Recuerdo perfectamente aquella nebulosa mañana en la que las nubes dispersas se deslizaban sobre el agua color turquesa. Desperté al fondo de un pozo de emociones, entre ellas una sensación de fastidio por el sermón que muy seguramente me habría de dar mi abuela cuando nos visitara en casa. Había decidido que durante la segunda semana de vacaciones de verano ella y su pareja vendrían a la Isla a hacer miserable la vida de los demás, especificado así por ésta. Una ancianita de traza bondadosa pero que al momento de meter baza desprendía no menos de diez acusaciones dirigidas a quien se encontrase más cerca. Cuentan los relatos que cuando mi abuelo falleció su gruesa tozudez cayó cual ave en picada, sin embargo, poco momentos de convivencia con ella fueron suficientes para darme cuenta que su aspecto bonachón no era más que una falacia de cubierta. Me levanté de la cama decidida a preparar el desayuno.
El periodo de inscripción a universidades había terminado dos meses antes de que concluyera la preparatoria y yo como ningún otro estudiante decidí que me tomaría un año para reflexionar sobre mi futuro. Estaba dispuesta a trabajar arduamente para que mis padres no se asiesen a la idea de que mi único deseo era perder el tiempo y ser una mantenida. Sabía que mi sueño era conocer otro país, un lugar del que no tuviera ni la más mínima idea y que me dejara con la boca abierta con tan solo escuchar su nombre. El problema era que no estaba dispuesta a esperar a terminar una carrera que no me satisficiera al otro lado de la Isla, en Bacalkun; ni hacer perder el dinero a mis padres con un año de gastos en lo que me decidía. Planee trabajar en el restaurante de papá por las noches y en el hotel “Fragata” por las mañanas, a fin de conseguir el dinero mientras me decidía cuál sería mi carrera y en donde. Llegué a pensar que mis padres rechazarían la propuesta en cuanto se las proyectara, afortunadamente fueron los más comprensibles de toda la situación. Cuando se lo mencioné a la profesora Laurita, señora encargada de destruir esperanzas en cada alumno que tuvo el infortunio de tomar cálculo diferencial con ella y amiga mía, no reaccionó de la forma que yo esperaba. No fue enojo con lo que me respondió, sino con carcajadas y tal vez un poco de lástima.
- Chica tonta. Pensé que irías directito a arquitectura ¿Cómo se te ocurrió la idea de tomarte un año de vaga?. Si querías estudiar fuera debiste aplicar para una beca extranjera- adujo entre carcajadas.
- Es que... aún no sé qué estudiar.
- No puede ser- suspiró- honestamente no estoy a favor de los años sabáticos, son una pérdida de tiempo. No son una semana ni dos con las que te atrasas.
- Lo sé, lo sé. Trabajaré y seguiré estudiando para no perder el ritmo. Mis papás estuvieron de acuerdo.
- Que afortunada eres. Solo recuerda que la vida avanza y te persigue, nadie puede darse el lujo de perder el tiempo. Si necesitas ayuda con algún tema ya sabes donde buscarme.
- Gracias Laurita.
No fue nada fácil la primera semana del verano. A pesar de tener experiencia en atención al cliente me dí cuenta de que había una gran diferencia entre trabajar en un restaurante de pizzas (el de mi papá) y un hotel, en el primero acostumbrábamos recibir clientes informales que deseaban pasar una agradable noche a la orilla del mar tomándose un par de tragos, en el segundo gente que solo deseaba la rapidez de los cocineros y meseros para salir del hotel lo más rápido posible y así empezar su día en las magníficas playas del caribe.
Como parte de mi nueva rutina, comencé el lunes de la segunda semana poniéndome el uniforme del Fragata. Una blusa étnica blanca, bordada con flores de colores chillones y una falda holgada del mismo estilo. Me dirigí a la cocina y tomé seis huevos del refrigerador y en un pequeño traste de plástico los revolví echándolos posteriormente al sartén.
Como era de esperarse mis padres se levantaron en cuanto el aroma a choquillo que desprendían los huevos revueltos llegó a sus narices y mi hermana como también era de esperarse, siguió durmiendo sin ser parte aún de la rutina familiar a las pasadas seis de la mañana.
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El hechizo de las sirenas
FantasyEn una Isla Caribeña, a comienzos de las vacaciones de verano, una joven incrédula descubre que los cuentos de sirenas que su madre le contó a lo largo de su vida en realidad son algo más que el producto de una elocuente imaginación. Rafaela conoce...