John se había levantado y en menos de un parpadeo sintió sus manos deslizándose por su espalda, ascendiendo y descendiendo.

Le dio tiempo para que dejara salir su dolor y cuando creyó que había sido suficiente, la obligó a sacarse las manos del rostro para observarlo. Sabía que, si no intervenía, Martina sería capaz de ahogarse en sus propias lágrimas y una botella de vino. Ninguna de ambas era una buena opción dado el recorrido que habían logrado transitar: ella como protagonista y él como fiel acompañante vivenciándolo todo a su lado.

-Mírame. -Le pidió, colocando sus manos a cada lado de su rostro. - Lo peor ya pasó y es momento de seguir adelante. El alcohol no se va a llevar tus penas o hacer que duela menos, ya lo pudiste corroborar por ti misma- Ella desvió la vista a la botella de vino, era como un imán que se negaba a dejarla ir. - ¡Mírame! -Exigió, obligando con sus manos a que centrara la vista en él. - Va a ser difícil y vas a tener tanto días buenos como malos, pero lo más difícil ya lo superaste así que no dejes que tus emociones te hagan retroceder.

Mar cerró los ojos y las imágenes de los pasados meses en el centro de rehabilitación- una estancia muy distinta a la que tuvo que atravesar en primer lugar seis años atrás- comenzaron a aparecer en su cabeza. En todas ellas siempre aparecían las mismas tres personas, de las cuales dos habían sido su principal sostén: John y Bárbara.

Recordaba a la perfección las sesiones con Rosalyn, la terapeuta que le habían asignado en el centro, acompañada por ellos; de la misma manera que todos los paseos por el parque de la institución entre crisis nerviosas y llanto, pero también entre risas y fuerza de voluntad. Y escondido en un rincón de su memoria, un recuerdo en particular tomó la delantera y la impulsó a preguntarle a su amigo:

- ¿Podemos cocinar mi pastel de cumpleaños?

- ¿Estas dispuesta a tirar las botellas de vino de tu alacena? - Preguntó con dulzura.

- ¿Te puedes quedar esta noche?

- ¿Vas a hablar de lo que acaba de pasar con Rosalyn?

- ¿Podemos cenar primero?

Logró sacarle una carcajada, lo cual generó una sonrisa en el rostro de ella, y al levantarse del suelo depositó un beso pasajero en su pelo.

Habían pasado cinco años, pero él seguía tratándola como si tuviera veintiuno, algo infantil dado que se encontrándose a horas de los veintisiete. 

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⏰ Última actualización: Sep 21, 2021 ⏰

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