Del milico que me enamoré

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—Otra vez lo mismo— respondió sin ganas.

—Ya van tres veces ¿crees que nos dejaran de convocar en algún momento? —comentó Hange con los ojos cansados.

—He conocido a gente que ha sido llamada diez veces.

—¿Diez veces? Según yo eso es ilegal.

—No lo es.

Hange y Levi se encontraban frente al colegio público a las 7.30 am. Las elecciones habían llegado y desgraciadamente de nuevo habían sido elegidos como vocales de mesa. Para su desgracia esta vez serían dos días y para su alegría el sueldo había aumentado un poco y nuevamente les había tocado juntos en la misma mesa.

—Veamos el lado bueno, sesenta lucas no suenan tan mal—dijo Hange siendo optimista mientras saludaba a los militares.

—Si, pero ahora son cuatro votos por lo tanto cuatro conteos, cuatro actas de registro y....

—Ok, ok ya caché la idea.

—Solo espero que la vocal que siempre se nos asigna no sea la misma.

—¿La que tiene nombre flaite? —preguntó Hange intentando a recordar —¿Cómo era su nombre? ¿Yesenia? ¿Jhendelyn? No creo que ese no era.

La susodicha era tan desagradable para Levi que ni siquiera se había tomado la molestia de aprenderse su nombre, siendo que los tres se conocían desde la primera vez que fueron llamados a cumplir con el bien de la nación siendo vocales de mesa. Por otro lado, a excepción de la mujer, todo había marchado bien. Levi y Hange se conocieron siendo unos ignorantes en el tema y cuando se dieron cuenta que nuevamente iban a estar en la misma mesa decidieron contactarse por redes sociales.

Ahora bien, tal como Levi había dicho, era la tercera vez que eran convocados y para desgrado suyo la flaite no aparecido aún.

—Es que no lo entiendo—comentó Levi con rabia— se supone que todos sabemos que teníamos que estar aquí a las 7.30 para poder buscar los materiales. ¿Por qué esa weona siempre llega tarde?

—¡Yubitza! — dijo Hange acordándose del nombre de la mujer— sabia que un nombre como ese no se me podía olvidar.

—¿me estas escuchando?

—Por supuesto que si— dijo Hange sonriendo nerviosamente. Ante la mirada expectante de Levi se rindió— ok, no te escuche ¿Qué decías?

—Olvídalo. Mejor vamos a nuestra mesa.

En cuanto llegaron a su mesa, Levi frunció el ceño. Era blanca y estaba asquerosamente sucia. Sabiendo de antemano que iba a pasar esto, Levi abrió su mochila y saco un toallitas húmedas y alcohol gel para desinfectar. Hange sacó unas servilletas y juntos comenzaron a limpiar. Una vez terminada el procedimiento de limpieza, solo se limitaron a sentarse y a esperar a que se conformara la mesa. Sin embargo, ya eran las 9.30 am todas las mesas estaban constituidas menos la suya.

—Por la chucha— dijo Levi cruzándose de brazos— siempre pasa la misma wea con esta mina.

—Me pregunto qué excusa se inventará esta vez. Ya veo que saca lo de la hija de nuevo.

—Desde que la conocemos le da pecho a esa pendeja, juro que si me sale con esa mierda de nuevo voy a....

—Cállate, cállate ahí llegó.

—Mierda.

La mujer ingresó apurada a la sala y directamente se fue a la mesa. Levi al ver su rostro frunció el ceño, la flaite tenia cara de maricona sonriente.

Del milico que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora