Historia escrita por Charlize Clarke y Zafyeru25
Eliane Clifford acaba de perder su empleo, pero cuando empieza a desesperarse por su precaria situación económica, la noticia de una herencia que debe recibir al otro lado del Atlántico, en Escocia...
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Con la resaca martillando su cabeza, Elaine llegó a su apartamento, se fijó en su buzón que, para su sorpresa, tenía un sobre que no es del banco o algún acreedor. Lo sostuvo y miró, era una carta desde Escocia. Ella no conoce a nadie ahí. Ve que en el dorso del sobre pone: entrega inmediata, urgente. Eso despertó su curiosidad. El papel era de esos que te da la sensación de realeza, la estampilla tenía una imagen algo llamativa, una delicada flor ¿Quién podría enviar algo tan fino a una chica que tiene las patas a media calle? Subió las escaleras de dos en dos. Entrar a su apartamento fue todo un desafío, entre la resaca, la ansiedad de leer el contenido del sobre y evitar al casero para que no reclame la renta del mes. Entró a su piso, dejó su casco, bolso y cajas en la mesa del recibidor. Se sentó en el sofá del salón para descubrir lo que tanto le intrigaba. Abrió el sobre, dentro había un papel algo grueso que estaba lacrado, con esos sellos que solo había visto en películas de época. Con mucho cuidado rompió el sello y desdobló el papel. Empezó a leer, en su cabeza sonaba la voz de un inglés snob cuando leía, eso hizo que se ría.
—¡Debe ser una maldita broma! —espetó al leer las primeras líneas—. Necesito un café bien cargado para asimilar toda esta información —dijo, y dejó el papel sobre la mesita de centro.
Lo de «respetada señorita» seguida de una «gran herencia», no cuadraba en su mente citadina, mucho menos cuando tantas palabras pomposas rodeaban su nombre. El albacea la citaba al otro lado del mundo para participar de la lectura del testamento de un tal señor Alistair McKenzie, que según lo expuesto en la carta, era su tío bisabuelo.
Elaine era huérfana y se crió en hogares de acogida hasta que cumplió la mayoría de edad. No sabía, y nunca quiso averiguar, sobre su verdadera familia. Si no la quisieron, era por algo, y ella no iba a forzar a nadie para que la quiera y acepte. Por su pasado, podría esperar cualquier cosa de la vida, aprendió a conformarse con lo justo, y es por eso que haber renunciado a su trabajo trajo a su mente muchas dudas, pero una herencia, un familiar, alguien que se ocupó y preocupó por encontrarla para dejarle algo, sonaba loco, irreal y lejano.
«¿Y si es una estafa? ¿Alguien que quiere robar mis órganos e hizo todo este montaje?», pensó y suspiró antes de preparar su café. La única forma de averiguarlo era ir, o perder la oportunidad de cambiar su suerte.
Con desesperación, y aún no creyendo del todo, cogió el móvil para llamar a River, pues, su única amiga es quien puede darle la respuesta a sus dilemas paranoicos. La llamada sonó varias veces antes de que la atienda la otra mujer.
—¿Y ahora qué pasó? —inquirió con voz de ultratumba. Pero cuando Elaine le contó lo sucedido, la joven espabiló.
—¿Me has dicho que tienes un tío bisabuelo en Escocia y que te dejó una herencia? —indagó River con curiosidad.
—Ajá, y que tenemos que ir hasta allá para participar de la lectura del testamento —le explicó Elaine.
—Amiga, lo de tenemos, me suena a manada. Yo no pinto nada ahí —le dijo River.