Capítulo 1 El profesor nuevo: parte I

2 1 0
                                    

Septiembre en la actualidad

     Lo vi entrar al salón de clases. Creo que fui la primera en notar su presencia. La elegancia con la que caminaba hacia el escritorio, esos pantalones grises, su camisa manga larga color blanca y, ese portafolio, aclaró mi inquietante duda de hace 4 días. Era el nuevo profesor de historia.
     Para ser sincera no creí jamás que mi nuevo profesor, y sobre todo de historia, fuera a ser un joven y apuesto chico, calculo que tiene unos 25 años. Quité la mirada del profesor para ver a mis compañeros quienes lo veían ahora con una cara de sorpresa. Carl, el chico más diva e insoportable que conozco, estaba babeando. Lauren, la chica más guapa y envidiada de la generación, estaba boquiabierta por igual. Harry, el chico que he amado por 3 años en secreto —y también novio de Lauren— miraba a ésta con el ceño fruncido. ¡Maldita Lauren que no te das cuenta cuánto vale Harry! Aparté la mirada de ellos dos y me encontré con la mirada de Ana, me sonrió de lado. Me sonrojé, sabía que me había atrapado mirándolos… otra vez.
     —Bien chicos. Este es mi nombre —dijo el profesor, sacándome de mi trance. Ni siquiera me di cuenta de cuando escribió en el pintarrón— Leonard Stivah. Supliré a su profesor Bruno definitivamente —sonrió.
     Su sonrisa me desconcertó, no era una sonrisa amable sino más bien parecía una sonrisa burlona. El profesor Bruno había sido un excelente profesor de historia, su muerte trajo consigo un gran dolor para todo el pueblo entero. Era muy conocido y querido por todos, o casi todos. Fue todo un caso hace 3 semanas, cuando lo encontraron tirado en el patio trasero de la gran casa que tenía. Las malas lenguas decían que había sido su hija quien lo había matado para quedarse con la casa y su fortuna. Nunca encontraron pruebas suficientes para culparla o para culpar a alguien. Aún seguía siendo un misterio.
     La clase pasó de lo más normal. Al terminar, Ana se acercó a mi cuando estaba recogiendo mis libros para irme a casa.
     —¡Te tengo un chisme!
     La miré con las cejas enarcadas. Ana siempre tiene algo que decir.
     —¿El actor protagonista de la película aburrida aquella que me obligaste a ver por fin admitió que fue un error haberla grabado?
     —Es enserio, Bett —puso los ojos en blanco.
     Bufé. Bien, que me diga lo que tiene que decirme, apuesto que es de algún libro que está leyendo o de su serie favorita. Observó a los lados y se acercó más a mí.
     —El profesor Leonard está viviendo en la casa del profesor Bruno.
     La miré sorprendida. ¡Esto no me lo esperaba! ¿Qué?
     —¿Cómo lo sabes? Eso es imposible, su hija…
     —¡Claro que lo es! —frunció el ceño— Es imposible. Yo también lo creía hasta que Lexi me dijo que la familia del profesor Bruno no tiene dinero suficiente para mantener la casa. Su hija no la quiere, lo cual es raro ya que todos creemos que ella lo asesinó para quedarse con ella y toda su fortuna.
     —Tienes razón. Esto es raro, esto es…
     —¡Interesante!
     Los ojos de Ana brillaban y ya sabía qué significaba eso. Y me iba a negar.
     —Ni lo pienses –dije.
     La rodeé para poderme ir a casa ya. Solo quería quitarme los tenis y los jeans para acostarme en mi cama mientras como palomitas y veo series. Ana me siguió hasta llegar a mi lado.
     —Vayamos el sábado. Será fin de semana, todos los profesores que no son nativos de aquí se van a sus lugares de origen. La casa estará sola –notaba la emoción de mi amiga en su voz.
     —No.
     —Le diré a Lexi que vaya con nosotras. ¿Te imaginas el título para el periódico escolar? ¡Será la bomba descubrir la verdad! —insistió.
     —No.
     Ana me tomó del brazo haciendo que me detuviera y la mirara de frente. Sus ojos azules traspasaban mis ojos marrones.
     —Escúchame, Beatriz. ¿Qué pasa contigo? ¿Dónde quedó esa Bett loca y curiosa?
     Eso me hizo sentir algo mal, aunque lo negara. Yo me siento igual, como siempre. No sé de qué está hablando.
     —Pero qué dices —acomodé mi mochila en mi hombro.
     Ana me miró con tristeza, o tal vez era enojo mezclado con asco. No pude descifrarlo.
     —¿Es por lo que pasó aquella noche verdad?
     Cerré los ojos con fuerza por unos segundos.
     —¡Ana, eso no tiene nada que ver!
     —Cómo pude ser tan ciega y no darme cuenta antes…—Ana retrocedió un paso— No tienes que ir. No te necesitamos.
     No supe qué responder a eso. La observé marcharse. Sus palabras me dolieron más de lo que creí. Ana era una chica bella y me sentía una pésima amiga y una horrible persona. Pero, ¿qué se le dice a tu mejor amiga cuando te declara su amor por ti?

Si te gustó, hazmelo saber. Gracias.

Frío como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora